10 de Mayo de 2008
Pov. Katniss
—Aquí estamos —dice cuando nos detenemos en una de las únicas dos puertas en todo el piso.
La abre colocándose a un lado para permitirme entrar primero.
En el auto parecía una buena idea subir a su apartamento sola, pero ahora lo estoy reconsiderando. Luego de dejar el museo, él mencionó lo hermoso que se ve el panorama desde su departamento. Dije que nunca he visto el panorama de Chicago desde cualquier lugar además del club y entonces dijo que tenía una gran vista panorámica.
Levanto la mirada sólo para encontrarme que aún está esperando que entre. Me muerdo el labio. Tal vez esto no fue una buena idea, no sé qué puede estar pensando que esto significa...tal vez sólo debería decir que me siento enferma e irme a casa. Levanto la mirada y veo en su rostro una entretenida sonrisa. Le sonrío también, ignorando su comportamiento burlesco ante mi indecisión, camino pasándole al lado.
—Gracias —digo suavemente mientras entro al departamento...o más bien al ático. Las mariposas en mi estómago se han triplicado. El clic de mis tacones sobre el suelo de madera color chocolate hacen eco por toda la casa. Dejo salir un pequeño jadeo cuando veo el alto techo, arqueado como las bóvedas que revelan un segundo piso, el cual es introducido por una larga, escalera de caracol.
La siguiente cosa que llama mi atención es el concepto abierto de la cocina con todos los electrodomésticos de acero inoxidable, separados del área de la sala por una isla, la cual puedo apostar que es de granito. No hay muchos muebles, solo un diván blanco y un sofá seccional que le hace juego el cuál se extiende por varios kilómetros en frente de lo que tiene que ser una televisión de al menos setenta pulgadas, también hay una mesa circular de vidrio separándolos. Pero lo que me detengo en seco, haciendo que me pregunte qué hizo que me tomara tanto tiempo en verlos, son los ventanales que van del techo al suelo que rodean todo el lado izquierdo del ático, revelando una impresionante vista de Chicago.
—Esto... esto es increíble —digo tranquilamente en voz alta. Siento a Pearce tocar mi hombro, y los nervios me hacen casi saltar fuera de mi piel.
—¿Tomo tu abrigo? —Sonríe, señalándolo.
¡Dios, Katniss! CALMATE!
—No deberías acercarte así a las personas —bromeo permitiéndole quitarme la pequeña chaqueta, si es que el delgado material que estoy usando puede ser clasificado de esa manera.
—Recordaré eso —dice enigmáticamente, tomando lo que sería mejor descrito como mi chal y despareciendo en otra parte de la casa. Froto mis brazos, sintiéndome repentinamente vulnerable con sólo ésta delgada pieza de material ajustado sobre mí. Paso las manos por mis actualmente caídos rizos mientras camino hacia la gran isla de la cocina y tomó asiento en una de las altas sillas blancas. Me quito los tacones, esperando que no le salgan ampollas a mis pies adoloridos. Levanto la mirada cuando Pearce reaparece, dirigiéndose al estéreo.
—Esto es realmente hermoso —le digo, observando la decoración a mi alrededor nuevamente.
—Gracias. —La música empieza a llenar la casa, una canción que es evocadora e hipnotizaste al mismo tiempo.
—Amo esta canción —le digo absorbiendo los lentos y sensuales ritmos.
—Es una de mis favoritas —contesta sacando una jarra de cristal del gigantesco refrigerador de acero inoxidable. Vierte agua helada en dos vasos.
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Pedazos
Romance¿El amor lo puede todo? ¿Realmente se conoce a la persona con quien vivimos y amamos?