-Una vida de miseria para todos a quienes apoyaran al señor tenebroso eran las palabras que le repita su padre desde que era bebé pero, por alguna extraña razón, eso no le atemorizaba.
Siempre supo que había algo más, algo que no le decían pero la...
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El antiguo castillo que una vez les había creado buenos y malos recuerdos ahora comenzaba a estar en ruinas.
Miki y Harry corrían por los pasillos que comenzaban a desmoronarse, logrando esquivarlos agilmente, ambos llegaron por fin a la pared familiar, la sala de menesteres aguardaba a que pensaran en que deseaban encontrar para que esto se reflejara en el interior del lugar.
Al momento que ambos abrieron sus ojos después de pensar en la diadema de Rowena Ravenclaw, una gran puerta se revela sin perder más tiempo, los adolescentes entraron al instante, ahora frente a sus ojos muchas columnas con pilas objetos antiguos aparecieron.
Iba a ser difícil encontrarla, pero no imposible, todo acabaría esta noche.
—¿yo izquierda y tú derecha, pecas?—Preguntó el de cabello negro haciendo sonreír a la Miki que asintió antes de darle un beso en la mejilla y correr a la otra dirección.
Miki comenzaba a buscar con la mirada entre las pilas, por alguna extraña razón se sentía atraída hacia algo, pero al mismo tiempo sus sentidos le fallaban, provocando cierta confusión.
Al cabo de un par de minutos, de detuvo en un pasillo y para su sorpresa, Harry también había llegado a ese mismo lugar para fijar su mirada en una mesa aparta con una gran manta café cubriendo algo.
—Debe estar ahí—Apuntó Miki para acercarse junto al de lentes para quitar la mediana manta, ante ellos una pequeña caja tatuada de madera se mostró, curiosa Miki abrió la misma para sonreírle al pelinegro que hizo lo mismo al notar una corona con un hermoso zafiro azul ovalado en ella.
La diadema de Rowena Ravenclaw.
Un horrocrux más y todo esto terminaría.
—Vaya vaya —Escucharon detrás de ellos provocando que Miki cerrara la caja al reconocer esa voz tan familiar durante esos últimos meses—¿Qué trae a la pareja aquí?
—Draco—Susurró la Slytherin frunciendo su ceño al notar como no solo su rubio primo le apuntaba con su varita, sino que también Goyle y Crabbe.
