-Una vida de miseria para todos a quienes apoyaran al señor tenebroso eran las palabras que le repita su padre desde que era bebé pero, por alguna extraña razón, eso no le atemorizaba.
Siempre supo que había algo más, algo que no le decían pero la...
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Caos.
En un solo día.
Era una nueva racha para ella.
—Entonces un elfo doméstico se aparece en mi casa—dice Harry corriendo junto a sus dos amigos para subir las escaleras después de dejar sus pertenencia en la planta baja—no podemos pasar por la barrera a la plataforma 9¾... casi nos mata un árbol, evidentemente alguien no quiere que venga este año
—¿Espera, que?—pregunta la menor
—Oh... olvidé mencionarlo, Dobby no solo robó mis cartas, fue a mi casa para decirme que que estaba en peligro este año—Responde Harry restándole importancia, lo normal, Miki solo entrecierra sus ojos, le hubiese gustado saber eso antes.
¿Acaso así sería su vida si entablaba una amistad definitiva con el trio?
—Vaya, vaya—dice frente ellos, los tres se miran entre si cuando reconocen al final de la escalera como el señor Filch los miraba con mrs. Norris en brazos—Miren muy bien todo niños, quizá esta sea la última noche que pasen en el castillo—Advierte con una sonrisa—¡ay cielos en que problema nos metimos!
Estaban acabados.
—¡Los vieron no menos de siete muggles!—Regaña el profesor Snape sosteniendo el artículo de El Profeta, para nadie era una sorpresa que las noticias se esparcieran rápidamente como por arte de magia.
—Al menos no fueron ocho—murmura la de pecas con una sonrisa para apaciguar el momento, pero todos sabía no era el momento de hacer bromas—Lo siento—dice cuando Snape la fulmina con la mirada
—¿Tienen idea de lo serio que es esto?—Regaña hacia los tres con seriedad, levantándose de su silla para caminar hacia ellos—Han puesto a nuestro mundo en peligro que lo descubran, además de haber dañado un Sauce Boxeador que está aquí desde antes que ustedes nacieran.
¿Hacerle daño? ¡Casi los asesina!
—La verdad señor Snape, creo que el nos hizo más daño a nosotros —Aclara Ron tímido y Miki asiente, tenía razón el pelinegro.
