CAPITULO 111

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Tristán sujetaba con fuerza a Lennox, mientras Pietro intentaba alejar a su compañero de las manos del duque. Drystan estaba confundido ante la reacción de Lennox, no entendía porque estaba enfadado.

-Tú lo asesinaste... - le gritaba preso de la locura. – Fuiste tú, tú tienes la culpa.

Los guardianes presentes en la habitación se miraban sin comprender, ayudando en silencio a Drystan, actuando como una especie de escudo hacía su compañero. En la mansión y el palacio corría el rumor de que Lennox era un hombre bastante tranquilo, algo que no casaba bien con la actitud que estaba tenido en aquel momento.

-Debe tranquilizarse, señor. – le suplicaba Tristán elevando la voz para que lo pudiera escuchar. – Mi hermano no tuvo la culpa.

La mirada de Pietro se disparó hacía Tristán, si le contaba lo que sucedió aquella noche, la ira de Lennox seria incontrolable. Los guardianes que estuvieron presentes en el castigo de Adrien prometieron guardar el secreto hasta el día de su muerte, nada podía romper aquella promesa, ni el propio Lennox.

-Mi hermano no estuvo allí aquel día, mi señor. – la fuerza en los brazos de Pietro se perdió. – Se lo aseguro, él no tuvo nada que ver con la muerte de Adrien.

Se podía escuchar la respiración de Lennox ante el silencio de los presentes, Tristán no continuo hablando, había revelado más de lo necesario. Pietro apartó la mirada cuando vio que ya no había vuelta atrás, el último secreto de Javaid y la razón de la muerte de su compañero lo habían acompañado hasta en sus peores pesadillas.

Drystan fue llevado a una habitación junto a Evangeline, su hermano quería seguir manteniendo el secreto sobre él, como una manera de protección tardía. La última persona que había visto a Adrien junto a Lennox y Pietro fue él, era normal que Lennox creyese que fue la persona que los vendió.

-No es mi hermano con el que deberías estar enfadado, mi señor. – la rabia en los ojos de Lennox era demasiado a la de Javaid. – Quien llevo a la muerte a Adrien fui yo.

Tristán no dejo que Pietro contase la verdad, aquella noche hacía diez años, había sido él quien lo busco para pedirle ayuda a él. Como mentor de los aprendices era quien tenía más posibilidades de hablar con el duque y los guardianes que lo acompañaban, Adrien no tenía posibilidad de vivir, fue encontrado demasiado tarde por Pietro.

-Yo hable con vuestro padre. – le confesó, sintiendo un gran alivio.

-¿Cómo fuiste capaz? – Tristán sonrió mostrando una gran tristeza en sus ojos. - ¿Cómo te atreviste a traicionarme?

-No le quedaba mucho tiempo, Adrien perdió la razón, quisimos controlarlo, pensamos que si lo llevábamos al doctor se recuperaría de sus heridas, pero él nos pidió que no lo hiciéramos.

Las manos de Pietro empezaron a temblar, la escena que se escondía en la habitación donde encontraron a Adrien era grotesca. Adrien quería destruir todas las partes que había tocado Lennox, le daba repulsión saber para que había sido elegido, aunque no pudo negar que se había puesto feliz cuando lo eligieron, siempre pensó que se quedaría como aprendiz toda su vida. Al único puesto que podía acceder desde allí era al de mentor o profesor, el cual no le hubiese servido para cuidar a su familia.

El deseo más grande de Adrien era convertirse en guardián, para asegurarle una buena vida a su madre y hermano, quería que Rudolf cuente con las posibilidades necesarias para poder irse de palacio si eso era lo que deseaba. Quería que la enfermedad de su madre se curara y acompañara a su hermano a cumplir su sueño, el cual su padre le había arrebatado.

-Adrien no podía soportarlo más, mi señor. – le confesó Pietro, completamente roto. – Quise ayudarlo muchas veces, pero él no escuchaba, por eso le pedía que lo cuidará que tuviera cuidado con él. La estabilidad mental de Adrien era muy débil en aquella época, mi señor.

¡Maldito, pequeño doncel!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora