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22 de Abril de 2010

Pov. Katniss


Abro los ojos y estiro mi cuerpo, notando que hay más espacio en la cama de lo usual. Me siento y miro alrededor dándome cuenta de que estoy sola.

—¿Pearce? —llamo. Más le vale no haberse ido otra vez.

Odio estar en su casa sola. Especialmente, odio despertarme sola en su cama en lugar de entre sus brazos. Mirando por la ventana noto que el sol ha sido reemplazado por la oscuridad, la cual es interrumpida por las luces de la ciudad. Salgo de la cama y enciendo la lámpara para buscar mi ropa. Un pedazo de papel en la mesita de noche atrapa mi atención. Es una nota de Pearce pidiéndome que vaya a la azotea.

—¿Qué estás planeando ahora? —digo con una sonrisa extendiéndose en mi rostro. Rápidamente, abro uno de los cajones y saco una camiseta para ponérmela en vez de andar arrastrando esta estúpida sábana. Un breve vistazo en el espejo me dice que mi cabello necesita algo de ayuda. No encuentro por ningún lado mi cepillo, así que paso los dedos por él intentando arreglarlo. Tendrá que servir.

Escucho música sonando mientras subo por las escaleras. Mis cejas se elevan cuando veo las velas iluminando el camino y pétalos de rosa en los escalones. Cuando finalmente llego a la cima, mi boca se abre. Toda la azotea esta delineada con velas y el suelo está lleno de pétalos de rosa.

—Oh Dios mío. —Una sonrisa se desliza por mi rostro—. Pearce, no puedo creerlo —regaño juguetonamente—. ¿Dónde estás? —Me detengo cuando me levanta por atrás—. ¿Cómo hiciste todo esto? —Río tontamente cuando me baja.

—Bueno, técnicamente, no lo hice... Pero fue mi idea.

—¿Cómo sabías que no me despertaría?

—Bueno, me aseguré de que te cansaras bastante, ¿no es así? —Sonríe sugestivamente, tirándome contra él. Lo empujo juguetonamente.

—Esto es hermoso, realmente. ¿Es mi regalo de graduación? —conjeturo. Ha estado dándome pistas sobre una gran sorpresa para mí, y sería muy propio de él dármela un mes antes para que realmente sea una sorpresa.

—¿Recuerdas la primera noche que baile contigo? —pregunta, acercándome de nuevo a sus brazos

—Sí, recuerdo a qué llevó eso. —Río mientras envuelvo mis brazos alrededor de su cuello, y nos balanceamos al ritmo de la música.

Mira dentro de mis ojos.

—Te dije que te daría todo.

—Estabas tratando de llevarme la cama. —Le recuerdo con una sonrisa traviesa.

—Ese no es el punto.

—Esa noche, ese era exactamente tu punto.

La amplia sonrisa en su rostro se suaviza.

—He estado con muchas mujeres. —Arqueo la ceja, un poco aprensiva sobre escuchar el resto de este discurso, no está comenzado bien. Pero no digo nada y lo dejo continuar—. Vi a través de ellas, y nunca lo notaron o no pareció importarles. Cuando te vi por primera vez, no pude hacerlo, no me lo permitiste. Eso me tomó por sorpresa. Todo acerca de ti me tomó por sorpresa.

Sus manos se deslizan debajo de la camiseta que llevo puesta y suben por mi espalda. Dejamos de bailar cuando sus dedos comienzan a trazar su infame patrón sobre mi piel. Su toque me da escalofríos, haciendo que muerda mi labio. Sus dedos abandonan ese lugar, y agarra mi mano tomando uno de mis dedos y llevándolo hasta mi espalda para después hacer el mismo patrón que ha hecho tantas veces. Esta vez lo reconozco y mi corazón revolotea. No es un patrón o un símbolo al azar. Es su nombre.

—Quiero algo más permanente que sólo trazar mi nombre en tu espalda. —Da un paso atrás mirándome a los ojos.

