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Pov. Katniss


Sobrevivimos el viaje sin matarnos el uno al otro, y eventualmente, me quedé dormida. ¿Cómo se puede dormir en medio de una tormenta, rodeada por un torrente de preguntas sin responder? No lo sé, pero eventualmente la mente y el cuerpo se desconectan y te dan paz por un momento y sueño. Sueño con mi mundo, como era, sueño con Peeta entrando en él, cómo cambió las cosas y luego Pearce regresa, volteando las cosas en su cabeza. Cuando despierto, pienso a dónde se dirige mi mundo. ¿Cómo puedo ser madre en medio de esta disfunción? ¿Cómo evitar que me arrastren al lugar donde solía estar? Siento que estoy peleando una guerra, desarmada y donde mi oponente sabe muy bien que mi debilidad es él. Abro los ojos para ver que todo está oscuro. El auto se ha detenido y mi puerta está abierta. Levanto la mirada para verlo inclinado sobre mí, con sus manos apoyadas en el techo del auto. Me pongo derecha y miro alrededor.

—¿Dónde estamos? —pregunto, un bostezo se me escapa. No parece que estemos en algún lado de Michigan o de Chicago.

—¿Es algo que realmente necesitas saber? —bromea. Es tan listillo.

—Sí, necesito saber a qué distancia estamos de nuestra hija. Sabes, ¿la que se suponía que teníamos que recoger en casa de tus padres?

—Gwen sabe que la recogeremos mañana —dice simplemente.

—¿Hablaste con tu madre? —pregunto, sorprendida.

—Gwen es una de las pocas personas que no piensa que soy el anti-Cristo —dice sarcásticamente—. Y estamos en Venitan, un pequeño suburbio de mierda de Michigan —dice indiferentemente.

—¿Qué estamos haciendo aquí?

—Dices que quieres saber toda la historia... todos mis secretos. Bueno, aquí es donde comenzó —dice, extendiendo su mano hacia mí. Lo miro escépticamente.

—¿Esto es un juego o algo por el estilo?

—Los juegos son para niños. Bienvenida a nuestra nueva jodida realidad —dice.

Acertijos y juegos, todo es una jodida pieza del rompecabezas. Sería demasiado fácil obtener respuestas directas. Dejo escapar un profundo suspiro y lo observo entrar a la casa.

Miro alrededor. Es tarde por la noche y la calle está en silencio. Luce como un vecindario de la clase media-baja. A regañadientes lo sigo. A mitad del camino me detengo y me pregunto si debería arrancar el auto e ir a toda velocidad con los Mellark.

Eso sería lo lógico, pero, por otro lado, la lógica y yo no funcionamos, somos una combinación tóxica. Aunque, si esto es un juego, habrá un ganador y un perdedor. No planeo perder.

Me detengo en el pequeño buzón enfrente de la casa y observo. Saco tres cartas, todas dicen Pearce Mellark en ellas. ¿Qué mierda? En realidad, tiene este lugar, ¿tal vez, le pertenece? Pero, ¿por cuánto tiempo y por qué?

—¿Qué? ¿Ahora eres Nancy Drew? —Se ríe antes de desaparecer dentro de la casa. Lentamente subo las escaleras y lo sigo dentro de la pequeña casa de dos plantas. En el momento que entro, enciende las luces y estoy totalmente sorprendida. La fachada de la casa se ve vieja, más que un poco desgastada, pero el interior es completamente diferente. Está decorada en tonos grises y azules. Es impresionante, luce decorado por un profesional. En un lado de la sala hay un sofá de color gris pálido con almohadas de color azul oscuro. Una mesa de café de vidrio asimétrica con patas de metal llena el espacio que está entre el sofá y dos sillas sin brazos con estampado similar. Todo luce caro, como nuestro hogar, ¡probablemente los muebles en esta casa sean más caros que la misma casa! En una esquina, a la izquierda de la habitación hay una chimenea con bordes de piedras negras. La cocina es moderna, con electrodomésticos de acero inoxidable y pintada de los mismos colores grises y azules que la sala con un toque de verde lima en los azulejos y en las toallas de mano.

—Entonces, ¿cuándo obtuviste esto? ¿Por qué tienes este lugar? —pregunto confundida.

—Fue antes de conocernos y el área me interesa —dice simplemente, quitándose la chaqueta y guardándola en un armario. Su teléfono vibra encima del mostrador. Lo mira y una amplia sonrisa se extiende en su rostro—. Es Delly —dice, mirándome—. ¿Quieres contestar? ¿Qué crees que Peeta le diría? Digo, ya que es tu nueva alma gemela y todo eso —dice sarcásticamente. No puedo creer que realmente esté celoso. Cuando no hago ningún movimiento por contestar el teléfono, se adelanta y lo agarra del mostrador y contesta con un brusco—. ¿Qué pasa, Delly? No, no es Peeta. Es Pearce. De todas formas, te iba a llamar dentro de poco. Solo creí que deberías saber que Peeta se folló a Katniss anoche —dice como si nada.

—¡¿En serio, Pearce?! —le grito. No puedo creer que dijera eso. Bueno, en realidad, sí lo creo, pero, ¡oh Dios mío!

—Sí, tampoco lo podía creer. Al cobarde le creció un pene, una anomalía científica. —Me da un guiño.

—Cuelga el teléfono —le digo severamente, acercándome, pero se aleja.

—No tuve nada que ver en eso. Fue completamente cosa suya, créeme —continúa, esquivando mis intentos de arrebatarle el teléfono—. Si te hace sentir mejor, planeo follármela hasta sacarlo de sus pensamientos —dice con un guiño.

—¡Eres un imbécil! —le grito. Delly no es una de mis personas favoritas. En realidad, es la persona que menos me agrada, pero merecía enterarse sobre la ausencia de Peeta de una mejor manera.

—¿Yo soy el imbécil? No fui yo quien se folló a su prometido. —Se ríe.

—¿Te estás escuchando? —digo enojada—. ¿Estás enojado conmigo porque me acosté contigo? Deje que me tocaras, tus manos, tus labios. ¿No confías en mí por eso? —Río histéricamente y su rostro se endurece.

—¡No confío en ti porque te pusiste en mi contra!

—¿Me puse en tu contra? —pregunto incrédula.

—¿No se suponía que renunciaras a nosotros, recuerdas? —dice amargadamente—. Dijiste que nunca me verías como si fuera el villano —continúa, caminando hacia mí.

—¡Nunca te he mirado así!

—¿Cómo crees que me estás mirando ahora? —El silencio es inquietante. Por un segundo veo vulnerabilidad en sus ojos. Este hombre se esconde detrás de su arrogancia, su engreimiento y su fachada dura. Tengo que recordarme que este irrompible hombre al que he llegado a reconocer como Pearce, no se encuentra bien. Tiene una enfermedad mental. Está roto, más roto de lo que nunca he estado y es completamente posible que, de hecho, él vea lo que hice como un verdadero acto de traición. Suspiro y me apoyo sobre un mostrador cercano.

—¿Podremos superar esto? ¿Vas a odiarme por siempre y nunca volverás a confiar en mí? ¿Es este nuestro fin? —pregunto sinceramente.

Él aleja la mirada.

—Voy a ir a comprar víveres. Tal vez puedas hacer uso de algunas de esas lecciones de cocina que estabas tomando —dice antes de salir.

¿Cuánto recuerda? ¿Será todo? ¿Cómo es que lo sabe todo mientras que Peeta no sabe más que lo que Pearce quiere que sepa?

PedazosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora