Choque de Intereses: Parte 1

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     El enorme planeta de Orto Plutonia cubría gran parte del cielo nocturno, como un fantasma pálido orbitando el sistema eternamente. Al mirarlo Riyo recordaba con claridad aquella misión en el helado mundo sobre sus ojos, aquel encuentro con los talz que había sellado el trágico destino del expresidente Cho, pero que a la vez había engendrado un lazo de amistad entre el pueblo de pantora y los misteriosos habitantes de la inhóspita y desolada tundra de hielo. No había nadie más alrededor, nadie excepto las hermosas flores de mil colores, las fuentes de agua cristalina reflejando las estrellas del cielo y, como si fuese un extraño anonadado, su guardaespaldas sentado sobre una de las bancas de piedra negra cerca al borde del descenso de la loma, en el límite del jardín ducal.
     La tranquilidad era encantadoramente sublime, solo las tenues brisas de viento danzaban entre los corredores cercados por matas verdes, ahora oscuras por la negrura de la noche, pero decorados con jarrones de mármol que sobresalían entre el ras de las hojas que se mecían con un murmullo bajo.
     Se había tranquilizado, casi hasta olvidado del repentino y súbito problema de la cena, y la noche aún era joven y el sueño no llegaría hasta dentro de un rato.

     —El viento comienza a correr, senadora —dijo Dans, con voz serena—, sería mejor que fuese a descansar o podría resfriarse.

     —Aún no —respondió—, todavía es temprano, quiero quedarme un poco más. —Se hizo algo de silencio. Pasaron unos momentos y entonces continuó—. Ojalá toda la galaxia pudiera disfrutar de la paz que tenemos aquí... Pero en lugar de eso solo hay tristeza... dolor... egoísmo.

     —No puede evitarse, siempre habrán esas cosas, en cualquier parte.

     —Al menos sé que podemos trabajar para calma a la gente... Trabajar por las personas es lo que debemos hacer... tú desde el frente y yo desde el Senado, con nuestras formas, pero siempre con mesura.

     Dans notó la inflexión en la voz de Riyo, pero también algo más, detrás suyo, como un susurro; si fuera otra persona de seguro que lo habría pasado desapercibido, pero no él, no un cazador.

     —Senadora.

     —Y... —se detuvo, volteó a mirar a su escolta y frunció el ceño con confusión—. ¿Qué sucede?

     —Agáchese —se le erizó la piel, conocía esa sensación, miró por encima del hombro y llevó la mano sutilmente hasta el mango de su cuchillo escondido bajo la gabardina gris.

     —Agente, ¿qué sucede? —susurró Riyo, nerviosa, aún sin acatar la indicación de su guardaespaldas.

     Una ráfaga de viento acompañó a su instinto de reacción; el sonido agudo de una daga pasando a pocos centímetros de su rostro le hizo dar un giro de trescientos sesenta grados para esquivarla.

     —¡Agáchese! —volvió a decir, esta vez con más fuerza, al mismo tiempo que sujetaba el brazo oscuro de su atacante y lo lanzaba contra la pileta que había a cinco metros de donde estaba.

     Riyo se escondió de inmediato detrás de una banca de mármol, Dans apretó la mano para desenfundar su cuchillo. «Mis blásteres, ¡mierda!», el pensamiento fue como un azote para él. Miró de reojo a la senadora queriendo cerciorarse de dónde estaba; luego, se regresó hacia las aguas de la fuente. Apenas pudo levantar el brazo cuando el puño le cayó en la boca del estómago, su gabardina se sacudió por el golpe y solo un rodillazo en respuesta pudo hacer que el atacante se retirara de una zancada.

     Dos pasos, dos cortes en paralelo al piso y un salto hacia atrás para no alejarse demasiado de la senadora. Cuando alzó la vista de regreso al frente, el atacante había desaparecido.
     Todavía aguardó unos segundos más en completo silencio para intentar encontrar al intruso por medio de sus sentidos, pero no oyó nada, tampoco percibía ningún aroma, era como si se hubiera esfumado en el aire.

Entre Estrellas: A Star Wars Fan History IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora