El Wookie

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     El aroma salado de la costa inundaba el ambiente, el aire se sentía pesado, rancio, pero se debía a la marea alta que golpeaba la playa cerca a la desembocadura del pantano. La lengua de tierra era más o menos ancha, ideal para observar todo el océano y más allá; Ahsoka no pudo evitar pensar en la primera noche en que llegó, solo había pasado unos días, pero sentía que llevaba ahí tanto tiempo como lo había llevado Kalifa.
     La niebla comenzó a dispersarse y tres puntos de luz blancos, opacos y espectrales aparecieron por entre las nubes bajas. El grupo apresuró el paso, llegó al borde de la selva y el entramado de ramas y árboles, y se escondieron tras las verdes hojas de unos helechos. En el fondo, sobre las aguas grises y silentes, la silueta oscura de la nave trandoshan se hacía más nítida segundo a segundo.

     —Prepárense —avisó Ahsoka en voz baja—, tenemos que ser muy precisos.

     —El lugar no está lejos —señaló O-Mer.

     El extremo puntiagudo del tronco de un árbol seco fungía como torre natural. El carguero trandoshan era grande, el puente de mando en proa tenía la iluminación rojiza, las figuras pequeñas de los hombres lagarto lograban verse débilmente. Tres grandes focos de luz blanca dibujaron halos pálidos en la oscuridad neblinosa. Los motores rugieron secamente, se estabilizó el descenso y entonces encontró el momento.

     —¡Ahora! —exclamó. Y dejó su escondite a gran velocidad mientras se dirigía hasta el tronco del árbol seco. Jinx y O-Mer la siguieron de cerca.

     Los tres corrieron, alcanzaron el extremo puntiagudo y usaron la Fuerza para impulsarse y saltar veinte metros hacia lo alto.

     Los dos trandoshan que pilotaban el carguero esclavista estaban ajustando la trayectoria de aterrizaje cuando de repente Ahsoka cayó sobre el cristal del puente de mando.

     —¿¡Qué rayos!? —exclamó uno.

     —¡Es esa irritante niña jedi! —respondió su compañero. Ahsoka gateó por encima de ellos hacia el dorso de la nave, desapareciendo—. ¡Atrápala!

     El primer trandoshan se puso de pie, dejó el asiento del copiloto, tomó su rifle de caza y salió corriendo hacia la escalera de metal que conducía a una de las escotillas superiores.

     Cuando abrió la puerta de la escotilla, la padawan yacía sujeta al casco exterior con una mirada fiera. Le apuntó con su rifle, pegando el ojo derecho al lente de la mira telescópica y lanzó un rugido bajo.

 Le apuntó con su rifle, pegando el ojo derecho al lente de la mira telescópica y lanzó un rugido bajo

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     Ahsoka desvió la mirada hacia un costado. El trandoshan advirtió el peligro, pero justo en el instante en que se giraba para ver, una patada en la cabeza lo lanzaba contra el casco. Jinx y O-Mer cayeron en su encima, sujetándole un brazo cada uno. Ahsoka vio la oportunidad rápidamente, corrió hacia la pequeña entrada y se detuvo en el borde.

     —¡Me encargaré del piloto! —avisó, y entró en la nave de un salto.

     El trandoshan quiso chillar para alertar a su compañero, pero O-Mer le sujetó las fauces con la mano. Forcejearon unos segundos hasta que de repente el hombre lagarto liberó su brazo derecho, agarró a Jinx del torso y lo estrelló contra uno de los alerones del motor de babor. El twi'lek quedó algo desorientado. El trandoshan aprovechó el instante, empujó a O-Mer, lo sujetó de la pierna derecha y lo arrojó hacia la popa de la nave, donde se golpeó la cabeza contra el metal del casco exterior. Entonces se volteó de nuevo hacia Jinx, le rugió con furia mostrando los colmillos, pero el pequeño jedi se reincorporó súbitamente, usó la Fuerza para impulsar a O-Mer que saltaba sobre el hombre lagarto, y le atinaron un golpe en el cráneo.
     Creyeron que ya lo tenían, se abalanzaron sobre él e intentaron someterlo, pero el trandoshan era demasiado corpulento, se quitó a O-Mer de encima y se puso sobre él mientras lo estrangulaba.

Entre Estrellas: A Star Wars Fan History IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora