9 de Mayo de 2011
Pov. Katniss
—Katniss, corazón. —La voz de Effie me despierta. Abro los ojos y veo que el cielo está oscuro, pero iluminado por las estrellas. Me quede dormida en el sofá del patio esperando a que Pearce regresara.
—¿Qué hora es? —Mi cuerpo está rígido. Me siento para estirarme—. ¿Regreso Pearce? — Hago una mueca, tratando de hacer mi mejor esfuerzo para ocultar la urgencia en mi voz. Me siento ansiosa; las mariposas están revoloteando de nuevo en mi estómago.
—Estoy segura que volverá pronto, y que todo está bien. —Trata sin éxito de sonar confiada. Ni siquiera puedo sonreír para ocultar mi decepción. Estoy demasiado cansada para intentar actuar como la esposa feliz y contenta. Ni siquiera vale la pena después del espectáculo que Pearce y yo armamos delante de los vecinos.
—¿Puedes pensar en porqué no te quiso decir lo que ocurrió? —pregunta y ruedo los ojos. Si tan sólo pudiera pensar en una razón aparte de que no quiere—. Katniss. ¿Te molestaría si te hago una pregunta personal? —me pregunta tomando asiento a mi lado. De acuerdo, aquí viene.
—Vas a preguntar de todos modos, ¿no es cierto? —respondo con sarcasmo y le hago espacio para que se siente junto a mí.
—No me quiero entrometer, pero cariño, ¿algo no anda bien entre ustedes? —pregunta en voz baja.
Su tono es extraño y sensible; el tono que usa la gente cuando se acercan a un tema desagradable.
—¿Qué te hace pensar eso? —digo sarcásticamente, y me arrepiento de inmediato de mi comentario sarcástico cuando baja la mirada a sus pies derrotada—. Lo siento, Effie —digo, suspirando y mirando a la distancia. Estoy enojada y frustrada, pero no tiene nada que ver con ella. No ha hecho nada más que mostrar su preocupación por mí, y no tengo derecho a ser condescendiente.
—Corazoncito está bien —dice, apretando mi mano solidariamente, y siento las lágrimas en mis ojos. Dios, odio esto. Odio que todavía pueda leer mi rostro y que pueda traer cualquier emoción que estoy suprimiendo a la superficie—. Cariño, no llores —dice antes de envolver sus brazos a mi alrededor en un gran y cálido abrazo. Puedo sentir como me rompo. Le devuelvo el abrazo, las lágrimas fluyen por mis mejillas—. Todo estará bien, corazón —dice, acariciando mi espalda.
—Yo... yo no lo creo —digo.
—Sabía que algo andaba mal la primera vez que te vi. Tenía la esperanza de que no fuera esto. —Saca un Kleenex del bolsillo de su chaqueta y me lo da, tomando asiento a mi lado cuando limpio las lágrimas de mi rostro—. ¿Es otra mujer? —pregunta casi nerviosamente. —No sé lo que hace, se va por tanto tiempo. —Admito—. Aunque sinceramente, puede que esté en negación, pero no creo que sea otra mujer o mujeres. Pero por otro lado Pearce nunca me dejaría descubrirlo, es demasiado inteligente para eso —digo indecisa. Pienso en aquella noche cuando tuvimos esa fuerte pelea sobre mis teorías del por qué se va tanto tiempo, cuando por primera vez me cansé de sus frecuentes desapariciones y como finalizó eso y nos llevó al punto que estamos hoy.
—Bueno. ¿Qué es? No te lastima, ¿verdad? —pregunta preocupada.
—¡NO! —digo rápidamente—. No es nada de eso. Pearce nunca me ha golpeado, ni empujado, ni siquiera le gusta discutir. Siempre se va. Ese es el problema.
—Bueno cariño, algunas veces es mejor irse, sobre todo si tiene mal carácter. Una larga caminata...
Sabía que no entendería. Probablemente piense que soy una tonta o demasiado emocional si le dijera como realmente me siento.
—No me refiero a eso. Es más que eso. Pearce, él es... —Exhalo. Ni siquiera puedo decirlo en voz alta sin sonar como una idiota hipersensible.
—Katniss, me puedes decir lo que sea —dice Effie tranquilizadoramente.
Suspiro y me levanto hacia la barandilla al otro lado de porche. Si le digo esto, no puedo mirarla.
