CAPITULO 20

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Drystan camino lentamente por el pequeño rio de sangre que se formó en la alfombra, sin poderse creer lo que estaba ocurriendo, miraba sus manos desesperado, la sangre que las manchaba era la de Evangeline, estaba seguro de ello. Llamaba con terror a su ama con la esperanza que ella despertará que fuera un mal sueño, que tan solo fuera una terrible pesadilla, no podía creerlo. No recordaba nada.

-¿No eres igual que yo? – se burló la voz de Javaid a su espalda. – Eres peor que yo.

El guardián cayó de rodillas cerca del cuerpo de Evangeline, contuvo el aliento cuando acarició su cabello, quería escuchar su tierna voz diciéndole que todo estaba bien, pero ella no se movió. Quería apartar la terrible risa de su espalda, le había pedido a Javaid que dejará de burlarse de él, mientras le rogaba a Evangeline que despertará.

-No puede ser posible, mi señora... - la respiración de Drystan se aceleraba a medida que pasaba el tiempo. – Mi Afrodita...

-Es una pena que la vida de mi hija fuera tan corta. – sonrió el antiguo duque. – Muriendo en manos de su amante, una terrible tragedia.

No le importaba quedarse sin voz, Drystan grito con todas sus fuerzas para que Evangeline despierte, no se atrevía a tocar su cuerpo, ni siquiera le vio el rostro. El guardián le rogaba que todo fuera un terrible sueño, Evangeline debía estar viva, él le había prometido la libertad, quería que su ama fuera libre, deseaba ver la sonrisa sincera de Evangeline el resto de su vida.

La última imagen que recuerda es su cuerpo tendido en el suelo, su Afrodita no había podido morir en sus brazos, era imposible, no podía suceder algo como eso.

-Drystan... - no podía confiar en aquella voz. – Drystan detente, Drystan. – Evangeline estaba muerta, su sangre estaba en sus manos. – Te ordeno que te detengas.

Escucho varias palabras que no entendió, alguien lo sujeto por los brazos tirando de él. Ya se habían enterado de su crimen, no podía creerse nada de lo que estaba ocurriendo. Drystan cerró los ojos con pesar.

-Quitadle el cristal de sus manos, llamad al doctor Wilhmer. – grito Evangeline. – Pietro ponlo en la cama con cuidado.

Nolan controlaba que Simba no se acercará a Drystan. Evangeline había pedido llamar a su guardián por la madrugada debido al extraño comportamiento de Drystan, apenas habían podido separar al guardián de los cristales que tenía en su mano, Evangeline no dio ninguna explicación de por qué se encontraba desnudo, ella tan solo quería que dejará de gritar y llamarla de aquella manera tan desesperada.

-Drystan despierta... - le suplico. - ¿Qué ha ocurrido? Drystan... - su voz tembló cuando el guardián lo miro, sus ojos estaban rojos.

-Mi Afrodita... - ella sonrió. – Mi Afrodita, mis manos, su sangre yo...

Pietro lo sujeto sus hombros con fuerza, para evitar que se moviera y que las heridas se abrieran más. Drystan comenzó a gritar de nuevo diciendo que él había asesinado a Evangeline, Nolan se escondió con sutileza detrás del cambiador de su amiga controlando su miedo, el doncel nunca había visto a alguien comportándose de aquella manera. Evangeline intentaba calmarlo implorando que llegará pronto el doctor, mientras Pietro seguía con su trabajo de que no se moviera.

-El duque Javaid, él... - no podía hablar apenas, miraba el rostro de Evangeline con tristeza, seguramente ella le estaría acompañando. – Está en el baño, él...

-Pietro duérmelo... - el guardián accedió, posteriormente apretó un punto concreto en la nuca de su amigo, haciendo que este cerrará los ojos. – Doncellas comprobar que no haya nada extraño en los baño.

Cuando el doctor llego, Drystan estaba medio vestido, Evangeline se había negado a recibir la ayuda de las doncellas para cambiarlo, le pidió a Pietro que cubriera las partes íntimas de su guardián mientras ella limpiaba los cortes de sus brazos y manos, las rodillas del guardián estaban también llenas de sangre. No le importaba que sus sabanas se mancharan.

¡Maldito, pequeño doncel!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora