CAPITULO 89

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Las mañanas eran el momento del día más tranquilo en palacio, el pequeño doncel aprovechaba los primeros rayos del sol para dar un paseo con Evangeline y Drystan, mientras Rudolf cuidaba de Pietro. A veces, cuando Drystan quería cotillear un poco con Pietro, le pedía al pequeño guardián que acompañara a los señores, con la excusa de que quería ayudar a su compañero a recuperarse lo más rápido posible.

Pietro ponía los ojos en blanco al escuchar hablar a Drystan, sabía que su compañero no se iba a quedar tan solo para ayudarlo con su rehabilitación. Nolan no ponía ningún impedimento, al igual que Evangeline, aunque se les podía un poco triste con la decisión. Rudolf se esforzaba por ser el mejor guardián que podían tener en ese momento, pero terminaba sobreprotegiendo demasiado a Nolan, el doncel no dudaba en quejarse cuando sus indicaciones le empezaban a cansar.

-Este camino es demasiado largo, señorito. – Nolan lo miró de reojo, mientras daba unos pasos más para alejarse de él. – Deberíamos ir por allí, es un camino más corto. – señalo a su izquierda. – Llegaremos al mismo sitio en menos tiempo, debo asegurarme de que...

-Me gusta ir por aquí. – refunfuño algo molesto. – A Evan también le gusta, siempre vamos por aquí.

-Señorito, pronto cumplirá tres meses de embarazo, debemos tener cuidado, como doncel su... - Nolan se cubrió las orejas. – Es muy peligroso señorito, puede tropezar y caerse, sería una gran desgracia.

-El bebé y yo estamos bien, no tienes que preocuparte por nada, Evan sigamos por aquí.

Nolan había decido no querer saber el género de su bebé hasta el día en que naciera, así que el doctor no podía decírselo a nadie, ni siquiera a Lennox, y mucho menos a los ancianos. Temía que si la respuesta que querían escuchar no era la que ellos desearan, pidieran que le hicieran algo al bebé, así que lo debían mantener en secreto hasta el final.

-Señorito esto es peligroso... - Rudolf se movía tensó alrededor de Nolan. – Se puede caer, no suba, por favor. Señorita Evangeline ayúdame a convencerlo.

El sudor caía por la espalda de Rudolf, mientras Nolan lo miraba con desafió, su intención era subirse hasta la primera rama del árbol, como hacía normalmente cuando Drystan lo acompañaba. Evangeline se mantenía tranquila, para el agobio del guardián. El doncel ignoraba sus palabras sin ningún tipo de miramiento, acomodase para poder sentarse.

-Señorito... - el guardián sentía como el pánico se apoderaba de su cuerpo. – Por favor, bájese de allí, necesita que lo ayude, es...

-Tiene muy buenas vistas por si quieres subir... - Rudolf se quedó quieto. – Es un lugar muy bonito, sube si no quieres perdértelo. – sonrió. – Evan no puede porque su vestido se lo impide, pero tú sí que puedes.

-Espere, señorito... - estaba intentado analizar la situación. – No se mueva, voy a ayudarle, no tenga miedo, tranquilo.

Nolan sonría con picardía, Evangeline lo observaba en completo silencio aguantándose la risa. Hacía un par de semanas había sucedido lo mismo con Drystan, el guardián ni siquiera le pregunto a Nolan si tenía miedo, simplemente subió para ayudarlo a bajar con cuidado. Tan solo hacía un par de días de la noticia del embarazo y estaba aterrorizado con la idea de que pudiera caer.

Evangeline cuidaba los guantes de Rudolf mientras él se preparaba para subir, no quería que se rompieran o ensuciaran, habían sido el primer regalo de Lennox hacía él y en aquel momento, eran el mejor obsequio que le habían dado.

-No tengas prisa, aún queda mucho para que anochezca. – se burló Nolan. – Sube con cuidado, y ten en cuenta el pequeño agujero, no pongas el pie aquí, te quedarás atascado. – podía escuchar la risita del doncel.

¡Maldito, pequeño doncel!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora