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Pov. Peeta


Parece como si todo el aire hubiera sido expulsado de ella. Todo el color drenado de su rostro, pero esta vez sus ojos no dejan los míos. Se ve avergonzada, herida y sobre todo traicionada y eso es lo que más me duele.

—¿Quién demonios eres tú para amenazarme? —Escucho a Delly chillar—. ¿Y tú vas a dejar que esta basura me amenace? —Siento cuando me da un golpe en mi hombro.

—¡¿Basura?! —Me doy la vuelta cuando veo el agua venir hacia nosotros. La mejor amiga de Katniss acaba de lanzarle agua en el rostro a Delly.

—¡Vaya! —exclama Aidan. Delly está a punto de devolver el favor, pero la amiga de Katniss casi ha saltado sobre la mesa lista para pelear. Agarro rápidamente a Delly y la arrastro y la levanto para salir por la puerta. Es hora de dejar atrás esta conmoción.

—¿Qué fue eso de ahí? —digo, apenas capaz de contener mi ira.

—¿Me estás gritando? ¿Después de que básicamente me atacaron? —grita.

—De alguna manera te lo merecías. —Su boca cae abierta—. ¿Por qué sacarías eso a cuenta aquí? —le pregunto, y me mira con incredulidad.

—¡Porque debía ser dicho! —grita nuevamente.

—Lo hiciste para avergonzarla, para herirla —replico deliberadamente.

—Esto no es mi culpa, Peeta. ¡Si tú le hubieras dicho, cuando se suponía que lo hicieras esto no habría pasado! ¿Cómo piensas que me siento con todo esto?

—Nunca habías actuado así, Delly. Ya casi no te reconozco —digo honestamente. Su ceño se endurece.

—¿No reconoces quién soy? —responde con una risa sin alegría—. ¡Si esa no es la alegación más irónica del año no sé qué es! —Y con eso se va enojada a su auto. Últimamente hace eso mucho. Es como mi propio huracán, en estos momentos tengo demasiados de esos en mi vida. Estoy cansado de limpiar tras ellos. Mi padre aparece en el porche, su rostro rojo y luce conmocionado.

—¿Dónde está Delly? —pregunta exasperado.

—Se fue —le digo, dejando salir un suspiro profundo.

—¿Acabas de dejarla ir? —Ahora mi papá luce enojado conmigo, y para ser francos no quiero escucharlo.

—¿Qué se supone que haga? La equivocada aquí es ella. No debió hablarle así a Katniss o a mamá —respondo y gime.

—Esa chica sólo ha traído problemas desde el día que llegó. Ella y su loca familia.

—Oh, esa es buena papá —le espeto de regreso—. Porque somos la fotografía de la familia perfecta —digo sarcásticamente y paso junto a él. Cuando me agarra del hombro, me aparto de él y vuelvo a la casa.

La cocina está vacía, excepto por mi madre que está limpiando las consecuencias de lo que acaba de suceder. Me mira, cansada y avergonzada.

—Lo siento, mamá —me disculpo y ella encoje los hombros.

—No es tu culpa, Peeta. Cosas como estas son de esperarse, creo. Todos estamos conociendo nuestras personalidades y demás. Esto mejorará —dice, dándome un tranquilizante apretón antes de terminar de barrer el suelo. Entro en la sala y veo a la amiga de Katniss, Hillary, sentada en el sofá junto a Lisa y Aidan, que están sentados en frente de ella.

—Ella es una jodida perra —escupe airadamente, con las piernas cruzadas y sus brazos de la misma manera.

Está todavía furiosa. Su cabello es rubio hasta las raíces, pero por las sombras se vuelve rojo. Lleva botas de cuero hasta la rodilla y una chaqueta de cuero blanca. Pareciera que todavía quiere pelear. Si no estuviera tan furiosa, estoy seguro que sería una chica linda. Ella y Katniss son tan diferentes. En realidad, me recuerda a una versión más impulsiva de Lisa. Ella levanta la vista hacia mí cuando entro en la habitación y rueda los ojos.

—Mira, lamento la falta de respeto hacia tu casa. Se lo dije a tu madre, por lo que ahora te lo digo. Por ello, pido disculpas —dice, lanzando sus manos al aire—. Pero no voy a dejar que nadie le hable a mi mejor amiga de esa manera, especialmente cuando está tratando de ser agradable. No sé si has visto a Katniss encabronada, pero puede ponerse así muy rápido. Ella realmente estaba intentando estar calmada ahí dentro.

—¿Cuánto tiempo han sido amigas? —pregunta Lisa con cautela.

—Desde la universidad. No estamos en los mejores términos, pero que me condenen si dejo que alguien le hable de esa manera. —Se da la vuelta poniéndome atención—. Al principio pensé que estabas mintiendo. No sabía si creerte todo esto o no, pero ahora que te conozco sé que tú no eres Pearce —dice, mirándome amargamente.

Suspiro.

—¿Por qué lo dices? —pregunto.

—Pearce nunca, jamás dejaría que alguien le hable así a Katniss —finaliza antes de levantarse y pasar junto a mí. Pienso que esta es la primera vez en mi vida que me avergüenzo de quien soy.

—Amigo, creo que estoy enamorado —dice Aidan, siguiéndola.

—Peeta. Lo lamento. Le dije a Katniss que lo siento. Si yo no hubiera sacado el tema, esto nunca habría pasado. —Lisa camina hacia mí.

—Eso iba a suceder tarde o temprano. —Suspiro.

—¿Qué dijo Delly? —pregunta.

—Está enojada y se fue. —Encojo los hombros con un suspiro.

—¿No fuiste tras ella? —Suena sorprendida.

—No. ¿Crees que debería haberlo hecho? —pregunto, un poco sorprendido.

—No. Solo me sorprendió que no lo hicieras. —Encoge los hombros.

—¿Dónde está Katniss? —pregunto.

—En su habitación con su tía. Pienso que está tratando de convencer a Katniss para que regrese con ella —susurra.

—¿Hoy?

—Mira, ¿puedes culparla después del desastre que paso allí?

Asiento. Tiene razón.

—¿Qué tan seria era Katniss sobre mudarse aquí? —pregunto.

—Parecía estar considerándolo. Ahora ya no sé nada... —Se calla cuando la tía de Katniss sale de la habitación. No luce feliz.

—Peeta. ¿Podemos hablar? —dice mirándome. Tiene casi la altura de mi mamá, pero la expresión en su rostro no podría ser más intimidante.

—Claro —contesto. Lisa sonríe forzadamente antes de retirarse.

—Voy a ser franca contigo. He tratado de convencer a mi sobrina que regrese a casa con nosotras.

—Entiendo —digo, asintiendo con la cabeza.

—Se negó. No estoy sorprendida. Estoy enojada pero no sorprendida. Está siendo terca con todo esto. Pero por supuesto ya lo sabes. —Me mira fijamente—. O tal vez no. —Suspira frotándose la cabeza—. Quiero que mi Katniss regrese a casa en una pieza, Peeta. No soy una persona severa, pero quiero recalcarte la importancia de lo que te estoy diciendo.

—Entiendo —le digo sinceramente.

—No creo que lo hagas. La mayoría de las personas no quiere herir a nadie, simplemente sucede. Ella ha pasado por demasiadas cosas. Si estás confundido acerca de esto, y estás enamorado de la otra chica, sólo déjala ir. No juegues con ella, no la tengas esperando. Vamos a estar atascados juntos por lo menos unos diecisiete años, incluso más que eso. Tú no quieres estar de mi lado malo. —Y con eso se va dejándome solo en la habitación.

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