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10 de Marzo de 2013

Pov. Katniss


Es gracioso como un día puede cambiar el curso de toda tu vida. En realidad, no un día, en cuestión de segundos. El momento en el que te enteras que vas a tener un hijo o el día que recibes un terrible diagnóstico. Esa vida alterada por momentos que sabes que nunca va a volver a ser la que era antes de que esos segundos pasaran.

He caminado hacia la puerta del ático más de mil veces. Cada una de ellas esperando secretamente que esté ahí, sentado en el sofá, con sus ojos revelando tanto y tan poco a la vez. Y luego el tiempo se congelaría y no importaría mucho en dónde ha estado, o con quién ha estado, solo importaría que estaba en casa y que me amaba y no podía permanecer lejos. Esperanzada a ello, por supuesto, habría una razonable explicación, las circunstancias que lo mantenían lejos de mí, de nosotros, de nuestra familia.

Cada escenario que imaginé, jugó de diferente forma y vagamente, en el fondo no me importaba cuál era la explicación, solo que estaba en casa y que mi familia estaba completa de nuevo. Ese sentimiento de anhelo por perderlo hacía que sintiera que una parte de mí estaba perdida. Esa parte podría volverse pedazos, pero no se resquebrajaba.

Pienso de nuevo en el día en que volví a una casa vacía cuando descubrí que estaba embaraza. Incluso entonces estaba huyendo de sus recuerdos, odiándolo con cada parte de mi ser. Sin embargo, cada día mi estómago crecía con una parte de él dentro de mí. Amor y odio enfrentándose juntos en la batalla sin fin que he luchado en mi interior. Quería borrar su existencia empezando por mis recuerdos, pero cada día que entraba por la puerta regresando a casa de alguna tarea trivial, sabía en el fondo que la esperanza seguía ahí.

Sé lo ridículo que era mantener mi esperanza en secreto, para mí sola. El pensamiento de querer de vuelta a un hombre que abandonó a su esposa embarazada era demasiado patético para que mi propio subconsciente lo comprendiese. Bueno él no lo sabía, pero aun así, ¿por qué estaba tratando de aferrarme a una esperanza quijotesca, injustificada y casi incomprensible? Pero lo hacía, seguía teniendo esperanza para Pearce y para mí. Hoy no hay esperanza. Esta es la primera vez que sé que es un hecho que no estará ahí. El hombre que amo y he detestado todos estos años es un fragmento de la mente de un hombre llamado Peeta... o no; mi mente está demasiado cansada como para hacer frente a la lógica de toda esta situación.

Me había imaginado todo esto de manera diferente antes de mi viaje de regreso a Madison. Después de todo, traté de convencerme de que lo mejor era una oportunidad de comenzar de nuevo dejando atrás el pasado, haciéndolo ver como una experiencia liberadora. Me imaginé a mí misma caminando por la puerta, tomando una respiración profunda y quitándome un peso de encima.

Todos aquellos días, que no sabía si estaba vivo o no, si estaba herido, o dónde estaba, si pensaba en mí, si sabía sobre Willow... la carga de todo se había ido, liberándome.

Pero ahora en la realidad, mientras estoy de pie frente a mi puerta, el sentimiento es abrumador; casi como en el día que se fue. Pensé que me había convencido a mí misma en el largo viaje de vuelta a casa de que podía exorcizarlo de mi vida, de mi mente y de mis pensamientos. Me convencí de que podría lidiar con esto y que, en realidad, ahora tenía un cierre para seguir adelante. Pero caminar hacia esa puerta, lo hizo real, como si me hubieran dado un puñetazo en el pecho; el frío recorre mi cuerpo y no puedo respirar.

La verdad de esta realidad es una situación que impacta como si fuera una tonelada de ladrillos y no puedo ir a mi casa sin poder evitar caerme. Estoy tratando de detenerme para no llorar, pero por más que trato, no puedo respirar. Logro cerrar la puerta detrás de mí, y al hacerlo me deslizo hacia abajo descansando mi cabeza en ella. Me prometí a mí misma que no iba a derramar una lágrima más por él en Madison y que iba a caminar a través de esa puerta fuerte, no débil, y estaría lista para cerrar este capítulo de mi vida y comenzar uno nuevo.

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