La tensión de los ancianos era palpable, hacía más de tres meses que esperaban las noticias de un próximo heredero para la familia Edevane. Pero nada daba resultado, Lennox les prohibió hablar con Nolan sin que él estuviera presente, así que enviaban todas sus quejas a su guardián. Rudolf se encarga de informarle de todo lo que ocurría.
-Están muy enfadados, mi señor... - el guardián no se atrevía a acercarse demasiado al duque. – Dicen que lo están haciendo a propósito.
-Mi esposo y yo no tenemos ninguna prisa. – Lennox sonrió al ver la fotografía de Nolan en su escritorio. - ¿Te han dicho algo importante?
-Tan solo que están decepcionados con los resultados. – Rudolf les mostro otra de sus cartas. – Les dijeron que el tratamiento daría resultados inmediatos, los ancianos querían que el próximo heredero naciera a finales del año siguiente.
-Mi querido Nolan no tiene la culpa, fueron ellos quienes decidieron que debía tomar el tratamiento, nuestro doctor les dijo que no había funcionado como quisieron.
Lennox no culparía a Nolan de las decisiones de los ancianos. Un mes después del tratamiento, el doctor Wilhmer había detectado una bajada bastante grave del doncel, así que tuvieron que suministrarle algunas hormonas para que pudiera tener un equilibrio.
-¿Cómo se encuentra mi esposo está mañana? – el duque giro su cabeza hacía la ventana, ya se estaba empezando a notar el inició de la primavera. – Anoche parecía estar bastante cansado ¿ha comido bien?
-El pequeño doncel se encuentra dando un paseo por el jardín con la señorita Evangeline y el joven Simba. – Lennox tenía ganas de verlo. – Pietro me informó que irían a su rincón de picnic, el señorito preguntó si puede ir con ellos.
Encontró la excusa perfecta para salir de su despacho, como esposo debía cumplir con los deseos de su querido doncel. Nadie podía reclamarle nada, estaban en el primer año de matrimonio, era algo muy especial para Lennox. Rudolf le tendió la capa que lo ayudaría a cubrirse del viento frío de la mañana. El duque salió con una sonrisa resplandeciente del lugar.
-Creo que aún se encuentran en allí. – Rudolf no estaba seguro. – Escuche a la señorita Evangeline decir que quería ver la ciudad de Arife desde arriba, han empezado a poner las banderitas.
-Rudolf ¿mi esposo llevaba ropa cómoda? – el guardián asintió. – Estos últimos días, ha empezado a llevar corsés ya que quiere marcar sus caderas, es un pequeño diablillo ¿lo sabias? – rio. – Lo hace para provocarme, sabe que me gusta.
-El señorito vestía con la ropa de hípica. –Lennox se relamió los labios. – Aunque pensaba en cambiarse de ropa.
Rudolf le iba relatando poco a poco las actividades que había realizado Nolan, asegurándole que en ninguna había corrido demasiado peligro. El guardián se permitió bromear sobre el pequeño susto que le había dado a Pietro cuando subió a uno de los árboles, hacía más de seis meses que no lo intentaba y lo había sorprendido.
-El señorito fue muy rápido, ni siquiera la señorita Evangeline logró verlo. – sonrió el guardián. – Mis compañeros tuvieron que convencerlo para que bajará, el señorito quería comer una de las mandarinas del árbol.
-Recuérdame que debo pedirle a los jardineros que le lleven una cesta a mi esposo. – él asintió. – Rudolf, podrías acercarte un poco más a mí, no me enfadare.
-Mi señor, sería de mala educación caminar a su lado, como su guardián debo cubrirle las espaldas. – Lennox rio.
Lennox consiguió dos mandarinas más del árbol en el que Nolan había estado hacía unos minutos, sabía que su doncel adoraba ese sabor, casi tanto como las manzanas de caramelo. Se había asegurado de conseguir todo lo que le pedía para mantenerlo feliz, Nolan se negaba a acercarse a él cuando estaba de mal humor, o había discutido con Pietro.
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¡Maldito, pequeño doncel!
RomanceUn doncel debe ser respetuoso, callado y delicado. Esa explicación no convence demasiado a Nolan. Cuando escucho que debía de ser sumiso hacía su prometido, empezó a reír. Y la guinda del pastel fue que tenía terminalmente prohíbo subirse a los árbo...