Parada Rápida

475 36 44
                                    

     El fino yate senatorial descendió sobre el rústico puerto espacial a espaldas del gigantesco templo; la arena se arremolinó en cuanto los propulsores golpearon la tierra y los trenes de aterrizaje se desplegaron hasta encontrarse con el suave tacto de la superficie. Hubo un estruendo, los motores perdieron potencia lentamente en medio de una agonía energética hasta que se apagaron por completo. El lustroso casco de la nave refulgió por los rayos del incandescente sol de Mandell.

     La rampa de abordaje se enterró en la arena con una suavidad mecánica, medio escuadrón de guardias clon se acercó para dar el recibimiento a las extrañas e importantes visitantes. Era media mañana y las labores en la base seguían como de costumbre, aunque todavía quedaban desperdigados en algunas áreas los restos de cazas estelares y droides buitres, así como las carcasas secas de las unidades B1 que habían sido fulminadas durante el repentino ataque del conde Dooku al Templo.

     La primera en salir fue Padmé, vistiendo un atuendo fresco y blanco que la hizo ver como un ángel bajado del cielo, casi al instante sintió el calor del desierto acariciándole la piel, pero no se amilanó por el bochorno. Dio un paso sobre la rampa y empezó a descender; detrás de ella salieron su droide de protocolo personal, C3PO, apresurándose un poco para no quedarse muy atrás, y el capitán Typho, que raudamente lanzó una mirada recelosa a toda la instalación militar, desde el inicio se había mostrado en contra de desembarcar en Mandell, pero no podía llevarle la contraria a la senadora.
     Al final, bañada con una elegancia que complementaba con la de Padmé, Riyo se asomó a la entrada de la nave, llevando un vestido rojo y ligero con toques dorados en los bordes de las costuras. El viento del desierto se deshizo de la arena para llegar limpio hasta ella, meciendo la tela como si fuesen olas de un mar carmesí tan suave y bello que llegaba a romper la uniformidad seca de Mandell.

     Ninguna de las dos tenía más ropa para vestir que esa, aun cuando estuvieran en un páramo desolado y estéril como los alrededor del Templo. Habrían ido directamente a la ciudadela, pero decidieron realizar una pequeña parada en la base antes de llegar a Thet'zdhat, las dos tenían curiosidad por conocer el enorme templo que tanta atención había jalado de los jedi.

     —Así que ese es el famoso Templo de Ruha'kash, mejor conocido como el Templo de las Arenas —señaló Padmé, con un tono de sorpresa suave mientras observaba la gigantesca estructura—. ¿Sabías que el último nombre se lo pusieron recientemente? —se giró hacia Riyo.

     Ella solo frunció el ceño y la miró de reojo.

     —¿En serio? ¿Cómo así?

     —Pues sí... Es un templo que ha estado perdido durante muchísimo tiempo, los jedis mismos no saben cuál era su nombre real. —Padmé comenzó a andar; los demás le siguieron de cerca—. Así que, en medio de toda la duda, decidieron optar por el nombre que cierta persona le dio. A que no adivinas quién fue.

     —¿Quién? El maestro Yoda, supongo, no se me ocurre nadie más que tuviera la potestad para bautizar a un templo entero —respondió Riyo. El calor iba disminuyendo a medida que se acercaban a la base.

     —No, no fue el maestro Yoda —aclaró Padmé.

     —¿Entonces?

     —Dans Ryder —sonrió, y pasó de largo cuando Riyo se detuvo al oír el nombre de su escolta. Ver a su amiga bloquearse cada que alguien hablaba del teniente se había vuelto algo divertido.

     —¿El agente Ryder? —tartamudeó Riyo.

     —Ni más ni menos —se congració Padmé. La sombra de una de las altas torres se cernió sobre todos—. Parece que sabe algunas cosas, estuve leyendo su historial... Uno que me dio el general Skywalker sobre él. Es interesante.

Entre Estrellas: A Star Wars Fan History IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora