La puerta metálica de la nave se abrió de arriba a bajo, Dans descendió por la rampa y sintió cómo el viento y el polvo acariciaban su cuerpo. Su gabardina ondulaba y el sol poniente dibujaba su sombra sobre el risco. Apretó un botón del brazalete de su brazo izquierdo y cerró la nave. El planeta ante sus ojos era semidesértico, amarillento y con matices verde-rojizos. Se cubrió con una capucha y tapó la mitad de su cara con una bufanda marrón. Había un deshuesadero de naves y vehículos al pie del mediano acantilado, las carpas y tiendas de campaña eran multicolores y desgastadas, echó un vistazo rápido al área, observó al gentío y al comercio cambiante que se desarrollaba tranquilo, no solo era un sitio de chatarras, sino que le daba más la impresión de ser una especie de mercado de pulgas, dominado por weequays. Ajustó sus blásters a sus muslos y los cubrió con su gabardina, no quería parecer hostil y su presencia debería ser más como la de un comprador. Debía cumplir el nuevo trabajo que el maestro Windu le había encomendado, pero el retraso que surgió por motivos de la guerra aplazaron su incursión, más cuando el maestro regresó herido del frente después de que el crucero en el que viajaba fuese destruido en un ataque.
Al entrar al emplazamiento se sintió como en casa, o al menos sentía una sensación similar. A diferencia de los Niveles Bajos de Coruscant, que le recordaban más a las favelas de Brasil, esos puestos o campamentos permanentes de piratas tenían un aire pintoresco, ajetreado y más llano, eso trajo a su mente su estancia con una caravana de gitanos cuando viajó con ellos por España, cuando establecían mercadillos que duraban un par de semanas y luego iban a otra ciudad, siempre en movimiento y nunca estáticos. Atravesó una de las calles y se entretuvo con los puestos, vendían de todo, cosas que conocía y cosas que jamás había visto, y cosas que ni siquiera quería saber qué eran ni para qué servían. «Es en los mercados donde conoces a la gente de una ciudad», se decía a sí mismo y lo tenía por ley, bien grabado hasta los huesos, aunque ese lugar más que mercado parecía ser un enclave de contrabando, y en efecto lo era. Se detuvo en uno de los puestos y miró por encima de los hombros de los aglutinados compradores, habían gemas y joyas, y ornamentos varios, hechos a manos y con diseños hermosos y estrambóticos, el vendedor tenía su bláster en sus pantalones, con el cañón dentro y la culata afuera, como los pistoleros que no llevan funda, Dans sabía bien el porqué: cualquier ladrón de pacotilla tendría que pensarlo dos veces si quisiera robar algo de aquel vendedor. Giró su vista hacia otro puesto lleno de refacciones y artefactos muchos, más que las joyas, a Dans le interesaban esas cosas, caminó tranquilamente hasta ahí con interés y mesura, se inclinó un poco para ver la mercancía y tomó un pequeño dispositivo cilíndrico negro, era curioso y raro, estaba usado, pero eso no le importaba.—Veo que tienes buen ojo para esto —le dijo el mercader. Era un besalisko grande y de piel gris, gordo y sonriente. Sus labios se movían de forma extraña e hilarante por lo amplio de su mandíbula, estaba limpiando un engranaje lleno de aceite con un trapo y se percató del interés de Dans por el producto—. Es un dispositivo de sabotaje portátil, fabricado en Mandalore —se inclinó hacia la mesa apoyando su codo sobre la rodilla—. No encontrarás un mejor aparato que ese en todo este sitio.
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Entre Estrellas: A Star Wars Fan History I
Science Fiction¿Y si una persona de nuestro mundo, La Tierra, terminara varada en la galaxia de Star Wars? ¿Cuál sería el viaje que ocurriría? ¿Qué significaría? ¿Qué misterios lo hicieron posible? Descúbrelo y veamos qué nos depara este relato. Primera entrega d...