Nolan mantuvo su espalda pegada al respaldo de la silla, mientras esperaba al duque. La fiebre le estaba empezado a pasar factora a medida que pasaba el tiempo, el doncel intento pensar en otra cosa para disipar su malestar. Mantenía a Pietro alejado de él para que no se diera cuenta de su estado, pensado una manera para no parecer enfermo delante de su prometido.
-¿Se encuentra bien, señorito? – el doncel asintió con una pequeña sonrisa. – El duque está viniendo.
Lennox se presentó ante ellos con una gran sonrisa, eran pocas las veces que podía ver a Nolan, desde que su madre y hermano se marcharon, se mantuvo ocupado con los preparativos de la boda, escuchando las peticiones de los ancianos y rechazando las que le parecían menos importantes. Pensado en todo momento en la comodidad de su doncel. Los ancianos parecían molestos cada vez que se negaba a aceptar alguna de sus ideas. El duque no quería que se volviera a presentar aquella escena del homenaje de su padre, así que pidió que no los llevaran a caballo para presentarlos como esposos.
-Perdón por la tardanza, Nolan. – el duque besó su mejilla con delicadeza, notándolo caliento. - ¿Te encuentras bien? No tienes muy buena cara, mi hermana me contó lo que ocurrió en la prueba del vestido ¿tus pies están bien?
-No se preocupe, señor duque. Mi guardián y doncellas se han encargado del cuidado de mis pies. – Pietro aparto la mirada cuando Lennox lo miro. – Ya no me duelen.
Nolan escucho a Lennox con detenimiento, el duque quería hablarle sobre la boda que se celebraría en unas semanas, como él había pedido, en el palacio de Edevane. El doncel consiguió así que tan solo tuviera que llevar un vestido aquel día, algo que de cierto modo agradecía, se presentarían como esposos en Arife cuando todo estuviera más tranquilo, seguramente después del tratamiento al que debía someterse.
No le prestó atención a la comida que le sirvieron en su plato durante la cena, Nolan apenas comía, sentía nauseas de tan solo olerlo. Lennox ordeno que le sirvieran otro plato más ligero para que comiera, el doncel tan solo tomo tres cucharadas antes de decir que estaba lleno.
-No has hablado apenas, Nolan... - el duque se estaba dando cuenta del estado preocupante del doncel. – ¿Quieres contarme algo?
-Me gusta escucharlo, señor duque. No tengo la oportunidad de hacerlo a menudo, no se preocupe por mí. – sonrió cansado, debía aguantar por el bien de su guardián. – Sigue hablando de la boda, me gustaría saber cómo se organiza la unión oficial con la familia Edevane.
Había empezado a ver borroso y apenas podía concentrarse en las palabras del duque. Respiraba con dificultad mientras intentaba concentrarse en observar la cuchara que se encontraba en su mano, estaba seguro de que si mantenía su vista pegada a aquel objeto se lograría recuperar sin preocupar a nadie.
La imagen del duque fue sustituida por un gran manto negro, lo último que escucho fueron los gritos de Pietro, aunque no estaba muy seguro, el guardián no había gritado con anterioridad delante de él. Alguien le sujetaba en sus brazos, notaba los golpes en sus mejillas, y aunque intentaba despertarse su cuerpo no se lo permitía. Las voces de su alrededor se fueron apagando hasta llegar a un profundo silencio.
Garth lo observaba con preocupación, el temible granjero de Phoenix parecía perdido cuando su hijo se encontraba enfermó, Nolan sonrió cuando lo vio acercarse a él, las manos de su padre siempre le habían dado seguridad, no pudo llamarlo aun teniendo su nombre entre los labios. El hombre puso un paño sobre su frente y acaricio sus manos, podía escuchar claramente sus palabras, siempre las repetía, era su mantra, una manera en la que creía que Nolan se curaría milagrosamente.
-Papá... - Garth tan solo le sonrió antes de comprobar de nuevo su temperatura. - ¿Eres tú papá?
-¿Quién más voy a ser? – preguntó de manera burlona. – La fiebre te ha hecho olvidarte de mí.
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¡Maldito, pequeño doncel!
RomanceUn doncel debe ser respetuoso, callado y delicado. Esa explicación no convence demasiado a Nolan. Cuando escucho que debía de ser sumiso hacía su prometido, empezó a reír. Y la guinda del pastel fue que tenía terminalmente prohíbo subirse a los árbo...