Recado

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     El tinte rojizo del ocaso bañaba la plataforma de aterrizaje privada donde estaba el transporte del canciller; justo en el lado norte del templo, resguardado por seis guardias senatoriales con sus finas armaduras azules. Si había algo de paz, era completamente seguro de que se estaba dando en ese preciso momento y lugar.

     —Debió de ser muy difícil para ti —dijo el canciller, con la voz amable y cálida—. Haber tenido que pasar por tanto... y seguir haciéndolo. Debe requerir una fuerza de voluntad muy grande. Los separatistas han llevado el terror... el miedo... la desolación y el llanto a muchos mundos y a miles de personas. Pobre gente... —miró hacia el horizonte, ahí donde el cielo se tocaba con los techos de duracreto de tantos edificios en lo alto—. Pero pondremos todos nuestros esfuerzos para que pronto acabe esta guerra, y para que así... la paz... regrese.

     —Estoy seguro de que así será, supremo canciller —asintió Dans, mientras mantenía la firmeza y la buena postura.

     —También es sorprendente tu destreza... haber sobrevivido a la desgracia que ocurrió en Devaron... y haber capturado por tu cuenta, liderando a un puñado de soldados, una gran fragata enemiga, es digno de aplausos. ¡Muy pocos jedi habrían logrado una hazaña así! —hizo una pausa, pensando en su siguiente proposición. Una persona como esa debía estar integrada al cien por ciento—. ¿Considerarías unirte a las fuerzas de la República? Con tu ayuda, podremos llevar seguridad y paz a otros mundos. Ayudar a la gente que lo necesita. Salvar vidas. Hacer el bien.

     Aquella propuesta le llegó como un chorro de agua fría. Sintió que un momento estaba al pie de la montaña y al otro ya se encontraba en la cima. «Demonios. No creo que puedas negarte». No sabía qué responder. ¿Ser soldado? ¿Ir al frente? Había estado evitando eso todo este tiempo, pero veía que tarde o temprano se vería involucrado en ello. «¡Es una maldita locura! ¿Que no hay sentido común? Bueno, no es que todo lo que haya aquí alrededor sea normal, pero aún así. No hay forma. Estate atento». Su consciencia llegaba a mantener la cordura antes que él mismo.

     —Yo...

     Las palabras se le entrecortaron en la garganta.

     —No te preocupes —alivió—. Tómate el tiempo que necesites para pensarlo, ya nos estaremos reuniendo en otra oportunidad. Pero estoy seguro que podrías ayudarnos a llevar la tranquilidad a muchos lugares que los necesitan... proteger las sonrisas inocentes de los niños que ahora tienen miedo y pena por esta desagradable guerra... —le palpó la espalda con amabilidad—. La gran ayuda está en tus manos y por eso también quisiera pedirte que acompañes a una senadora en una misión de negocios, necesita escolta y los caballeros jedi no están disponibles en estos momentos; será en un par de días, ¿podrías?

     —Sí, con todo gusto —dijo. Tenía el antecedente de su escolta a la senadora Amidala; ¿iría con ella otra vez?—, la acompañaré, supremo canciller —dijo, con un gesto respetuoso de antesala a la despedida—; déjemelo a mí. Y en cuanto a su otro ofrecimiento... lo tendré muy en cuenta —los aires cantaban su entrada al ejército.

     Palpatine asintió moviendo la cabeza antes de darse media vuelta y abordar su transporte, lanzando una sonrisa que el chico no alcanzó a notar.
     Dans pudo ver la fastuosidad interior de esa nave, no le hacía falta ser un experto para darse cuenta de que estaba completamente lleno de lujos; como era de esperarse de un cargo tan alto, por no decir, el más alto.

     Las puertas se cerraron y cuando el transporte desapareció entre el mar de autopistas aéreas y millares de luces, se volvió de vuelta al interior del templo; mirando al piso mientras caminaba, perdiéndose en las líneas de duracreto que llevaban hacia el vestíbulo mayor. Había sido un día largo. Muy largo. Y solo quería descansar y olvidarlo todo al menos por una noche.
     «Sabes qué tienes que hacer.
     »No. Es estúpido meterse en líos. Nada tiene sentido en este mundo. ¡Huye!
     »¿Acaso no nos metimos en líos siempre? Lo que ese viejo dice es cierto; tienes que empezar a ganarte la vida. Toma la maldita decisión. ¡Acepta la guerra!
     »¿¡Qué vida le quedará si muere en esta guerra!? Tiene a alguien a quien cuidar ahora.
     »¿De quién hablamos, el nuevo trabajo de escolta o de Lara?
     »¡No hagas que pase lo mismo que en...!».

Entre Estrellas: A Star Wars Fan History IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora