Segundas Oportunidades

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     «¡Dos caminantes en la meseta C-1!», las voces de cada oficial corrían de un lado a otro junto al viento. «¡Aseguren el flanco izquierdo!». «¡Quiero dos escuadrones en esa torre!». «¿¡Dónde está mi apoyo!?». «¡Primer pelotón, avancen!», «¡Un médico!». Las órdenes se entremezclaban con el rugir de los cañones y el griterío de los blásteres que descargan su plasma azul hacia las fuerzas separatistas. Akali estaba en medio de todo ese caos, desorientada, confundida, aterrada; hace menos de cuatro horas había llegado a la cámara del prisma junto al teniente y ahora se encontraba atrapada en una batalla a muerte entre dos ejércitos desesperados. Los proyectiles rojos impactaban en las paredes del templo, pero los gruesos muros se mantenían firmes, aunque con algunos fragmentos que se precipitaban hacia el suelo levantando polvaredas al caer.
     Una explosión se produjo a menos de diez metros de ella, la arena se alzó en el aire como una nube oscura que salpicaba pequeños gránulos de roca, la onda expansiva la hizo tambalear y la empujó contra una loma a su costado. Cayó. Meneó la cabeza, adolorida, tenía el pecho en la tierra y se apoyó con el codo para levantarse lentamente, pero entonces alguien tiró de ella sujetándola del brazo y obligándola a pararse de forma brusca antes de que la empujara en dirección a un peñasco cercano que tenían delante.

     —¡Muévete, muévete! —gritó Dans, al mismo tiempo que apretaba el gatillo hacia la derecha. Corrieron, tanto como sus piernas les podían en el terreno hostil. Dos ráfagas pasaron rozándoles la nuca, el teniente fulminó al B1 que había disparado y luego arrojó a Akali contra la arena tras la roca para ponerla a salvo—. ¡Sargento, informe de avance! 

     —¡Dos pelotones intentan tomar el lado este de la ciudad, pero hay demasiados droides, solicitan refuerzos! —respondió un soldado clon de la 212.

     —¿¡Sabes algo de mi pelotón!?

     —¡Sí, señor! ¡El sargento Carter y sus hombres se encuentran en el puesto Sigma, brindarán apoyo en cuanto se haya asegurado la zona de aterrizaje! 

     Dans caviló por un segundo, el alivio de saber que su tropa se encontraba con vida fue más que suficiente como para alzarle la moral.

     —Que tus hombres y tú se preparen para dar apoyo en la ciudad —continuó—. Nuestro objetivo es tomar el obelisco del centro, luego nos abriremos paso entre esas hojalatas.

     —Es una idea muy arriesgada, teniente —cuestionó el capitán Gregor mientras respondía al fuego separatista parapetado al lado suyo.

     —No podremos recibir más apoyo si no hacemos retroceder a los droides, la vanguardia no aguantará demasiado —reafirmó su propuesta.

     —El problema son las arañas en la colina —indicó el sargento—, brindan demasiado fuego de cobertura, será difícil atravesar el paso estando tan expuestos.

     —Un escuadrón de granaderos se está encargando de eso ahora mismo —mencionó el capitán Gregor—, con suerte y nos los quitarán de encima, pero el tiempo se acaba. Si no nos hacemos con el templo antes del anochecer, tendremos que replegarnos a las montañas.

     —Y si eso pasa habremos perdido el maldito planeta —masculló Dans, analizando la situación.

     Sí, el asalto había sido un ataque repentino a gran escala, tenía por objetivo ser fugaz, llevar una guerra relámpago; fue imposible no hacer relación con ciertos sucesos de la Tierra, pero era lo que había y era en lo que estaba metido hasta el cuello. «Algo disimulado, decían —pensó—. No queremos llamar la atención, decían». Ahora se debatían el control de todo un sistema neutral.
     Y por si fuera poco tenía otro asunto del qué encargarse.

Entre Estrellas: A Star Wars Fan History IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora