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Pov. Katniss


Va a ser un nuevo hermoso y fantástico día. Bueno, aun si no lo es, no puede ser peor que ayer. Literalmente el cielo tendría que venirse abajo para que eso fuera posible. Recuerdo el año pasado, cuando solo éramos Willow y yo, y como eran de simples las cosas. Lo único es que me sentía sola, frustrada y tenía el corazón roto. Lo triste es que no mucho ha cambiado. Bueno ahora, estoy más que frustrada, confundida, y tengo miedo de romperle el corazón a alguien. Tengo miedo de no ser lo suficiente para uno de ellos, y de no ser lo suficientemente fuerte para el otro, aun así no puedo dejar a ninguno de ellos. Grandioso, ¿no es así? Al menos puedo ver a Willow. Sostenerla entre mis brazos y su pequeña sonrisa hace que todo esto parezca que vale la pena. Incluso el que me llamen zorra y que me digan que utilice a mi propia hija para retener a un hombre quien está a punto de ponerme al borde de un ataque psicótico vale la pena con tal de ver su sonrisa.

Se necesitó todo lo que tenía para no irme sobre Delly ayer, pero sabía que estaba borracha, y en el fondo no puedo culparla por estar enojada. Intento recordarme que mi vida no fue la única afectada, la de ella también. Es solo que es difícil sentir lástima por alguien que es semejante perra, y como pudo llamarme puta cuando yo soy la que está casada con... bueno, ellos, creo.

Estoy casada con ellos.

Es como el título de un episodio de Jerry Springer.

Tengo tanta hambre, pero he estado evitando la cocina como la plaga. Es solo que no puedo ver a los Mellark en este momento. No puedo evitar sentir que es mi culpa que Pearce regresara, lo que para ellos es como contagiar la plaga. Y además, al haber estado en medio de la épica rabieta de Pearce, sé que el señor Mellark me culpa. La señora Mellark fue tan dulce ayer y me consoló. Sé que está pasando por muchas cosas. El no saber quién será tu hijo cuando se aparezca tiene que ser tan malo como el no saber quién va a ser tu esposo. Lo bueno de todo esto es que Helen viene hoy, y espero que hablar con ella me ayude a poner las cosas en su lugar, y podré hablar sinceramente sin preocuparme de herir a alguien. De decirle a alguien lo mucho que duele esto. Mi teléfono comienza a vibrar y veo que es Lisa. Instantáneamente me siento culpable por decirle a Peeta sobre lo que me contó. Al menos debería ser la que le diga antes que él lo haga. No estoy segura si Peeta lo hará, pero por las dudas.

—Hola —dice, no sonando tan animada como usualmente.

—Hola Lisa. ¿Cómo estás? —digo, intentando sacar mi animado tono.

—Bien, creo. Esperaba que pudiéramos reunirnos, para poder hablar —dice, su voz es casi monótona. Tal vez Peeta la llamó o fue donde estaba anoche y está enojada.

—Umm. ¿Hablaste con Peeta?

—Hoy no. Quería hablar contigo primero —contesta.

—¿Está todo bien? —pregunto

—Bien es algo relativo, ¿cierto? —bromea, sonando por un instante como la Lisa que he llegado a conocer

—Tengo que verme con una amiga más tarde hoy...

—¿Podemos vernos ahora? —interrumpe. Miro el reloj, no son ni las siete y media de la mañana—. Podríamos desayunar. Hay un comedor llamado Goldman como a cinco minutos de tu casa. Yo invito.

—Eh. De acuerdo. Dame treinta minutos.

—Grandioso. Te enviare la dirección exacta.

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