—No me voy a tatuar tu nombre —bromeo envolviendo mis brazos alrededor de su cuello.

Se ríe y niega con la cabeza.

—Bueno, de todas formas, la tinta desaparece. —Guiña antes de lamerse los labios mientras esboza su sonrisa juvenil. Mete una mano en uno de sus bolsillos. La otra se desliza por mi brazo y toma mi mano entre la suya—. Sabes que nunca he vivido siguiendo un plan. Siempre he decido lo que quería y no importaba nadie más. Desde que te conocí, eso cambió. Nunca pensé que sentiría por alguien lo que siento por ti.

Mi corazón se acelera y mi boca se seca. Lo miro, lágrimas llenan mis ojos. Saca la mano de su bolsillo y la abre para mostrar un anillo con un diamante amarillo. Mi mandíbula golpea el suelo.

—He intentado convencerme de no hacer esto más veces de las que podrías creer. Y eso sólo fue hoy. Sé que te graduarás el mes que viene y que pasarás a una nueva fase en tu vida. — Toma el anillo y lo desliza en mi dedo. Es del tamaño perfecto—. No quiero ser parte de tu pasado. Quiero ser la única persona que te toque de formas que te den escalofríos, que te susurre cosas que te hagan sonrojar. Sé que hay mucho que quieres saber acerca de mí sobre lo que no he sido exactamente abierto contigo. Pero sabes que te amo; he estado enamorado de ti por más tiempo del que me he admitido a mí mismo.

Mi lengua está completamente pegada al cielo de mi boca. Ni siquiera puedo abrirla para decir algo.

—Siempre me dices que debo trabajar en eso de pedir las cosas. —Se arrodilla sobre una pierna. Sus ojos brillan y su expresión es suave. Estoy temblando. Toma mi cintura y me tira sobre su rodilla doblada—. Quiero que tú... es decir, ¿te casarías conmigo?

Está frente a mí; el anillo está en mi dedo y esto aún no parece real. Nunca hubiera adivinado que esto sucedería ahora. Ni siquiera puedo decir algo. ¡Abre la boca! Quiero decir que sí. Quiero saltar en sus brazos y decirle sí un millón de veces, pero algo me detiene. No soy yo, es él. ¿Está listo? Hay tantas razones por las que esto puede no funcionar.

Me quito de su rodilla, la cual fácilmente puede soportar mi peso, y me pongo de pie.

Hace lo mismo.

—¿Estás seguro? —susurro intentando limpiar las lágrimas que siguen cayendo. Me acerca a él y, gentilmente, acuna mi rostro entre sus manos.

—No tengo ninguna duda —dice inflexiblemente.

Descanso mi cabeza sobre su pecho. Oh, Dios, ayúdame. Cuando miro sus ojos, todas las dudas desaparecen, pero no lo hacen en silencio.

Mi mente está diciéndome una cosa, mi corazón otra. No puedo evitar escuchar las palabras de Helen en mi cabeza. ¿De verdad hemos llegado tan lejos desde entonces? Levanto la cabeza y lo miro a los ojos. En un segundo, borran mis dudas, pero incrementan muchos de mis miedos. Sé que puede romper mi corazón en un parpadeo.

—Sí —digo suavemente. No puedo decir que no. ¿Por qué debería? Lo amo. He estado enamorada por más tiempo del que quiero creer. Si no pudiera tocarlo, hablar con él, sentirlo, no sé lo que haría. Fácilmente podría pasar el resto de mi vida con él. Aun así... —. Sí —digo nuevamente, más que nada por mí. Me tiro en sus brazos y le beso suavemente en los labios antes de que él profundice el beso. Me levanta en sus brazos y el mundo da vueltas a mi alrededor. La pequeña voz en mi cabeza está callada, mientras que lágrimas de alegría ruedan por mis mejillas.

Pero todo lo que puedo pensar es: por favor, no me rompas el corazón.

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