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8 de Marzo de 2013

Pov. Katniss


—Puedo hacer esto —me recuerdo en voz alta mientras miro fijamente la casa frente a mí.

Logré obtener el coraje para salir del auto ahora... si tan sólo lograra caminar hasta la puerta principal.

Estoy de pie aquí, con las piernas incapaces de moverse. Absorbo mi alrededor Es muy diferente a la vida en la ciudad a la que me he acostumbrado. Esta casa es hermosa, justo como si hubiera salido directamente de una película de Disney; la suave pintura amarilla y el enorme porche me recuerdan a la casa de Effie, allá en Saginaw, sólo que más grande. No puedo evitar notar el enorme granero a unos cuantos pasos de ella; los acres que la rodean están cerrados a los animales.

Meto las llaves en los hondos bolsillos de mi chaqueta mientras me acerco a la puerta. Repentinamente comienzo a preguntarme si habrá alguien en casa. Subo las pocas escaleras del porche y respiro profundamente antes de tocar el timbre. Doy un paso lejos de la puerta y doy un vistazo por la ventana, las cortinas están ligeramente abiertas.

Por lo que puedo ver, la habitación está impecable, con una chimenea en el centro. Las cálidas, paredes de color miel le dan una sensación de bienvenida, un sofá oscuro y unas sillas rodean una mesita de café. Rápidamente me recuerdo que estoy espiando dentro de la casa de alguien y me muevo de regreso a la puerta frontal.

Vuelvo a tocar el timbre. Noto que estoy más o menos bailando, intentando calmar mis nervios y canalizar la adrenalina. Toco el timbre dos veces seguidas y llamo a la puerta frenéticamente; el autocontrol que había logrado reunir antes se está disolviendo rápidamente.

—Tal vez no hay nadie en casa —me digo y me doy la vuelta para bajar las escaleras, pero escucho abrirse la puerta detrás de mí, me detengo casi con miedo de darme la vuelta.

—¿Puedo ayudarte? —Su voz me detiene inmediatamente. Ni siquiera tengo que darme la vuelta para verlo para saber que es él. Me agarro de la baranda para evitar caerme.

—Pearce —digo tan suavemente que no estoy segura si puede escucharme. Me doy la vuelta y mis ojos comienzan a llenarse de lágrimas. Camino hacia él lentamente, sintiéndome como si fuese a despertar en cualquier momento. Ha pasado tanto tiempo desde que lo vi por última vez.

Cuando llego hasta él, quedando frente a frente, aún luce igual, sólo que sus ojos son casi totalmente azul cielo, el azul oscuro esta solo entremezclado con el predominante color cielo. Lentamente muevo mi mano para tocar su rostro aun cuando está temblando incontrolablemente.

—Eres tú. —No puedo esperar otro segundo y salto en sus brazos. Ha pasado tanto tiempo desde que lo toqué, demasiado tiempo. Todas las preguntas que tengo no parecen siquiera importantes en este instante, sólo importa que está aquí—. Te he extrañado tanto. —No puedo evitar llorar. Lo miro esperando a que diga algo, pero me doy cuenta de que está sin palabras, casi impactado y noto que sus manos no están a mi alrededor.

—¿Peeta, ¿quién es esta? —Miro detrás de él solo para ver a una alta mujer rubia, mirándonos extrañamente.

—¿Peeta? —digo, confundida—. Peeta. ¡Su nombre no es Peeta! —le digo bruscamente, la ira comienza a reemplazar la euforia de verlo ya que estoy recordando qué me trajo aquí en primer lugar. Ella me frunce el ceño y luego lo mira.

—¿Quién es esta? —pregunta furiosa.

—¡N... no lo sé! —le contesta a la rubia.

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