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Pov. Peeta


Esta mañana, si me hubieran dicho que mi padre y Katniss serían capaces de hablar sin fruncirse el ceño, no lo habría creído. O que Katniss aceptaría quedarse hasta fin de mes en la casa de mis padres, me hubiera reído en su cara. Es gracioso cuantas cosas pueden cambiar en unas cuantas horas. No sé qué provocó el cambio de corazón de mi padre. Me pregunto si fue la amenaza de sacarlo de mi vida la que lo hizo. Quien quiera que haya dicho que se atrapan más moscas con miel nunca conoció a mi padre. Estoy deseando ya vivir en una casa que no sea una zona de guerra. Me alegra que haya vuelto a la normalidad y que ya no sea este sujeto enojado fácil de molestar en el que se convirtió desde que Katniss llegó aquí. Al principio no creí que fuese a aceptar su disculpa, pero lo hizo y sé que fue por mí. Porque piensa que necesitaba que lo hiciera. Tal vez así era.

No puedo más que querer que algunas cosas sean más familiares, como lo eran antes de que todo este caos ocurriese. Poner las cosas de nuevo en marcha es un gran paso en la dirección correcta. Me recuerda que todo lo que ha salido mal puede ser arreglado. Nada es imposible de arreglar. Eso es lo que me hace sentir mejor mientras camino hasta la puerta de Lisa. No sé qué es lo que tiene que decirme, pero sea lo que sea puede arreglarse. Con Lisa uno nunca sabe cuál puede ser el problema. Hemos sido amigos desde primaria. Siempre ha sido la persona con la que puedo hablar. Y tiene el talento de hacerme sentir mejor cuando las cosas parecen no tener salida. Eso fue cuando era joven, ahora las cosas que antes me parecían sin salida serían un paseo en el parque.

Estoy seguro que estará feliz de escuchar que Katniss y yo vamos a formalizar. Bueno, creo que el casarse es lo más que se puede formalizar la relación. Toco el timbre y espero a que conteste. Luego de unos minutos que no lo hace, vuelvo a tocar el timbre y llamo a la puerta con más fuerza. Su auto está afuera así que sé que está en casa.

—Vamos Lisa —murmuró para mí. Antes de que comience a tocar otra vez la puerta se abre.

—Hola Peeta —dice, con los ojos fijos en sus pies.

—Hola. ¿Qué te pasa? —pregunto. Pasando a su lado al entrar. Me sorprende que esté limpio. Ridículamente limpio. Lisa nunca ha sido desordenada pero siempre tiene cosas por todos lados, ropa, viejos contenedores de comida, pero hoy es como si mi madre hubiese estado aquí y hecho la limpieza por ella.

—Solo he estado ocupada —dice mientras me pasa al lado y se sienta en su sofá, juntando las manos frente a ella—. ¿Cómo estás? —pregunta fríamente. Me río.

—Me encuentro bien, ¿y usted damita? —pregunto sarcásticamente. Eso es lo que la hace sonreír—. ¿Qué onda? ¿Qué ha pasado en tu vida? —cuestiono, sentándome a su lado en el sofá. Solo suspira y pasa sus manos por el cabello.

—T-tengo muchas cosas en la cabeza. —Se ríe.

—¿Te despidieron? ¿Vas a ir a la cárcel? ¿Qué pasa? —bromeo, empujándola con el codo. Se pone de pie cruzando los brazos—. Te cambiaste el color del cabello —digo sorprendido. No lo había notado hasta ahora pero ya no están las mechas rojas y otra vez tiene su color rubio. El anillo de su nariz tampoco está.

—Sí. Es hora de un cambio —dice suavemente—. Así que, ¿te vas a Chicago?

—Eventualmente. Por el momento decidimos quedarnos —le digo feliz. Sus cejas se elevan y una sonrisa se extiende por su rostro.

—¿Decidieron? —Se ríe. Solo asiento.

—Katniss, Willow y yo —le digo y sus ojos se ensanchan y la nube negra que ha estado sobre su cabeza desde que entré desaparece brevemente.

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