-Tan solo sigo las órdenes del duque. – respondió Zayer con simpleza, antes de volver a acostar al doncel en la cama. – No puede interponerse entre lo que ocurra entre Pietro y el duque, será mejor que siga descansando.
El cuerpo de Pietro comenzó a temblar cuando reconoció aquella habitación, el guardián pensaba que no tendría que volver a ese lugar nunca más después de la muerte del antiguo duque. Había escuchado que la habían reformado para que no se parecía a la sala de castigo de Javaid, pero aun así le daba escalofríos tan solo encontrarse en aquel lugar.
Podía escuchar cómo Javaid arrastraba las cadenas para asustarlo, estaba seguro de que el antiguo duque se encontraba detrás de él, pero no se atrevía a mirar. Lennox le había ordenado que lo siguiera hasta allí, así que no pudo negarse, no hablo ni le miro en ningún momento, Pietro casi piensa que aquel hombre frente a él era su antiguo dueño.
-No va a pasar nada de lo que estás pensado. – respondió el duque ante de que le preguntase. – Tan solo te he traído aquí para advertirte, Pietro.
-Mi señor ¿En qué puedo servirle? – Pietro podía sentir como sus manos temblaban de miedo. - ¿Qué puedo hacer por usted?
-Vas a ser castigado como dicta la norma. – el guardián palideció. – Pero no será como cuando estaba mi padre, tan solo una pequeña advertencia para que aprendas a cuidar mejor de mi prometido.
Lennox se sentó delante de él y le indico que se acérquese, por más que miraba a su alrededor no era capaz de encontrar a los ancianas o algún otro guardián. El duque no podía mancharse las manos con la sangre de sus protectores, por eso nunca era él quien ejercía el castigo. Pietro no sabía cómo responder a aquel momento, no era buena idea huir, estaría en peligro.
-¿Qué es lo que más le gusta a mi prometido de su guardián? – Pietro no sabía hasta donde quería llegar. – Sé que vuestra relación es mucho más estrecha que la de un amo con su protector, lo he podido notar en varias ocasiones.
-Mi señor ¿Qué significa esa pregunta? – Lennox levanto la ceja molesto. – Mi relación con el pequeño doncel es como usted me pidió, quería que él confiará en mí, como si fuera su hermano ¿no es cierto?
-Pietro, responde a mi pregunta ¿Qué es lo que más le gusta a Nolan de ti? – el guardián agacho la cabeza. – No me hagas preguntárselo a él, respóndeme.
-Lo cierto es que no lo es del todo. – suspiro mientras apretaba los puños. – El pequeño doncel nunca me lo ha dicho. – Pietro sintió miedo al cambio de humor. – Si te soy sincero, puede que sean mis manos.
-¿Tus manos? – asintió avergonzado, no se veía capaz de revelarle su secreto al propio duque. – Explícate.
-Al duque le molestan los guantes, por eso me pide que me los quite. – Pietro espero algún reproche de parte de Lennox, pero este no dijo nada. – Cuando estamos solos, me veo obligado a quitarme los guantes para la comodidad de Nolan, mi señor. No he hecho nada inapropiado, tan solo he seguido los deseos del señorito.
Las manos de Pietro empezaron a sudar, Lennox ¿Sería capaz de pedir que le cortaran las manos? Su castigo sería perderlas, estaba seguro. El duque se mantuvo serio durante un par de minutos, mientras él pensaba en la manera de contarle porque lo hacía. Nolan decía que no era necesario que las lleve cubierta todo el día, aunque él tan solo se había permitido ir con las manos desnudas en la habitación del doncel. Cuando lo ayudaba en el baño o debía tocar su cuerpo, siempre lo hacía con las manos cubiertas, para no tocar su piel, aunque el doncel se lo reprochase, era una manera de mantener a Nolan limpio.
-Quítate los guantes. – Pietro palideció al escucharlo. – Sé que me has escuchado, quítate los guantes, Pietro.
-Sí, mi señor.
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¡Maldito, pequeño doncel!
RomanceUn doncel debe ser respetuoso, callado y delicado. Esa explicación no convence demasiado a Nolan. Cuando escucho que debía de ser sumiso hacía su prometido, empezó a reír. Y la guinda del pastel fue que tenía terminalmente prohíbo subirse a los árbo...