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8 de Marzo de 2013

Pov. Peeta


Esto es una broma. Alguna enferma, jodida, y retorcida broma. Golpeo el teléfono contra el volante cuando el mensaje de voz de Dexter suena por milésima vez. ¿A quién enojé para merecer esto? Toda mi vida he tratado de hacer lo correcto; escucho a mis padres, trato a las personas con respeto, sigo las reglas y termino con un desorden cerebral que hace que pierda la conciencia y tenga amnesia

Después, luego de todo lo que ha sucedido hoy, aparece esta voz en mi teléfono, este imbécil en el teléfono, añadiendo un millón de preguntas a las cientos que ya tenía antes de escuchar el mensaje.

¿Cómo puede sonar esta persona igual que yo? A quién engaño no suena como yo, soy yo. Pero, ¿cómo? Es imposible. ¿Por qué me llamaría a mí mismo Pearce? No pude haber sido yo. La peor parte es que, hoy de todos los días, esta chica viene asegurando que soy su esposo cuyo nombre sucede que es Pearce. Tengo miedo de juntar todas las piezas de esto.

¡Arregla esto o lo pagaras caro!

¿Quién demonios se cree que es este tipo para amenazarme? ¿Por qué me amenazaría yo mismo? Esto no puede ser real. Tal vez no es mi voz. Quiero correr de regreso a la casa y hacer que mis padres escuchen el mensaje, pero la chica aún está ahí. Y definitivamente no puedo lidiar con eso en este momento. Y por qué hablaría con Dexter acerca de arreglarlo en vez de con mis padres.

Llamo a Delly y ruego porque conteste. Si alguien puede decir si esta no es mi voz, es ella.

—¡Ya no me llames Peeta! —me grita ella.

—Delly. Realmente necesito verte —ruego.

—¿Oh, me necesitas? ¿Qué hay de la esposa con la que te sentías tan protector? De la que se supone que no sabes nada —pregunta sarcásticamente. Realmente estoy repensándome en dejarla oír el mensaje.

—Delly. Estoy asustado —interrumpo. Siempre he sido sincero con ella y espero que eso cuente para algo. Hay una pausa muy larga.

—Estoy en la esquina de la cuarta y Higgins —dice y cuelga. La cuarta y Higgins está a solo tres minutos de distancia. Usualmente no acelero, pero hoy es una excepción. La veo estacionada justo en la esquina. Salgo y camino al lado del conductor.

—¿Puedo entrar? —pregunto. La expresión que me da contesta esa pregunta. Intento pensar en la mejor forma de introducir el mensaje. De explicarle que no sé por qué esta voz suena como la mía y el hecho de que está hablando sobre cosas de las que no tengo idea. Realmente necesito su ayuda para entender esto.

—¿Qué? ¡Realmente me estás poniendo nerviosa! —dice, mirándome. Sé que no hay manera de decir que no es mi culpa, que pueda prepararla para lo que está a punto de escuchar. Solo espero que diga que no soy yo. Si soy realmente optimista, dirá que juntos averiguaremos qué pasa. Respiro profundamente, pongo el mensaje y veo como su rostro va de enojado a horrorizado.

—¡¿Qué demonios Peeta?! —dice enfadada. Mi estómago se hace nudo. Esta conversación no va como lo esperaba—. ¿Es una puta broma? —me grita.

—Delly ese no soy yo —digo desesperadamente―. Suena como yo, pero no puede ser...

—¡Eso es una mierda! ¡Vaya que suena como tú! Cómo pudiste... ¿por qué estás haciendo esto? —Comienza a llorar.

—Ese no soy yo Delly. No sé cómo es esto posible, pero no soy yo —le suplico—. ¿Por qué haría esto, Delly? ¡¿Por qué?! —le digo mientras sube la ventana. Meto mi brazo para evitar que la cierre por completo.

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