—Cuando nos conocimos, fue como... como si estuviera soñando. Era un hombre atractivo, misterioso, fuerte e inteligente. Todo lo que pudiera pedir. Nunca me había sentido tan atraída por alguien como él. Mis hormonas tomaron el control, y dejé a mi cerebro olvidado. —Miro torpemente hacia Effie, que tiene una pequeña sonrisa en su rostro.
—Continúa —dice entrelazando sus manos.
—Era como si no estuviera viviendo en el mundo real. Solo éramos nosotros. En el mundo real, no saldría con un tipo al que apenas conozco sin hacer ninguna pregunta, pero con Pearce, básicamente no sabía nada de él y no me importaba. Porque pensé que no conocía los hechos, pero creí, bueno, sentí que estábamos conectados. Le dije cosas que nunca le dije a nadie más. —Hago una pausa, reflexionando sobre las muchas noches que pasé en la cama con Pearce mientras le revelaba mi alma envuelta en sus brazos, sus ojos fijos en mí como si yo fuera la única persona en el mundo—. Dios, sus ojos, esos ojos fueron lo que me enamoraron. Son lo que me hacen perdonarlo una y mil veces. —Me limpio el resto de lágrimas de mi rostro—. ¿Cómo puede funcionar nuestro matrimonio si no confía en mí? Hoy lo probó, y no solo ha sido hoy. Rara vez me dice lo que siente. Se va cuando está enojado. ¡Y luego vuelve y piensa que todo se puede solucionar con una buena follada! —Mi mandíbula cae abierta cuando me doy cuenta de lo que dije en voz alta.
Miro a Effie, sintiéndome apenada, pero veo que no lo está. Me escucha atentamente.
—Yo... yo solo no sé cómo llegar hasta él. No sé cómo hacer para que se abra. No me deja entrar. Solía tratar tan arduamente, y luego me cansé de ser rechazada o que hiciera oídos sordos. Y hoy fue solo un recordatorio de ello. Si no confía en mí, ¿puedes imaginarte los secretos que tiene? Si decide elegir lo que necesito o no saber, soy más una niña que su esposa. —Tomo una muy necesaria respiración profunda.
—Bueno, por todo lo que me has dicho, su trabajo es de naturaleza confidencial. Eso lo explicaría...
—¡No es el trabajo! —la interrumpo, sacudiendo mi cabeza desafiantemente—. Es algo más. Puedo sentirlo. Lo que sea que paso hoy... —Me callo cuando veo el Porsche negro estacionarse en la entrada.
Effie camina hacia mí, colocando ambas manos sobre mis hombros, y me mira fijamente a los ojos.
—Lo que esté en la oscuridad, siempre saldrá a la luz —dice, dándome una sonrisa tranquilizante antes de halarme para otro abrazo. Luego regresa a la casa, y dirijo toda mi atención donde Pearce está bajando de su auto. Su rostro es inexpresivo y me mira mientras sube lentamente las escaleras.
—Yo no.... —Empiezo, pero él levanta su mano, deteniendo mi frase a la mitad.
—No voy hacer esto contigo esta noche. Si quieres pelear, quédate aquí y hazlo contigo misma —dice con desdén. Lo miro allí de pie, sin expresión. Como si fuera yo a quien le gusta pelear y discutir todo el tiempo. Como si no hubiera estado sentada en este pórtico por horas desde que se fue, preocupada por él, esperando que regrese sano y salvo.
Pienso en como tiene el valor de venir aquí como si no se hubiera largado como un murciélago salido del infierno después de sacarme de su auto. Quiero hacer un berrinche y gritar y no parar hasta que me diga lo que está pasando. Una parte de mí se pregunta si todo lo que pasó antes fue solo un acto, una excusa para irse. Tal vez la respuesta es obvia: es un cabrón infiel.
Aun así, cuando pienso en su reacción de antes, en la manera que sus ojos me suplicaban, en cómo se encontraba perturbado y vulnerable, y en ese momento cuando vi el pánico y la preocupación que nunca había visto antes, sé que genuinamente está luchando con algo, lucho con cada necesidad dentro de mí de abofetearlo. En vez de eso, lo abrazo. Lo sostengo cerca de mí por un largo tiempo. Mañana necesitaré respuestas. Las demandaré. Ya no puedo seguir así con él. Sin embargo, esta noche, sé que me necesita, aún si no lo dice.

ESTÁS LEYENDO
Pedazos
Romance¿El amor lo puede todo? ¿Realmente se conoce a la persona con quien vivimos y amamos?