Medianoche

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     Los pasillos del Venator parecían alargarse mientras más cerca estaba de la bahía médica general. Sentía un cosquilleo en el brazo, el corazón le latía fuerte bajo el pecho, los soldados clon que iban y venían en todas direcciones parecían espectros blancos que llenaban de una vida pálida al enorme crucero jedi que orbitaba Mandell.
     Todavía faltaban muchas horas para la incursión, había bastante que hacer en ese tiempo, pero le dio igual, lo haría después, se encargaría más tarde. De todas maneras nadie le diría nada, pues su misión había sido un tremendo éxito, estaría tranquilo durante las siguientes doce horas a lo mínimo.

     Un dulce rostro rondaba su mente sin dejarle pensar en otra cosa, tampoco es que quisiera hacerlo; las ansias lo devoraban por dentro y, en lo profundo, se armó de valor, convencido de que era momento de abordar las cosas como un hombre.
     El coraje le guiaba los pasos apresurados hacia donde había averiguado que ella estaba, un chequeo médico al igual que el que él había tenido, no era de extrañar teniendo en cuenta la programación asignada a los técnicos. Ignoró todo a su alrededor.
     La forma en que se mecía su gabardina delataba sus nervios precipitados por todo su ser, tenía que darse prisa, no quería encontrarse con nadie más y rezaba al cielo, o al espacio, que nadie lo estuviera buscando. Por suerte, la hora de abordo era muy tarde y apenas estaba despierto el personal asignado al turno noche; la gran parte de la tripulación estaba durmiendo, ya sea en sus camarotes, cabinas o barracas, y eso le causaba un vasto alivio.

     Atravesó el umbral de la entrada con celeridad, miró a todos lados, inquieto. Entonces siguió avanzando con premura mientras sorteaba las camillas, equipos y médicos clon que lo veían extrañados. Todo era blanco, no había nadie más ahí. Una sensación lejana le acarició el cuerpo como mudo testimonio de un pasado antiguo, atrapado en el paso de los años. Su mente quizás no lo recordaba al cien por ciento, pero su morena piel sí y todas sus cicatrices también.
     Se impacientó cuando no la encontró en aquella bahía.

     —En el hangar, señor —una voz apareció a sus espaldas.

     Dans dio media vuelta y fijó los ojos en el soldado clon que le había hablado.
     Sonrió agradecido cuando lo reconoció.

     —Te hiciste una, John —dijo—. No le digas a los chicos que me viste, ya me reuniré con ustedes.

     —No se preocupe, teniente, vaya —John se hizo a un lado. A sus espaldas, el pasillo que conducía directo al Hangar-12 se reveló para el hombre.

     No lo pensó dos veces, salió hecho una bala.

     Una pequeña rampa metálica conducía hasta los hangares de estribor, más adelante el pasillo era cortado perpendicularmente por otro que llevaba a la sección de ingeniería, lo atravesó, siguió de frente y presionó con fuerza el botón de la puerta cerrada del pasillo hasta que se abrió.
     No recordaba cuándo había sido la última vez que la ansiedad se apoderó de él con tanta fuerza, con tanta intensidad, con algo que mandaba sus ideas a volar entre los sueños más sublimes.
     Quizás fue en otro tiempo, bajo el calor de la selva y la sombra de gigantes pirámides perdidas, junto al frescor de un cenote de cristalinas aguas turquesas tan tranquilo y oculto que se convirtió en un refugio, que había sentido las mismas sensaciones que experimentaba ahora mismo, pero claro, todo era diferente, muy diferente.
     Meneó la cabeza para concentrarse y entró al hangar dando unas cuantas zancadas. El lugar estaba casi en silencio, no había nadie, incluso los operarios habían terminado su turno, apenas un par de droides astromecánicos se veían en una esquina moviendo un par de cajas de suministro vacías. «¿Dónde?». Se adentró más en el hangar, pasando por delante de muchos cazas jedi a media reparación, varios tenían los fuselajes desmantelados, los cables caían por los bordes como una maraña multicolor de plástico y cobre, y se notaba en el piso las manchas negras que causaban las soldaduras calientes al momento de ensamblar los cascos de metal. El sitio le recordó levemente al interior de la cubierta del barco en el que la Trinidad alguna vez lo tuvo encerrado; un escalofrío incómodo le fastidió la nuca, malas memorias.

Entre Estrellas: A Star Wars Fan History IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora