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Pov. Katniss


—¡¡Mami, arena!! —grita Willow mientras la blanca arena se escapa de entre sus dedos.

—Ese es un hermoso castillo de arena, mi amor —le digo antes de darle un beso en la mejilla.

—¡Mira el mío, Katniss! —Se ríe Willa.

—¡Hermoso! —exclamo, y ella da un giro en su traje de baño rosado de princesa.

—Me alegra tanto alejarnos de toda la locura. Esto está cerca de ser el cielo —dice la señora Mellark, con una gran sonrisa en su rostro.

—¡Niñas, por qué no entierran a papá! —sugiere la señora Mellark apuntando en dirección de su esposo quien esta como a quince pasos de nosotros leyendo el periódico en el Ipad que le regalamos para su cumpleaños.

—¿Papi, te podemos enterrar otra vez? —le pregunta Willa al señor Mellark quien finge un gruñido antes de asentir.

—Vamos, Willow —dice Willa mientras caminan hacia él.

Los últimos cuatro meses han sido un torbellino. Hillary tenía razón. La noche que cambió mi vida parecía ser una de las mejores maneras en las que podía comenzar nuestra galería. Tengo una lista de espera para las obras de varios artistas, hemos salido en varias de las cuentas de celebridades en las redes sociales, e incluso he mostrado algo de mi propio trabajo. Nada tan personal como la última vez, pero se siente bien tener un negocio exitoso y seguir siendo una artista. Con Dexter Crestfield padre a punto de comenzar su juicio, pensamos que sería un buen momento para alejarnos de toda la locura que probablemente se produzca.

El sol está caliente y hay una fresca briza fuera del agua. El cielo está despejado y no puedo evitar recordar el día de mi boda en esa playa en Rio.

Parpadeo para alejar el pensamiento, la alegría de ese recuerdo va atada a la tristeza. He estado haciendo lo posible por no estar triste, por no pensar en él. Han pasado cuatro meses desde que me dejó en la galería, cuando me dijo que tenía que ponerse mejor. Los días que le siguieron casi me sofocaron, pero Willow me sacó de esa depresión, el pensamiento de ella perdiendo a ambos padres en unos cuantos días fue más grande que la sobrecogedora necesidad de anhelarlo, llorar y yacer en la profundidad del dolor.

Desearía poder escuchar su voz, poder tocarlo. Al menos esta vez sé dónde está. Elm Memorial, según Dexter, es la crème de la crème en hospitales psiquiátricos. Miré su sitio web, nada de esa austera pintura blanca, ni barrotes en las puertas, nada de trabajadores que dan miedo vestidos iguales que te ven con desdén y te meten píldoras en la boca para mantenerte loco. Supongo que esas imágenes vienen de una serie de películas que he visto a lo largo de los años. En vez de eso, parece un spa diurno, que se jacta de días de terapia individual, terapia musical en grupos, terapia de grupo y terapia familiar.

Solo que su terapia familiar no me incluye. Su nueva doctora acentuó el hecho que para que él se sane completamente yo no podía ser parte de la ecuación. Lo dijo de una manera más educada que eso, pero igual se sintió como un martillazo en mi corazón. No podía creer los celos que tuve cuando los Mellark llegaban a recoger a Willow para ir a verlo. Aidan lo ha visto bastante preparando el negocio de ellos de restauración de autos. Dice que él está bien, pero no me da más detalle que ese. Incluso Effie podría verlo si quisiera, pero yo, a mí no se me permite.

He fantaseado con conducir hasta allá y pasar a los guardias corriendo hasta tirarme a sus brazos, pero su salud mental viene antes que mi soledad, que la necesidad que tengo de él. Todos se han dado cuenta de mi soledad porque no mencionan las visitas que tienen y apenas dicen su nombre. Saco mi diario y comienzo a escribirle una carta. Estas son cartas que no planeo enviarle porque la comunicación no está permitida entre nosotros, pero me volvería loca si no pudiera sacarlo todo. Si no fuera por Willow, ya me habría enlistado ahí tan solo para estar cerca de él. Una locura, ¿verdad?

