-Una vida de miseria para todos a quienes apoyaran al señor tenebroso eran las palabras que le repita su padre desde que era bebé pero, por alguna extraña razón, eso no le atemorizaba.
Siempre supo que había algo más, algo que no le decían pero la...
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Miki estaba sentada en el comedor de Hogwarts tratando de terminar su tarea de transformación antes de ir a hablar con Snape que había solicitado su presencia después del almuerzo.
—¿Vieron cómo Snape ignoró mi respuesta? Seguro está celoso de mi increíble belleza—Aclamó Blaise pasando una mano por los hombros de Pansy para que esta riera nerviosa.
La de pecas levantó la mirada con una sonrisa, era bueno verlos tan felices, en tiempos como estos tener algo de compañía era bueno.
—Bueno, que haga fila porque advierto que soy celosa—Indicó Pansy para darle un corto beso en la mejilla al moreno, que sonrió al instante
—Ah, demasiado cursi para mi—Se queja Miki en broma haciendo que Blaise le lance una pequeña palomita que estaba comiendo—¡Qué grosero, Zabini!
—También estas celosa de mi, ahora que tu amiga es solo mía—Indicó con superioridad y la de pecas entrecerró sus ojos divertida
—Tienes razón y me batiría a duelo contigo si no tuviese que ir con Snape, entonces...tú y yo en la mazmorra, Zabini—Dijo con un ligero toque sarcástico para levantarse de la banca después de cerrar su libro
—Me gustan los desafíos, Black—Afirmó Blaise para darle un beso en la frente a la pálida pelinegra de cabello corto que reia en sus brazos
—Mira como tiemblo—Bufó Miki antes de despedirse de ellos diciéndole que los veía en clases.
Cuando la chica iba a mitad del comedor para lograr salir por la gran puerta, alguien la interrumpió metiendose en su camino, ahora un pequeño rubio de ojos café, con uniforme de Gryffindor temblaba frente a ella mientras sostenía una tarjeta y un ramo flores con regalices que apenas podía cargar.
—¿Eres Miki Black?—preguntó el niño, nervioso cuando muchas miradas burlonas y curiosas recaían sobre ellos.
Miki asintió confundida mientras miraba miraba al niño con una ceja levantada.
—Sí, soy yo. ¿Puedo ayudarte en algo? —dijo ella voz tierna y una sonrisa amistosa.
—Me... me pidieron que te entregara esto... es para ti—susurró titubeante para entregarle primero la carta y luego el gran ramo que sostuvo con fuerza—Es... de un admirador—dijo para correr fuera del comedor ante la ansiedad que sentía, le pareció bastante adorable, pero ahora estaba intrigada.