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Pov. Peeta


He estado aguantando la respiración por una eternidad. Todo el día ha sido como estar en una montaña rusa, con mi estómago subiendo y bajando, el corazón yendo más rápido y más lento. Cuando estuvimos en el corral de los caballos, quería disculparme por lo del timbre del teléfono para Delly. Y preguntarle qué podía hacer para que las cosas fueran más fáciles para ella, pero estar parado ahí con ella, por primera vez, fue tan sencillo. No quería arruinarlo. Quería que las cosas se mantuvieran como estaban, pero una parte de mí quería presionar ese límite invisible, esa amplia línea dibujada que está manteniendo la distancia apropiada entre nosotros. Quería ver qué tan cerca podía llegar sin cruzar. Quería acercarme a ella. Y ver si notaba que estaba cruzando la línea. Creo que lo hizo, y retrocedió. Quería compensarle por lo de antes, por la mentira que le dije. Quería intentar hacerla sentir mejor, y eso también salió mal.

No creo que la haya hecho sentir mejor en absoluto al decirle que quiero recordar, y después preguntándole, bueno, técnicamente no pregunté. Quería hacerlo, pero en el fondo, intenté evitar que las palabras salieran. Pero ella lo sabía, y no tenía miedo de contestar. Tenía miedo de escuchar la respuesta, pero su contestación fue tan clara como nada que haya escuchado antes, y fue aterrador. Quiero respuestas, pero no las que ella dará. Quiero las respuestas fáciles, las que harán esto menos complicado, las que significan que no estoy hiriendo a nadie. Todas sus respuestas no harán las cosas fáciles. Solo provocaran más preguntas, preguntas difíciles, y ya he tenido suficiente de esas.

Lo más desconcertante es cómo parece que noto cosas sobre ella, pequeñas idiosincrasias, que usualmente no noto sobre otras chicas tan rápido. En cómo ella agarra su muñeca cuando está nerviosa. En cómo mira al cielo cuando está pensando. Cómo se muerde el labio inferior cuando esta fascinada por algo. Cómo se lo mordió durante todo el tiempo que estuvo viendo la pared de, básicamente, toda mi vida.

Después que destruí mi habitación, mi madre se dio a la tarea de crear un collage de todas las fotografías que encontró. Creo que ella sabía algo que yo no. Katniss probablemente nunca ha visto ninguna de estas. Pearce no parece ser del tipo sentimental como para habérselas mostrado, dada la forma en que su expresión cambiaba con cada una, como si estuviera absorbiendo pequeñas partes de mí mientras miraba cada una de ellas, aun cuando parecía que iba a vomitar cuando vio en la que estábamos Delly y yo. Odio ir a los banquetes y conferencias de su padre. Todas son aburridas, y estoy bastante seguro que no le agrado. Si le dice sobre esto, estoy seguro de que la campaña de deshacerse de Peeta tendrá bastante apoyo. No es que Delly necesite un empujón muy grande, pero me mandó un mensaje. Necesito llamarla. Bajo las escaleras y escucho risas y un alboroto. Lisa ya está aquí, y está sosteniendo a Willow. Parado a su lado se encuentra mi otro mejor amigo, Aidan. Ambos están viendo a Willow asombrados.

—Mellark, tienes una put... bendita niña. ¡Y tiene tus ojos! —dice.

—Amigo, ¿qué estás haciendo aquí? —pregunto animadamente

—Quería sorprenderte, pero tú nos ganaste. —Ríe Lisa—. ¿No eres una hermosa niñita? —dice, jugando con Willow.

—La tomaré mientras se ponen al día chicos —dice mi madre, tomando a Willow de las manos de Lisa—. Es tan bueno verte, Aidan —dice, dándole una palmada antes de irse a la cocina.

—Peeta, eres padre. Sabes, cuando me dijiste la otra noche, realmente no lo creía, ¡pero vaya mierda! —dice Lisa, empujándome en el pecho.

—Síp. Escuché que comenzaron a emborracharse sin mí. ¿Es esa forma de tratar a un soldado que regresa a casa? —dice, golpeándome en el brazo. El equipo doble ha comenzado ya—. ¿Está aquí su madre? —susurra Aidan mirando alrededor —¿Está Delly aquí? —Ríe Lisa.

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