-Una vida de miseria para todos a quienes apoyaran al señor tenebroso eran las palabras que le repita su padre desde que era bebé pero, por alguna extraña razón, eso no le atemorizaba.
Siempre supo que había algo más, algo que no le decían pero la...
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Una desaliñada Miki caminó por los pasillos de Hogwarts con un corazón cargado de tristeza solo había pasado un día tras la muerte de su tío y su padre, no sabía como afrontar esta situación.
Había perdido más ese año.
Al llegar a la oficina de Dumbledore, sintió un nudo en la garganta y golpeó suavemente la puerta.
—Adelante—resonó la voz del director, la madera crujió cuando abrió la puerta, lo primero que visualizó Miki era un destruido lugar.
Vaya, pensó
—Miki, mi joven amiga, por favor siéntate—Habló Dumbledore sentado detrás de su escritorio, con una expresión que combinaba compasión y sabiduría.
Así lo hizo en la silla frente a al escritorio, en silencio, no habían palabras que describieran lo que sentía pero calidez de la oficina contrastaba con el peso en el corazón de Miki.
—Snape me dijo que destruiste el salón de pociones—Comentó el de barba tras un largo silencio, observando como la niña se mantenía con la mirada gacha.
—Veo que no he sido la única—Murmuró la de pecas sin levantar la mirada, no quería que viera su hinchado rostro y ojos de tanto llorar—De todas formas no había mucho que romper allí
—No obstante, aún sigo poseyendo muchos objetos en este lugar—Indicó mirando como el cuadro de Phineas Black observaba a su descendiente con pena y tristeza.
Frente a él veía a la única que portaba el apellido Black original, ¿todo acabaría con ella?
—Lamento profundamente lo que ha sucedido, Miki. La pérdida de Sirius y Regulus es una herida dolorosa que llevaremos siempre
La Slytherin asintió, luchando por contener las lágrimas
Miki tomó asiento, luchando por contener las lágrimas. Dumbledore, con la empatía que solo él poseía, esperó pacientemente a que ella reuniera el valor para hablar sobre lo que sentía.
