-Una vida de miseria para todos a quienes apoyaran al señor tenebroso eran las palabras que le repita su padre desde que era bebé pero, por alguna extraña razón, eso no le atemorizaba.
Siempre supo que había algo más, algo que no le decían pero la...
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Miki no dejó de pensar el restó del verano en todo lo que había pasado en el Mundial, sus tíos le habían dicho por medio de cartas, ya que había permanecido en casa de los Weasley a petición de Sirius, que no había nada de que preocuparse.
Lo cierto era que no le dirían la verdad.
Ni a ella o a Harry.
Harry.
Tal vez si fue bueno hacerlo, después de verse obligada a convivir con él durante un mes antes de regresar a Hogwarts, fue necesario su conversación; aunque al principio se gritaron sin ninguna aparente, al otro segundo estaban jurándose que nada más lo separaría o amenizaría con dañar su relación.
Ninguno podía referirse a ella como amistad, porque ambos sabían que atravesarían esa línea hace mucho; sin embargo, tampoco podrían garantizar que eran más que eso.
Lo importante era que estaban bien, y eso era suficiente para ellos.
—Odio a Rita Skeeter—murmura la de pecas terminando de leer el artículo de El Profeta—¿Por qué siempre exagera los hecho?
Hermione se encogió de hombros acariciando a Crookshanks.
—¿Algo del carrito, queridos?—la señora de los dulces aparece en su cabina con una sonrisa, Miki se levanta para buscar dinero en su pequeña bolsa junto a Ava.
—Oh al fin, ya estaba extrañaba los regalices... ¿Quieres algo, Mione?—Pregunta girándose hacia su amiga, que ahora sacaba un libro de reglamento de 4 año para entretenerse
—No, gracias Miki, estoy bien—Agradece, no quería dulces ahora, era muy temprano para eso, a diferencia de Harry y Ron, que ya estaban en la puerta comprando sus golosinas.
Miki se colocó en el espacio libre cerca de la puerta de la cabina que Ron dejó cuando fue a sentarse para comerse sus Drooble's.
