-Una vida de miseria para todos a quienes apoyaran al señor tenebroso eran las palabras que le repita su padre desde que era bebé pero, por alguna extraña razón, eso no le atemorizaba.
Siempre supo que había algo más, algo que no le decían pero la...
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El pies izquierdo de Miki se movía con ansiedad debido al claro sentimiento que estaba experimentando, después que Viktor consiguera capturar su huevo de oro, le tocaría afrontar el reto del dragón, justo como lo haría después Harry.
No estaba preocupada por estta, no le importaba morir ahí, de hecho lo sentiría como parte de ella , lo que si le preocupaba era Harry.
Confiaba en él, pero siempre terminaba más lastimado de lo que pensaban.
"VIKTOR KRUM LO HA CONSEGUIDO, EL CAMPEÓN DE DURMSTRANG TIENE EL HUEVO DE ORO" resonó el los parlantes de la tolda
Era su turno.
—Estarás bien—susurro Harry tomándole la mano para atraerla a él hacia un abrazo, era la primera vez que tomaba la iniciativa durante mucho tiempo, pero Miki le agradecía el gesto—Buena suerte, pecas.
—Potter, si mueres... bajaré al infierno para matarte de nuevo, ¿lo entiendes?—Amenazó separándose de su amigo para mirarla fijamente.
Harry soltó una risa y asintió sin más.
—Primero intenta no morir en tu turno, luego veremos si tendrás que bajar por mi al infierno—Soltó el de lentes viendo como la chica se alejaba después de despedirse por fin.
Confiaba en ella,sabía que estaría bien, no sin rasguños, pero lo estaría.
Cuando la de Slytherin salió de la tienda caminó por el túnel debajo de las gradas del estadio de quidditch; su corazón latió rápidamente al visualizar a su alrededor.
Los estudiantes y profesores se agolpaban en las gradas, ansiosos por presenciar el nuevo enfrentamiento del día, un majestuoso dragón chino estaba amarrado a enormes cadenas de hierro, esperanzo la primera señal para defender su huevo de oro.
Hermione gritó animando a su amiga tratando que esta la escuchara al igual que Ron, ambos estaban nerviosos, justo como lo estarían cuando llegara el turno de Harry.
Miki llevó sus manos los mechones de su cabello que se escaparon de su coleta para colocarlos detrás de su oreja mientras veía al enorme dragón chino, erguido en el centro de la arena, justo como la minitatura que sacó del costal de Barty Crouch.
