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Pov. Peeta


Finalmente llegamos a Chicago, de una extraña manera el hogar lejos del hogar. El GPS dice que estamos a diez minutos de la oficina de la doctora.

Haré esto. Le diré a una completa extraña mis más profundos y oscuros secretos, solo que no tengo idea de cuáles son. Solo mi madre sabe lo que estoy haciendo. No le dije a Aidan, ni a Lisa, ni a Delly ni a mi padre. Es algo que quería hacer por mi cuenta sin malas vibras. Mi confianza en los doctores está destrozada por la última experiencia que tuve con uno, pero esta es una nueva página. Ella no me conoce, o a Pearce, o a mis padres, o mi afiliación con los Crestfields así que no tiene una agenda oculta.

Katniss se ofreció a conducir, pero sentí que el conducir me ayudaría a calmar los nervios y estoy más nervioso por esto de lo que pensé que estaría. No sé qué esperar o qué va a ocurrir. Detesto poner tanta confianza en las manos de alguien más, dejando que alguien manipule mis pensamientos y que, básicamente juegue con mi cerebro. Una parte de mí quiere olvidarse de todo el asunto. He estado bien hasta este punto y mi padre siempre dijo que si no estaba roto no había que arreglarlo. La cosa es que creo que estoy roto, al menos casi roto.

Funciono, como un auto que puede llevarte donde necesitas ir, pero no sabes cuándo ese repiqueteo hará que se averíe por completo. No puedo ser como un auto poco fiable. Soy padre y Katniss confía en mí. Volteo a verla. Ha estado muy callada. Pasó dormida la mayor parte del camino y despertó hace solo unos pocos minutos.

—Andamos por tus lares —bromeo, alegre de que esté despierta. El hablar libera algo de esa energía que dan los nervios

—Síp. La gran ciudad. —Una amplia sonrisa se extiende por su rostro cuando entramos al centro. Este se ha iluminado.

Ama este lugar. Extraña esto...

—Solo he estado aquí una vez, por un viaje escolar —digo y entonces me doy cuenta de lo ridículo que eso suena—. Bueno, eso, lo recuerdo —añado suavemente. Supongo que ese es un motivo por el que veré a esta mujer.

—Bueno, si está en este distrito, le va bastante bien —contesta Katniss.

—Esperemos que eso signifique que sabe lo que está haciendo. —Dejo salir una risa nerviosa.

—Todo estará bien. —Su sonrisa es reconfortante, aun cuando noto que suspira. Cuando llegamos al edificio, nos toma otros diez minutos encontrar dónde estacionar. Quería seguir buscando, pero terminamos en un estacionamiento donde nos costó veinticinco dólares las tres horas. ¡Qué robo! Katniss no se inmutó. Le muestro a Katniss la dirección y confirma que hemos estacionado a tres cuadras del edificio. Mientras caminamos por la concurrida calle, observo todo a mi alrededor.

Hay tantas personas, hombres, mujeres, jóvenes, todos de diferentes nacionalidades y etnias. Hay tres tipos bailando frente a un restaurant de comida rápida y las personas colocan dinero en un balde frente a ellos. En otra cuadra, hay un hombre con traje y corbata diciéndoles a las personas que irán al infierno, literalmente todos vamos al infierno según este tipo.

Katniss me mira entretenida por mi asombro. Cuando desliza su mano en la mía, me sorprendo, pero no dudo en darle un gentil apretón. Me sorprendo de cómo su mano parece caber perfectamente en la mía, casi como si estuviera hecha para mí. Rápidamente me hala entre la multitud y caminamos hasta el alto edificio negro y dorado con la dirección al frente. Una vez dentro, la atmosfera es silenciosa, todo lo opuesto al ajetreo y bullicio de afuera.

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