Frágil

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     —¿Cómo se siente? —preguntó la doctora Nema, mientras revisaba su datapad con los resultados del examen médico de Dans.

     —Como si me hubiera arrollado un tren... —musitó, y abrió los ojos para verla. Había dormido bien.

     —Necesitará unos cuatro días de reposo, sus músculos están muy exhaustos, le exigió demasiado a su cuerpo; además, la herida en su espalda casi lo mata, de no ser por el revestimiento reforzado de su abrigo no hubiera regresado aquí. Debe aprender a medirse... y a detenerse. Además, encontré rastros de grandes cantidades de adrenalina en su sistema. Dígame, teniente —se le ensombreció la voz—, ¿usó algún paquete de estimulantes? Porque recuerdo haberle prohibido, terminantemente, que no lo hiciera si yo no lo autorizaba.

     Dans sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, la doctora llegaba a ser intimidante, por más que sus amarillos ojos se vieran como luceros en medio de la bahía médica.

     —No, ninguno, ninguno —respondió—. Debió de ser alguna reacción a la situación —en parte sí lo era, pero no podía revelarle nada más a los jedi, no podía decirle del ritual ni el porqué, ni del trance. Se lo llevaría a la tumba, o al menos eso esperaba; era uno de los riesgos que corrió en el pasado y por el que entendía perfectamente que toda decisión tiene consecuencias, algunas veces muy grandes—. En fin, debo irme —se quitó los electrodos que tenía en la frente de un tirón—, tengo que hacer algo importante, volveré para mi chequeo mañana temprano.

     —No se olvide de tomar los medicamentos a la hora indicada —agregó Nema—, y nada de esfuerzo físico. Si le estoy dando de alta ahora, es porque confío en que sabrá medirse. —Hizo una pausa, ojeó los cuadros en la holopantalla que resaltaba en una de las paredes y se cercioró de que todo estuviera bien en él—. Sus cosas están en aquella mesa y puede cambiarse en los vestidores ahí a la izquierda.

     Dans asintió sin esfuerzo, posó los pies desnudos sobre el frío piso y se puso de pie con cuidado. Sus músculos recordaron sus fuerzas y se sintió ligero como el viento. Caminó hasta la mesa indicada, esperando no tambalear de repente y se apoyó sobre el borde metálico. Su gabardina estaba finamente doblada, al igual que su pantalón y prácticamente toda su ropa. No quería preguntarse quién lo desvistió cuando entró inconsciente a la bahía médica para que le realizaran los chequeos, pero había notado una mirada nerviosa en el rostro de la doctora Nema cuando despertó por primera vez tras llegar. Sea como fuere, lo siguiente que buscaron sus ojos fueron los brazaletes que Lara le había hecho con tanto esmero; eso había sido lo primero que comenzó a buscar cuando abordó la fortaleza flotante trandoshan, aunque le hubiera tomado alrededor de media hora de completo sigilo. Al final, los halló en un casillero ancho junto a un sinfín de cosas más que habrían pertenecido a otras desafortunadas presas de aquellos hombres lagarto. Tomó sus cosas y entró en el vestidor; a los cinco minutos estaba completamente cambiado, la gabardina ondeando por el movimiento y el cuchillo improvisado de regreso en su cinto.

     —Gracias de nuevo, Doc —dijo.

     —Regresas pasado mañana para una revisión posterior.

     —¡Copiado! —y salió de la sala de hospitalización a paso rápido mientras se ponía su gabardina.

     Tenía que descender cuatro niveles del área médica inmediatamente. Apenas habían pasado tres días desde que regresó a Coruscant tras su lucha en aquella luna de Trandosha, y cada vez empezaba a odiar más a esos hombres lagarto; tenía razones de sobra para hacerlo. Sentía el cuerpo duro como piedra y los moratones en su piel se desparramaban como manchas oscuras y rojizas. Ahsoka vino a verlo mientras estaba dormido, su rutina de entrenamiento le impidió hacerlo cuando estaba despierto y ahora estaba con su maestro en la torre del Consejo. Ya hablaría con ella después, ahora debía regresar con alguien más.

Entre Estrellas: A Star Wars Fan History IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora