-Una vida de miseria para todos a quienes apoyaran al señor tenebroso eran las palabras que le repita su padre desde que era bebé pero, por alguna extraña razón, eso no le atemorizaba.
Siempre supo que había algo más, algo que no le decían pero la...
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—¿Pasillo muy extraño uno o pasillo muy extraño dos?—pregunta Miki, con un tono de humor, después de lo que habían vivido, quizás ese era su escudo protector.
—Miki, solo hay un solo camino—Responde Hermione, subiendo unas escaleras que se encontraban por el túnel
—Lo intentaste—dice Harry para apoyarla, y ella asiente, definitivamente golpearía a la persona responsable de que casi murieran.
O quizás mandaría a Scabbers de vuelta Egipto, donde debió quedarse perdido en el viaje de los Weasley.
—Estamos en la Casa de los Gritos, ¿no es cierto?—susurra Hermione cuando suben por una abertura que los lleva a unas oscuras tétricas escaleras
—Sube
Los tres continúan subiendo las huecas escaleras hasta llegar al último piso, donde comienzan a escuchar quejas reconocidas.
—¡Ron! ¡Estás bien!—Habla Hermione, siendo la primera en acercarse al pelirroja para verificar si estaba bien
—¿El perro? ¿Donde está?—Dice Harry en tono enojado, pero Miki solo frunce el ceño ¿acaso nadie notaba como había un colchón desgastado y basura de comida al rededor de ellos?
Parecía que alguien estuviese viviendo ahí hace mucho.
—¡Es una trampa!—Se atreve a decir Ron con miedo sin dejar de abrazar a Scabbers—¡Él es el perro, un animago!
Siguiendo las huellas de perro marcadas en el polvoriento suelo hasta una esquiva, los adolescentes fijan su mirada en el hombre que los observaba en silencio detrás de una puerta.
Sirius Black.
—¿Annie?—Susurra con ilusión el hombre, mirando fijamente a la niña de ojos marinos, justos como los de su amada.
—Si vienes por Harry, primero vas a tener que pasar sobre mi—amenaza la chica de pecas ignorando el nombre para colocarse frente a Harry y protegerlo como si su vida dependiese de eso.
El hombre de desgastados harapos ríe cuando la valiente joven saca su varita para apuntarle con ella, debía estar aterrado pero ahora, solo sentía orgullo.
