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9 de Mayo de 2011

Pov. Katniss


Amo la briza de primavera en Saginaw. Cierro los ojos mientras la fresca brisa pasa dejando escalofríos por el cambio de temperatura. Miro mi reloj y me doy cuenta de que son las 3:00 a. m. Hemos estado en Saginaw por cuatro días. Cuatro días que han pasado como meros instantes.

Se quedó, un pequeño gesto que significa bastante. Ha pasado mucho tiempo desde que hemos estado así, solo nosotros, sin pretensiones o agendas; teniéndolo todo el día, sin el temor de la llamada de teléfono que conseguirá que lo aleje de mí.

He sido capaz de derretir el hielo y Pearce me ha mostrado un lado de él que no he visto en mucho tiempo. Sé que tenemos mucho camino que recorrer, pero el que esté aquí es un paso en la dirección correcta. Aun así, hay momentos en los que parece estar perdido en sus propios pensamientos, momentos en los que se irá para estar solo, dejándonos a Effie y a mí.

Esos son los momentos en los que mi corazón llega a él; siento que está luchando con algo que no compartirá conmigo. No lo molesto al respecto, aunque espero que eventualmente aprenda a apoyarse en mí de la misma manera en que lo hago con él.

He estado sentada aquí en el balcón desde la una de la mañana. Realmente debería intentar dormir. Camino de vuelta a la habitación donde Pearce está tendido por toda la cama. No puedo evitar sonreír; siempre luce como un niño cuando duerme, tan inocente y pacífico. Camino de puntillas hasta el otro lado, me quito la bata, y me meto en la cama.

Me instalo debajo de las sábanas y recuesto mi cabeza sobre su pecho. Han pasado meses desde que he hecho esto y tentativamente coloco mi brazo a su alrededor. He extrañado tanto esto. Cuando las cosas empezaron a salir mal, odié mi deseo de querer estar cerca de él. Me molestó mi anhelo por el toque de alguien que no parecía necesitarme, así que me retiré.

Me acerco a él y observo el patrón de su respiración; nunca es profundo, sino más bien sutil, casi como si no estuviese respirando en absoluto. Siempre es silencioso, nunca ronca, y la mayoría del tiempo su expresión es calmada. Pero también están los momentos cuando su respiración es más rápida, como si un millón de cosas estuvieran sucediendo en su cabeza al mismo tiempo. Intento disfrutar de este instante y de no pensar en nada más, pero es tan impredecible que no me sorprendería si saltara de repente y dijera que va a regresar a Chicago.

Debe haber escuchado ese último pensamiento. Está despierto, y está observándome, posiblemente está intentando leer mi mente. Podría decir que tengo su atención, pero más bien tiene la mía.

—Piensas demasiado —susurra masajeando mi espalda baja.

Suspiro.

—Tú también. —Coloco mi mano en la suya. Sonríe por un minuto y sale de la cama. Observo que toma la maleta que trajo consigo y desaparece en el baño. Escucho el agua comenzar a correr, las paredes son tan delgadas aquí. Me muevo en la cama, intentando ponerme cómoda. No sirve de nada, estoy completamente inquieta. Sé que ahora no puedo dormir; una vez que me levanto, es muy difícil para mí volver a dormir.

Los grillos están cantando, ha pasado tiempo desde que los escuché. Cuando vives en un rascacielos, te pierdes el lujo de escuchar su arrulladora, aunque algunas veces molesta, canción.

Me levanto de la cama y enciendo la radio que se encuentra sobre el tocador. Los suaves sonidos salen de las bocinas, la única cosa que Effie escucha. He aprendido a apreciarlo más de lo que lo hice en mis años juveniles, cuando lo encontraba más que aburrido. Pero ahora la música hipnotiza mi mente hasta olvidar el estrés que pesa sobre la mayoría de mis pensamientos.

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