—Oye, cariño —me llama La señora Mellark, con una cálida sonrisa. Ya sea que lo diga o no, ella ve lo que está escondido detrás de mi máscara.

—Hola. —Alargo mi mano para tomar la suya y apretarla—. Creo que iré por un cóctel. ¿Quieren algo?

—Solo una limonada, por favor. —Su teléfono vibra, ella lo mira y suspira.

—Katniss, podrías ir a mi habitación. Dejé ahí la cosita que carga mi teléfono —me dice.

—Claro —le digo. Me entrega la llave de su habitación y hago el viaje de regreso a la villa y a nuestras habitaciones privadas. Este fue mi primer despilfarro en un largo tiempo. La villa de tres habitaciones y cuatro baños que está frente a una playa privada. Paso la llave, entro y localizo el cargador sobre la mesa del café y lo tomo, lista para llenar un gran vaso de té helado Long Island.

—Hola, nena. —Su voz me roba el aliento.

Tengo miedo de darme la vuelta, miedo de que sea un sueño, porque si lo es, me voy a derretir en el suelo en mi propio charco de lágrimas cuando despierte. Me doy la vuelta y cuando mis ojos se posan sobre él, mi rostro rompe en una sonrisa, y una también se extiende en su rostro. Es hermosa y brillante, y la he extrañado tanto. Mi primer instinto es correr hacia él y saltar a sus brazos y sentir su olor. Quiero estudiar su rostro, cada perfecto centímetro de él y pasar mis manos por su cabello el cual está perfectamente desarreglado, similar a como estaba cuando nos conocimos por primera vez, pero mis pies están congelados.

—¿Estás bien? ¿No te escapaste, cierto? —Mi voz apenas es mayor a un susurro, y sus ojos se arrugan en las esquinas, y él deja salir una profunda y gloriosa risa. Sus hoyuelos son profundos y me saludan.

—Yo mismo me interné, preciosa. No es necesario un plan de escape. —Sus ojos me observan como si yo fuera su más preciado regalo, y comienzo a temblar cuando comienza a acercarse. Tengo miedo de moverme. El sol lo ilumina, haciéndole ver etéreo. Sus ojos son azules, pero con una mezcla entre claro y oscuro.

—¿Estás mejor? —le pregunto con mi voz a punto de romperse mientras le miro. Cierro los ojos y rezo porque diga que sí. No podría soportarlo si me dijera que esta es solo una visita, y que tiene que volver. Él me levanta tomándome de la cintura, para que estemos al mismo nivel de ojos. Su presencia me envuelve, haciendo que la electricidad me atraviese, pero la paz, también, se envuelve alrededor de mi piel.

Sus ojos se fijan en los míos y la diversión en los suyos hace que me muerda el labio inferior.

—Mejor que nunca. —Mis labios gravitan hacia los suyos, y ellos cautivan los míos. Siento la ternura de los suaves besos de Peeta, la experiencia de la lengua de Peter, y el dominio del agarre de Pearce en mi cintura sosteniéndome contra su pecho. Envuelvo mis brazos alrededor de su cuello mientras una de sus manos se mueve por mi cabello y la otra me sostiene.

Cuando me alejo estoy sin aliento, mareada, y me siento como drogada, como si estuviera en un sueño, pero si llegara a despertar gritaría. Inclino mi cabeza contra la suya, y quiero hacerle tantas preguntas. Pero en el instante en que siento el patrón característico de su nombre en mi espalda, y sus labios en mi cuello, y él canta una parte de mi canción favorita, lágrimas de felicidad caen de mis ojos. Él me baja, y busca en su bolsillo trasero hasta sacar un anillo. Mis manos cubren mi boca cuando se pone de rodillas.

—Se suponía que esperara, pero quiero otra oportunidad. Un nuevo comienzo donde tú tengas el hombre que debiste haber tenido desde el principio.

Niego.

—No —le digo, y él frunce el ceño, pero aún mantiene una sonrisa entretenida—. Tú siempre has sido perfecto.

PedazosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora