Desierto Muerto

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     —¡Mantened sus posiciones! —ordenó Dans, mientras varios hilos de sangre caían por su sien—. ¡No retrocedan! ¡Concentren el fuego en el sector G1! ¡Esas hojalatas no deben contraatacar!

     —Teniente —Carter apareció al lado suyo, su armadura blanca ahora estaba llena de arena y ceniza negra, ni siquiera los distintivos azules de su casco llegaban a vislumbrarse bien. Tenía el dedo puesto sobre su bláster reglamentario—. El capitán Rex informa que han tomado los sectores H1 y K3, el general Skywalker se abre paso por el estrecho del cañón.

     —¿Y la comandante Tano? —preguntó Dans, parapetándose bruscamente tras una roca pálida.

     —Asegurando posiciones en el lado este, logró hacer retroceder a los blindados separatistas.

     Un proyectil droide impactó cerca a ellos, la arena se elevó en los aires y los cubrió como si fuera una lluvia oscura y rasposa. Dans apenas tuvo tiempo para cerrar los ojos antes de quedar cubierto de polvo de pies a cabeza.

     —Bien —dijo—, es momento de avanzar. ¡Dile a Axes que traiga nuestros caminantes!

     —¡Sí, señor! —Carter desapareció tras hacer una reverencia formal.

     Las siluetas de los droides aparecían en el horizonte como pequeños y delgados postes que se acercaban ordenadamente a ellos, lenta pero abrumadoramente, disparando su lluvia de plasma rojo contra los pelotones clon que tenían encargada la misión de avanzar por la meseta derecha del cañón. La estrategia había surtido efecto, un bombardeo orbital inicial despejó la zona adyacente al Templo de las Arenas y abrió una brecha entre los escombros para que el grueso del ejército penetrara en el desierto con suma celeridad. Los puestos que Dans había destruido previamente sirvieron de trincheras cuando los batallones droides intentaron recuperar el terreno desesperadamente, la información que recuperó de sus bases de datos había brindando las rutas más rápidas a seguir sobre el terreno y ahora explotaban todo eso con una precisión milimétrica

     Los últimos cinco días habían sido un infierno seco y sofocante, el calor del sol, el paisaje monótono e infértil y las tormentas vespertinas exigieron a las tropas un esfuerzo mucho mayor del que estaba previsto, pero aún así no disminuyeron su paso, debían alcanzar la base separatista ubicada a diez kilómetros de su posición actual. Las bajas se mantenían al mínimo, pero el cansancio, el calor y la deshidratación terminaban por enviar a más hombres a la retaguardia para recibir atención médica.
     Dans trató de mantener la moral alta, aunque él mismo maldijera en sus adentros haber terminado peleando en un lugar tan inhóspito. «Felucia era mejor —pensó—, al menos ahí sí había agua».

     —¡Los droides inician su retirada! —informó John despegando el ojo de la mira de su rifle bláster de francotirador. Un bramido de aliento se esparció entre las tropas rápidamente.

     —Déjame ver —pidió Dans, John le dio unos binoculares que no estaba usando. Y en efecto, los droides habían dado media vuelta, podía ver a las unidades B1 acelerar el paso conforme regresaban por la leve pendiente que terminaba en una cresta de roca cubierta por una fina capa de arena, pero algo no encajaba, no corrían en desbandada, seguían manteniendo su orden de batalla y eso solo podía significar una cosa—. ¡Los muy malditos se están reagrupando! ¡Todos a sus puestos! ¡Armas recargadas! No arriesgaré soldados por una simple brisa de aire fresco.

     —¡Aquí están sus caminantes, señor! —exclamó Axes llegando por detrás. A sus espaldas, tres caminantes AT-TE iban levantando sus cañones en un ángulo que pasara por sobre la pendiente para bombardearlos antes de avanzar.

     —John, toma dos hombres, vayan a ese afloramiento rocoso y averigüen que hay detrás de esa pendiente.

     El francotirador asintió con la cabeza, colgó su rifle al hombro y partió hacia un pequeño grupo de rocas a modo de columnas que tenían a unos cuantos metros a la derecha, justo en el límite superior de la pendiente.
     Dans aguardó desde su posición, sintiendo en las venas cómo la sangre parecía correr más rápido, notaba un pequeño cosquilleo en las manos, por alguna razón sentía ganas de tomar su bláster y acometer contra los droides sin pensarlo, pero logró controlarse, mantuvo la mente serena y esperó. No se sentía como de costumbre, la sensación que recorría su cuerpo era desconocidamente familiar, extraña y fuerte al mismo tiempo. La adrenalina en sus venas incluso ardía de manera distinta. «Quizá sea por el reacondicionamiento», pensó, pero en su interior creía que no solo era eso. Divagó por unos segundos hasta el viento árido del desierto le acarició la herida en su cabeza que ya había dejado de sangrar, entonces miró hacia las rocas y entrecerró los ojos.
     John alzó el brazo gesticulando algunas indicaciones, Carter las entendió de inmediato y habló:

Entre Estrellas: A Star Wars Fan History IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora