Nolan caminaba de la mano de Lennox por el pequeño bosque, el doncel tuvo que esforzarse para poder engañar al duque y poder salir de su transporte. Se sentía tensó en aquel lugar, apenas podía moverse y se perdió gran parte del paisaje. Lennox solo acepto cuando llegaron a un lugar tranquilo, no quería que su doncel corriera peligro en ningún momento.
Zayer y Pietro se encontraban detrás de ello en silencio. Desde el día anterior Zayer estaba extraño, el duque le había prohibido quejarse del doncel, así que en más de una ocasión se tuvo que morder la lengua para no regañarlo. Pietro lo observaba de reojo mientras se aguantaba la risa, su compañero tuvo varias oportunidades para regañar a Nolan pero no lo hizo.
Lennox estaba atento a su esposo con una pequeña sonrisa en su rostro, Nolan se mantenía cerca de él tan solo se separaba unos pasos cuando algo le llamaba la atención, el doncel le pedía a Pietro que le dijera que tipo de flor o planta era las que tomaba, ya que no se parecían a las que estaba acostumbrado a ver.
-Es una heliconia, en Edevane no son comunes... - le explico con tranquilidad. – Hay muchas especies diferentes, señorito, no las conozco todas. – sonrió. – Es mejor que la deje allí, no la arranque, en Edevane podría marchitarse, necesita mucha humedad y el viaje aún es largo.
Nolan le había puesto varias flores pequeñas en el cabello a Lennox, algo que a Zayer no le hizo mucha gracia, el duque no se quejó en ningún momento. Estaba demasiado feliz de verlo frente a él, había estado semanas sin poder hablar más de unas pocas frases con él, debido a la boda y a la presión de los ancianos. En esos momentos sentía como sus energías se renovaban aunque Nolan lo estuviera agotando físicamente.
Aguanto la risa cuando su esposo no pudo contenerse y subió uno de los árboles, Pietro le había advertido en varias ocasiones que Nolan era capaz de hacer cosas como esas sin avisar. El doncel bajo por si solo cuando estuvo satisfecho.
-Pequeño doncel, puede ser peligroso. – le reclamo Zayer, ignorando la mirada de advertencia de Lennox. – Como esposo del duque debe comportarse, no debería subirse a los árboles como si fuera un mono ¿Qué imagen da haciendo eso?
-Solo fueron unos segundos. – respondió avergonzado, no pensaba que podría molestarle a alguien, en palacio nunca lo regañaban.
-Zayer, habla con respeto a mi esposo... - Lennox lo miraba furioso. - ¿Cómo te atreves a levantarle la voz? Eres un guardián, tu deber es protegernos, no decirnos lo que debemos hacer ¿has entendido?
Zayer se quedó en silencio, no esperaba que Lennox se moleste con él, al decir algo que pensaban todos los presentes. Algunas aptitudes del doncel eran demasiado infantiles, Pietro hubiera tenido que cambiarlas para garantizar que nadie se burlara de su duque. Nolan era su esposo, alguien importante para la familia Edevane, pronto debería darle un hijo, no podía comportarse de esa manera. El guardián observo como Nolan se escondía detrás de Lennox mientras lo miraba con miedo, era la primera vez desde su llegada que un guardián lo regañaba. Nolan no contaba las veces que Pietro lo regaño por quedarse despierto hasta tarde o cuando se negaba a ir a una de las clases, su guardián tenía mucha paciencia.
-No quería molestar. – respondió con tristeza. – Siento que pienses que soy un mono, no lo volveré a hacer, Zayer.
-Nolan, no debes hacerle caso... - Lennox no apartaba la mirada de su guardián. – Él es quien debería pedirte disculpas por hablarte de esa forma.
El guardián no respondió. No podía permitirse aceptar que de algún modo se había equivocado con Nolan, el duque no parecía muy feliz. Le pidió a Pietro que cuidará de Nolan mientras él iba a hablar con Zayer, Nolan le pidió que no le hiciera nada malo.
Lennox llevo a Zayer a un lugar apartado para que su esposo no pudiera ver ni escuchar nada, el guardián se mantenía con la cabeza gacha mientras caminaba detrás de él. Era la primera vez que el duque se enfadaba de aquella manera con él.
-Mírame a los ojos, Zayer. – él lo hizo con miedo. – Dime las tres normas de un guardián.
-Ver, oír y callar. – el duque asintió. – Observar en silencio a tu amo, escucharlo sin protestar y callar cuando sea necesario.
-¿Por qué no has seguido las tres normas, Zayer? – el guardián apretó los labios. – No tienes permitido hablarle de esa forma a mi esposo, como mi guardián te ordeno que te abstengas de opinar sobre sus acciones.
-Mi señor, puede ser peligroso, si el pequeño doncel se hubiese hecho daño ¿De quién hubiese sido la culpa? No deberíamos permitirle que hiciera algo tan temerario como eso. Un mal pasó y podría haberse hecho daño en uno de sus brazos, o piernas. – respondió con miedo. – O mucho peor, en palacio, el pequeño doncel acostumbra a actuar así, aunque sepa que no está permitido, vuestra hermana se lo permite, incluso los guardianes, mi señor, tan solo me preocupaba por el doncel.
-Está será la última vez que le levantaras la voz a mi esposo, si quiere hablar con él, primero debe decírmelo a mí. – Zayer asintió. – A partir de ahora, tan solo podrás hablar si yo te lo permito.
Nolan se encontraba dentro de su transporte acompañado de Pietro, el doncel pensó que era buena idea mantenerse quieto al menos hasta llegar al primer pueblecito antes de Borsir. En sus manos tenía un pequeño ramo de las flores que Pietro le había dicho que podía llevarse sin dañarlas, el doncel pensaba guardarlas dentro de su cuaderno como recuerdo de su viaje.
-¿Te encuentras bien? Mi querido doncel. – Nolan sonrió. – Que ramo más bonito ¿las has elegido tú? – asintió, y se las mostro con cuidado, no quería que se rompieran. – En Edevane hay una flor parecida a esta, le diremos a Evangeline que te la muestre cuando volvamos.
Zayer entro en silencio antes de cerrar la puerta, el guardián tan solo miró a Pietro, no quería que Lennox lo volviera a regañar por mirar a su doncel. Desde que se casó con él era excesivamente protector con él, algo que era habitual en los matrimonios jóvenes, aunque algo molesto para los que los rodeaban. Nolan sonrió con timidez antes de hablarle.
-Zayer, le agradezco que se haya preocupado por mí. – sus mejillas se sonrojaron. – Pietro me explico que no te enfadaste realmente conmigo, si no que te asustaste por si me hacía daño. – Zayer miro a Lennox antes de responderle, el duque asintió.
-Pequeño doncel, siento haberle levantado la voz de esa manera, no era mi intención molestarlo. – Nolan se rio, al comprobar que no estaba enfadado realmente con él. - ¿Cómo puedo ganarme su perdón?
-Por favor, dime lo que he hecho mal, para que pueda comprenderlo. – respondió con una gran sonrisa. – Entenderé su preocupación si me lo explica, no volveré a subir a un árbol si eso es lo que le asusta.
-Pequeño doncel, usted puede hacerlo si es lo que quiere, avísanos antes para que podamos estar atentos y comprobemos que es seguro para vos. – Nolan asintió.
Nolan les hablo durante unos minutos sobre lo que quería hacer en Borsir, la señora Edlynne le había hablado de una tienda de dulces que tenía muy buena pinta, le pregunto a Lennox si tendrían tiempo a visitarla. También quería como era la pequeña fuente del centro de Borsir, allí decían que Aníbal solía visitarlo a menudo, le gustaría ver cómo era para poder conocer un poco más al doncel.
-Iremos a todos los lugares que quiera, mi querido doncel, será un viaje de investigación. – se burló el duque. – Sé que te gusta mucho.
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Nolan comprobó los brazos de Zayer para asegurarse de que no había sido golpeado, no le iba a perdonar a Lennox que hiciera daño a uno de sus hombres por él. El guardián tuvo que subir sus mangas para que el doncel viera que no se le habían echo nada malo. Se sintió aliviado al ver que tan solo tenía una pequeña picadura.
El doncel volvió a subirse a uno de los árboles, sin avisar, se olvido que debía hacerlo. Pietro comenzó a reír cuando vio que su compañero se puso nervioso al ver que el duque quiso acompañarlo.
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¡Maldito, pequeño doncel!
RomanceUn doncel debe ser respetuoso, callado y delicado. Esa explicación no convence demasiado a Nolan. Cuando escucho que debía de ser sumiso hacía su prometido, empezó a reír. Y la guinda del pastel fue que tenía terminalmente prohíbo subirse a los árbo...