2 de Octubre de 2008
Pov. Katniss
Juego con mis dedos mientras siento que el elevador comienza a moverse. Es un hábito nervioso y no he estado tan nerviosa desde que estaba en preparatoria.
—No estés nerviosa —dice Pearce envolviendo sus brazos a mi alrededor.
—Es fácil para ti decirlo. Aquí estoy, a punto de conocer a dos de las personas más importantes en tu vida y oh, por cierto, ellos son los dueños de casi todo en Chicago. — Lloriqueo, descansando mi cabeza sobre su pecho. Han pasado casi seis meses desde que mi apasionado romance con Pearce empezó y él sigue siendo un misterio para mí. Creo que este es un gran paso para revelar ese misterio.
—Solo pretende que no pueden comprar y vender tu alma si así lo quisieran —bromea.
—Oh, eso me hace sentir mucho más cómoda.
—No te preocupes; te amarán. Solo sé tú misma. —Pearce mordisquea mi oreja, haciendo que me olvide de mi problema por un microsegundo.
Me separo de él cuando las puertas del elevador se abren.
—Vamos. —Toma mi mano, guiándome al salir. Inhalo profundamente y lo sigo. Y después mi mandíbula se cae cuando veo el enorme pasillo que se alarga frente a nosotros.
—¿Ves? Es igual a un museo. —Guiña el ojo, guiándome por el corredor vacío.
Atónita, mis ojos siguen la hilera de pinturas en la pared. Cada una está enmarcada, en lo que presumo, es oro. ¿Por qué escatimar en el marco cuando puedes pagar la obra maestra? Salgo de mi trance cuando escucho la Sinfonía n° 40 de Mozart salir del grande piano en medio de la habitación, el cual está siendo manipulado tan fácilmente como si fuese un juego de cartas. Largas y ornamentadas puertas dobles se encuentran parcialmente abiertas por el lado izquierdo y entramos a un impresionante salón.
—¿Intentando presumir de nuevo, Dex? —Pearce interrumpe al músico, anunciando nuestra llegada.
—¿Realmente llegaste a la hora? ¿Cuál es la ocasión? —dice el hombre, levantándose del piano. Sus ojos pasan por alto a Pearce y se enfocan en mí—. Señorita Everdeen, presumo. —Sonríe intencionalmente. Me trago los nervios. Es un hombre pequeño, tal vez de un metro y setenta u ochenta, un poco más alto que yo, con almendrados ojos cafés, y cabello castaño, pero por alguna razón, su presencia me intimida.
—Sí, soy Katniss —digo incómodamente. No tengo idea de qué es lo apropiado hacer, así que solo estiro la mano.
—Soy Dexter Crest Field —contesta, tomando mi mano, y para mi sorpresa la lleva hasta sus labios para darle un beso. No puedo evitar reírme nerviosamente.
—Encantada de conocerlo —digo finalmente. Dexter Crest Field Junior, el hombre cuyo padre es el hombre más rico del medio oeste. Por Dios, justo leí un artículo en el periódico sobre él para una de mis clases.
—Su casa es hermosa. Como si no lo supiera ya —digo, como una idiota, y me acerco a Pearce.
—Le daré tus cumplidos a mi decorador. —Camina hasta el área del bar y baja un par de vasos bajos—. ¿Te gustaría beber algo?
—No, gracias. —Siento que necesito dejar que mis nervios se asienten antes de intentar sostener algo que pueda romperse en mis manos.
—¿Dónde está Helen? —pregunta Pearce, quitándose la chaqueta y tirándola a la silla que se encuentra a su lado como si estuviera en casa. Me hace un gesto indicándome que me siente a su lado en el enorme sofá seccional.
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Pedazos
Romantizm¿El amor lo puede todo? ¿Realmente se conoce a la persona con quien vivimos y amamos?