Sus huellas en la arena formaban un par de caminitos rectos y en paralelo desde la base de la ladera hasta los límites del templo. A cada paso que daban la estructura se hacía más y más grande, la penumbra que cubría los cielos apenas dejaba pasar la luz del sol y las sombras proyectadas sobre las dunas creaban un frescor seco en el aire. Más abajo, a la derecha de uno de los brazos del templo, vastas estructuras de piedra colmaban el paisaje, como una ciudad enterrada bajo el polvo del tiempo que sobrevivía como un fantasma de su antiguo esplendor. Dans se sintió de nuevo en las arenas de Arabia, ahí donde hacía tiempo se había adentrado en la oscuridad de otros templos perdidos, de ruinas enigmáticas que escondían oscuros secretos guardados durante milenios. Ahora, estaba de regreso en un momento similar, pero mil veces más grande, más misterioso y, sobre todo, mil veces más peligroso. No sabía qué cosas podría encontrarse en las entrañas de aquel gigante de piedra, pero el sentimiento profundo de querer saberlo y de explorar de nuevo pasillos ocultos y cámaras subterráneas lo devoraba por dentro.
«Tesoros...», como los de los poderosos faraones egipcios; «criptas...», como las de los antiguos señores mayas; «maldiciones», como las de los pulcros santuarios japoneses. Eran solo unas pocas de las cosas que se imaginaba podría encontrar de forma parecida en ese lugar, aunque claro, nada de lo que existiese en la Tierra podía compararse con el enorme templo que tenía delante suyo.
De repente, se sintió un hombre pequeño en medio de una galaxia gigantesca llena de maravillas desconocidas para sus ojos y que aguardaban a por él, en algún lugar del espacio, junto a miles de horrores. Aquella sola idea fue suficiente para hacer que se le erizara la piel, incluso sus latidos se aceleraron un poco, pero se contuvo.
Dejó sus pensamientos a un lado y se concentró en el hecho más importante: entrar. Una amplia calzada de roca pulida escapaba a las arenas y conducía directo a la entrada principal del templo, el pasaje estaba custodiado por estatuas frías de algunos jedis de antaño, cuyos nombres ya habían sido olvidados hace mucho, y en el fondo unas titánicas puertas bloqueaban el acceso al interior. Los largos recintos rectangulares atrás de las estatuas parecían dos brazos negros que en cualquier momento irían a cerrarse, se preguntó qué cosas estarían resguardando, y por eso la emoción en su cuerpo subió como la espuma de la cerveza.Akali no pudo esconder su desconfianza, miraba a cada lado y a cada esquina como si intentara ubicar algún peligro oculto entre las sombras y el polvo. Una sensación extraña le presionaba el pecho y le provocaba un cosquilleo nervioso en las palmas de las manos. Miró al teniente que iba caminando delante suyo, su gabardina ondeaba con el viento que soplaba desde un costado y mantenía el paso como si estuviera hipnotizado por los bloques de piedra maciza. Se preguntó si lo que estaba haciendo ahora era lo mejor; se supone que no debía entrometerse en los asuntos de alguien que nada tenía que ver con ella, que estaba dentro de un ejército y que estaba librando una cruenta guerra por toda la galaxia. Estaba muy lejos de La Penumbra, de su hogar o, al menos, de lo que ella consideraba un hogar. ¿Debía ayudarlo? ¿Mantenerse al margen? No lo sabía. Tampoco sabía muy bien qué haría una vez que el teniente terminara su misión. ¿Dejarse apresar otra vez? Desde luego que no. ¿Darle apoyo en su guerra? Sonaba demasiado ilógico. ¿Escapar robando una nave? Esa parecía ser la mejor opción.
Entonces, notó que Dans se detenía frente a la gran puerta negra, así que hizo lo mismo. Esperó un par de segundos en total silencio, con el viento llevándose la arena hacia otros lares. El teniente no decía palabra alguna, ni siquiera se movía; estaba de espaldas y eso le impedía verle el rostro. Podría acercarse y preguntarle relajadamente si todo iba bien, pero por alguna extraña razón su voz estaba ahogada, como si su propio cuerpo le advirtiera que lo mejor era estar callada y prestando atención.Dans dio unos cuantos pasos hacia adelante hasta que pudo tocar la enorme puerta de piedra con las manos; deslizó las yemas de los dedos por la superficie lisa y recorrió con los ojos cada grieta, rotura y hueco que era capaz de ver. «Necesito un jedi para abrir esta cosa», pensó, y tenía razón. Los templos jedi tenían muchos sistemas que solo podían ser activados por medio de la Fuerza, aquella entrada posiblemente era uno de esos sistemas. No veía mecanismo alguno que indicara que pudiera hacerlo de forma manual... Pero eso no iba a detenerlo.
Dio otra rápida ojeada y sacó el disco holográfico de dentro de su gabardina, realizó un rápido escaneo y esperó a que los resultados se mostrasen ante él. Cuatro segundos después, el nuevo holograma mostraba la fachada principal del templo y, justo cerca a una de las cornisas del lado izquierdo, encontró una grieta lo suficientemente ancha como para deslizarse por ella, pero primero debía saber si la grieta conducía al interior o si estaba bloqueada, no quería quedarse atrapado a medio camino.
De un salto subió a uno de los bloques que yacía semienterrado en la zona del atrio, trepó por las columnas y muros, y estiró el brazo lo suficiente como para que el escáner hiciera su trabajo. Esta vez tardó un poco más, pero cuando sus ojos recorrieron el holograma, sintió que la suerte le había sonreído a la cara. «Prospectar y reconocer, eh —pensó—. Será mejor que haga un reconocimiento interno también». Acto seguido, miró a Akali desde la cornisa a veinte metros de altura.
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Entre Estrellas: A Star Wars Fan History I
Science Fiction¿Y si una persona de nuestro mundo, La Tierra, terminara varada en la galaxia de Star Wars? ¿Cuál sería el viaje que ocurriría? ¿Qué significaría? ¿Qué misterios lo hicieron posible? Descúbrelo y veamos qué nos depara este relato. Primera entrega d...