La habitación mostraba el desgarrador desenlace de una pelea que no quería llevar a cabo, el doctor se quedó en silencio por unos minutos para poder procesar la escena. En teoría debía haber once hombres, pero solo había diez. La puerta no se había abierto desde que Lennox salió y no había ningún tipo de ventana por la que alguien pudiera salir, no había ninguna otra puerta en el lugar. Se encontraban en el sótano.
-Señor, él también está muerto. – le avisó la doncella. – Al igual que ellos cuatro.
-Seis, señor ellos tampoco tienen pulsos. – respondió con la cabeza gacha.
El propio doctor comprobó a los cuatro que faltaban, ninguno de ellos estaba vivo. No había sangre en el lugar, sus cuerpos estaban heridos. Más de uno tenía marcas en el cuello, era como si los hubieran ahorcado, pero no había ninguna cuerda en el lugar.
Las doncellas cerraron los ojos de sus compañeros con el corazón roto, hacía apenas unos minutos habían estado juntos, hablando con tranquilidad a la espera del duque. Los conocían desde que empezaron a trabajar en la mansión, incluso se podían considerar que de alguna manera eran amigos, aunque siempre intentaban ocultarlo a los demás por miedo a represalias.
-¿Podemos salvar a alguno? – el doctor negó con la cabeza, después de comprarlos a todos uno a uno.
-Cubrir sus cuerpos y no dejéis que nadie entre.
Algo le decía que estaba mal, faltaba un hombre. Las doncellas se habían dado cuenta de su incomodidad en el lugar, pero no le preguntaron nada, el doctor camino por la sala esperando encontrarlo en algún lugar escondido, pero no había rastro de él.
El hombre que faltaba era Zayer, el guardián al que le había curado las manos hacía apenas tres días. La primera vez que lo vio pensó que era un hombre ansioso, tal vez por el miedo, tuvo cuidado al hablar con él, asegurándose de que se encontraba con todos sus sentidos antes de salir. Le pidió una muestra de sangre, al igual que al pequeño doncel, para buscar si había algo extraño en él, los resultados fueron extraños, iba a hacerle la prueba de nuevo, para asegurarse. Pero Zayer no se encontraba por ningún lado.
Notaba el sabor a hierro en su boca, llevaba rato mordiéndose la mejilla por dentro, siempre le había ayudado a concentrarse, pero en aquel momento no sabía en qué pensar. Escuchaba alguno de los sollozos de las mujeres a su lado. Una de ella acariciaba el cabello de unos de los hombres con dulzura, el doctor aparto la mirada cuando vio que lo besaba antes de cubrirlo como al resto.
-Ha sido Zayer ¿verdad? – dijo furiosa, se notaba como se aguantaba para no gritar. – Es el único que no está aquí.
-No podemos hacer conclusiones tan precipitadas, señorita. – los ojos de la doncella estaban demasiado tristes. – Puede que él también este muerdo.
-¿Dónde? No lo veo, doctor. – grito. – Dime donde se encuentra, donde está Zayer.
-Señorita, debe calmarse, será mejor para ti. – el único sospechoso en aquel momento era Zayer.
Lennox se encontraba delante de su esposo con los brazos cruzados sobre el pecho, el pequeño doncel lo miraba avergonzado mientras jugueteaba con la tela de su camisa. No respondió a las preguntas del duque, en cambio le dedico una pequeña risita para destensar el ambiente. Lennox también había regañado a Pietro por dejar que Nolan lo engañara de esa forma, el duque no dejó que se explicara.
Nolan se encontraba perfectamente, incluso con mucha más energía que antes de irse. Sus mejillas estabas sonrojadas, Lennox no sabía si era por la vergüenza o porque se empezaba a sentir mejor. El duque intento mantenerse serio ante él, no podía dejar que lo engañara de esa forma, no de esa manera tan infantil, incluso implicaron a una pobre doncella para que los ayudara.
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¡Maldito, pequeño doncel!
RomanceUn doncel debe ser respetuoso, callado y delicado. Esa explicación no convence demasiado a Nolan. Cuando escucho que debía de ser sumiso hacía su prometido, empezó a reír. Y la guinda del pastel fue que tenía terminalmente prohíbo subirse a los árbo...