28 Final del 3er. Libro

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Pov. Katniss


Han pasado dos años desde que sentí el toque de un hombre, por lo que he extrañado esto tanto. Me lo imaginé durante muchas noches, pero nada se compara a la realidad de sentirlo a él. Sus caricias liberan el anhelo desesperanzado y las emociones restringidas salen de mí en ondas de éxtasis. Cada beso y caricia es diferente pero similar. Sus dedos se entrelazan con los míos antes de levantar mis manos sobre mi cabeza. Él me mira como si fuera su todo, absorbiendo cada centímetro de mí. Lentamente me levanta la camisa sobre el estómago sus dedos sobre mi piel me hacen sentir viva. No puedo respirar. Tengo miedo de respirar. Si me muevo demasiado rápido, puede que despierte de este sueño, porque si es un sueño, quiero quedarme en él para siempre. Me levanta hacia él mientras me saca la camisa por la cabeza y hago lo mismo con la suya.

Me tomo el tiempo para mirar de cerca su cuerpo, un cuerpo que he conocido de tantas maneras. Paso mis manos sobre su pecho hasta su estómago y cuando mis ojos llegan hasta sus labios le beso una y otra vez, primero pacientemente y después frenéticamente. Él sabe tan bien, había olvidado lo suaves que son sus labios, lo bien que se sienten sus manos sobre mi cuerpo. Este cuerpo le pertenece. Cómo pude haber olvidado algo con lo que he soñado tan seguido.

Él me toma por la cintura halándome encima de él. Sus manos van a mis jeans bajándole la cremallera. Cuando se meten en ellos para apretar mi trasero, dejo salir un gemido. Todo está pasando tan rápido y tan lento. Me recuesto en la cama mientras remueve la ropa que me queda. Le agradezco a Dios que tengo puesta buena ropa interior. No es nada elaborada, pero es nueva. Se detiene por un momento y su mirada baja a mi cuerpo, ahora nada lo cubre más que una tanga de algodón. Sus ojos me devoran. Cuando se levanta de la cama dejo de respirar. Si se detiene ahora, moriré. Pero no está deteniéndose, se quita el pantalón y su ropa interior y siento todos mis músculos contraerse cuando lo miro. Es perfecto, sus muslos son gruesos y musculosos y aquello que extrañaba y que conozco como la palma de mi mano listo para la acción. Se acuesta encima de mí besando cada parte de mí y es una dulce tortura. Sus labios besan mi clavícula, mi cuello y bajan por mi estómago mientras sus dedos se deslizan debajo de la sencilla tela blanca de la tanga y la remueve. Vuelve a observar todo mi cuerpo nuevamente, nunca he estado tan excitada porque alguien simplemente me mire de la manera en que lo está haciendo. Levanta mi pierna derecha y comienza a besarla bajando por mi muslo. Voy a morir si no entra en mí pronto.

Mi respiración es corta y no la puedo controlar. Estoy tan excitada que tan pronto como sus labios me tocan ahí, siento que comienzo a sucumbir. Halo su cabello entre mis dedos, agarrándolo, mientras su lengua se desliza dentro de mí, grito. Su mano libre se mueve hasta mi seno y no ha pasado mucho antes de que sienta despedazarme bajo su asalto. Me alejo y él levanta la mirada confundido, pero con una sonrisa en su rostro.

—Te necesito dentro de mí. —Se requiere de toda mi energía para apenas susurrar eso, y así de simple lo está y siento como si una parte de mí que había desaparecido ha vuelto. Me siento completa.

***

Anoche lo fue todo.

Fue el inicio y el fin. Siento como si hubiera entregado una parte de mí pero al mismo tiempo me fue entregado mucho a cambio.

Peeta, ni siquiera puedo describirlo. Pensé que se portaría algo tímido y nervioso, pero fue como si ya tuviese un mapa de mi cuerpo, solo que tomo otra ruta. Fue increíble, como si estuviéramos conectados. Y todo lo que necesitaba después de dos años de soledad, de vacío y de desesperación me fuese devuelto. Me estiro en la cama y me doy cuenta de que Peeta no está en ella. Me pregunto si fue por el desayuno. Voy y doy un vistazo en su lado del cuarto, pero tampoco está ahí. Tomo mi teléfono y veo que tengo dos llamadas perdidas. Ambas son de Lisa. Recuerdo el mensaje que le dejó a Peeta ayer. La llamo y ella contesta en el segundo repiqueteo.

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