6

46 2 0
                                    

31 DE ABRIL DE 2008


Pov. Pearce


Eso estuvo cerca, demasiado cerca. Intenté tanto no desearla. Casi la tenía, justo aquí, casi la devoré. Ni siquiera lo habría visto venir. No puedo sacarme sus labios de la cabeza, ni cómo gimió cerca de mi oreja, como cada vez que la tocaba hacía que reaccionara, no puedo ni imaginar cómo sería si me la foll...

No, no puedo. No es de las que lo superaría. No la veo siguiendo adelante, sin tener una relación.

El sexo no será simplemente sexo.

Cuando vi el nombre de ese idiota en la pantalla de su teléfono, quería ir a romperle el cuello. ¿Yo, celoso? No, celoso no es la palabra. El tipo ni siquiera es competencia para mí. Me siento posesivo. No quiero que se acerque a ella.

La hirió, pero ¿qué demonios voy a hacer? ¿Por qué no puede ser fácil como las demás? Pero si lo fuera, no estaría interesado en ella. Es diferente y por eso me gusta, por eso la deseo. No me ha gustado una chica en un largo tiempo. Las he tolerado y estoy cómodo a su alrededor, pero me gusta esta chica. La forma en la que sonríe, cómo habla y cómo escucha. Aunque la manera en la que me mira, como si viera algo que no veo, me incomoda. Ve algo que no es real, que nunca lo será, ese no soy yo.

Debería salirme mientras aún tengo ventaja. Es una de las buenas. Será una buena esposa para alguien algún día. Tal vez llegue a conocer a un tipo normal, con expectativas normales, quien no esté jodido. Es del tipo de las que quiere esa clase de vida, así que, ¿para qué perder el tiempo? Si solo quisiera diversión, le daría un rato increíble. Podría hacerle olvidar a cualquier persona que pensó que le hizo sentir algo.

¡Le haría cosas que... que nunca voy a hacer porque solo empeoraría las cosas!

Finge ser fuerte, y es arisca, pero puedo ver más allá de eso. Aún no la han roto y no quiero ser quien lo haga.

—Nunca a tiempo, ¿cierto? Es Helen.

Creí que le ganaría al llegar aquí. De todas maneras, nunca llego en hora.

—Odiaría sorprenderte —digo guiñándole un ojo, antes de dejarme caer en el sofá de su oficina. Rueda los ojos. Más le vale que no esté malhumorada hoy.

Helen Lyce Crestfield.

Lista, hermosa y manipuladora. La mujer que fue capaz de capturar a uno de los hombres más ricos del país. Supongo que tiene sentido que sea mi doctora. Su aspecto captó mi atención, pero su inteligencia me tomó por sorpresa. Le gusta manipular y a mí jugar. Somos una pareja de doctor/paciente hecha en el cielo. En algún punto del camino, se convirtió en una de las pocas personas que no solo tolero, sino que puedo aguantar pasar tiempo con ella.

—Entonces, ¿hay algo de lo que quieras hablar? ¿Problemas con la medicina? ¿Algo nuevo que debería saber? —pregunta como si nada.

—Nop, nada de nada —digo encogiendo los hombros.

—Entonces lo haré más fácil —dice, finalmente sentándose detrás de su escritorio—. ¿Llenaste el formulario médico que te di?

—¿Alguna vez lo hago? —pregunto, jugando con la pelota para el estrés que tomé de su escritorio.

—Por supuesto —dice irritada.

—Si comienzo a tener alucinaciones, vómitos o alguna mierda, me aseguraré de llamarte en el mismísimo instante —le digo sarcásticamente.

PedazosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora