CAPITULO 14

45 7 0
                                    

Drystan acostó con delicadeza a Evangeline sobre su cama, el guardián espero a que ella se quede dormida para poder cambiarla de sitio. Evangeline se había vuelto a enfadar con Layton aquella tarde, la discusión tan solo llego a unos cuantos gritos antes de que Edlynne les ordenara que se detuviesen.

De nuevo, Layton se había quejado de lo injusto que fue la elección de nuevo duque, alegando que no habían dejado opción a que alguno de sus hermanos pidiera el cargo tras la muerte de su padre. Lennox se convirtió en duque antes de que llevaran sus restos al palacio, ni siquiera espero a hacerle un funeral para sentarse en el mismo lugar que Javaid. Desde entonces se había sentido más desplazado que de costumbre. Su posición era meramente la manera en la que Javaid lo había proclamado como hijo, a sabiendas de la oposición de su mujer.

Evangeline defendía a su hermano mayor con ferocidad de cualquiera que quisiera menospreciarlo, ella no iba a permitir que la gente hablara mal de Lennox, le daba igual que permanecieran a la misma familia. Ella conocía la razón por la que su hermano había tomado aquella decisión tan precipitada y le molestaba el hecho de que hubiera sido por su culpa. Aún se aferraba en la idea de que Lennox dejará de verla con pena cada vez que estaban juntos.

Agradecía la llegada de Nolan a palacio, no solo por tener un compañero con el cual pasar el tiempo, sino porque estaba segura que ella no ocuparía los pensamientos de Lennox durante tanto tiempo. Se sentía egoísta en ese aspecto, usar a Nolan como un señuelo para que nadie, a parte de Lennox conociera su secreto.

Drystan apoyó las manos de Evangeline con delicadeza sobre la almohada, aún podía ver el rastro de las lágrimas de impotencia que había en sus ojos, él había intentado detener la discusión de la mejor manera, pero Layton no dudo en atacarlo.

-No te vayas, por favor... - Evangeline sujetaba la manga de la chaqueta con miedo. – No te vayas, Drystan.

El guardián se mantuvo en la misma posición hasta que Evangeline le dio la espalda. Los fantasmas del pasado la habían vuelto a atacar con la llegada de Layton, ella no quería admitirlo, no debía hacerlo mejor dicho, pero nunca lo había considerado como un verdadero hermano. Layton no era como Lennox ante sus ojos, nunca llegaría a ser como Lennox, era un pensamiento que compartía en secreto con su madre.

Lennox se había esforzado desde pequeño en tratarlos a los dos por igual, aunque siempre había tenido mucho más cariño a Evangeline y su madre. En los ojos del pequeño Lennox se podía ver el terror que sentía este ante su padre, y aunque muchas veces osaba desafiarlo, nunca se había atrevido a decirle sus verdaderos sentimientos. Entendía la razón por la cual su hermano no quería oír hablar de su padre en la medida de lo posible, ella aún se siente como la niña que debía aceptar sus caricias para proteger a su madre.

-Drystan... - necesitaba sentir a su guardián cerca de ella, sin querer lo había apartado de su lado. – Drystan... - le desesperaba que su padre se lo hubiera llevado con él.

-Mi señora, estoy aquí... - Evangeline dejó de fruncir el ceño al escuchar su voz. – Duerme tranquila.

A veces, odiaba el hecho de tener que ocultar la verdad. Aún no se había atrevido a contarle nada ni a su propio guardián por miedo a lo que los ancianos pudieran hacer en su contra si Drystan lo sabía.

Como cada mañana, Evangeline expulsó a las doncellas de su habitación, no soportaba que nadie estuviera a su lado cuando acababa de despertar. Tan solo Drystan tenía el permiso de permanecer a la misma que ella. El guardián ya había aprendido a vestirla y ya no le importaba o daba vergüenza verla desnuda.

-Haz que laven esto. – dejó caer su camisón por su pierna con delicadeza mientras se desprendía de su ropa interior. – Drystan levanta la cabeza. – el guardián lo hizo. - ¿Te gusta lo que ves?

¡Maldito, pequeño doncel!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora