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PRESENTE


Pov. Katniss


No puedo respirar. ¿Cómo haces para que tu corazón no lata a mil por hora?

¿Cómo te arrastras lejos de los sentimientos que están envueltos a tu alrededor como el lazo de una horca?, sentimientos que te han tragado por completo. Una oración fue todo lo que se necesitó para que supiera que es él. Mi don y mi maldición, mi final, mi comienzo, el mejor de mis sueños y la peor de mis pesadillas todo envuelto en uno. Pearce Mellark, en toda su gloria. Lo sabía. Desde el momento en que escuché su voz en el teléfono, la ansiedad se arrastró por mi columna. Mientras subía cada piso, sabía que era él. Me imagine este momento tantas veces. Soñé con él, me preparé para cuando sucediera, pero jamás esperé que sucediera de esta manera. Lo cual es adecuado ya que nunca sé qué esperar de él.

Me está observando, sus ojos estrechos sobre los míos, su mirada fija ahí. Es como si el tiempo se hubiera detenido, la atmosfera cambió. Todo está en silencio, muy en silencio, igual que ese momento antes de que aparezca un trueno en el cielo y todo el infierno se desate.

Le he visto casi todos los días por los últimos dos meses, pero no así, no con esta intensidad en la mirada, o con su sobrecogedora presencia, haciendo que el miedo, la excitación y la ansiedad me recorran. La gélida mirada en su rostro envía escalofríos hasta lo más profundo de mi ser. Estoy congelada en este lugar mientras lo miro.

¿Qué demonios sucedió? Todo este tiempo Peeta ha estado aquí y de pronto, así como así, se ha ido y esto ocurre, justo después de que dormí con él.

Estoy confundida, nerviosa y un poco asustada, por la manera en la que me está mirando Pearce, temerosa de lo que está por pasar, temerosa de cuál será su violenta reacción. Porque la energía exudando de Pearce me da a entender que será algo malo.

Pearce.

Es él con quien me case. Del que estoy enamorada, el hombre con el que pase años de mi vida. Pero estoy temblando porque mi cuerpo apenas puede contener las emociones que se estrellan una contra otra dentro de mí. El hombre que amé y que odié. Hay tanto que quiero decirle, pero mi lengua está pegada al paladar. No sé qué hacer y oh Dios mío, ¿qué le paso a Peeta?

Anoche hicimos el amor, Peeta y yo hicimos el amor, y le dije a Peeta que él era al que quería. Pearce sabe lo que pasó.

¡Mierda, mierda, mierda!

¿Por qué mierda me siento culpable? Son la misma puta persona, pero la forma en la que me está mirado... con desdén, enojo y casi asco me hace sentir como la criatura más baja del planeta. Descruza los brazos y camina tranquilamente hacia mí, cada paso hace que mi corazón palpite como loco en mi pecho hasta casi salirse. Espero que me toque cuando se acerca, pero me pasa a un lado y cierra la puerta que deje abierta.

—¿Qué sucedió? —pregunto, mi voz es apenas mayor a un susurro. Su mano agarra firmemente mi muñeca y me voltea hacia él.

—Tú dímelo. —Su voz es baja y me aturde, pero intento no demostrarlo.

—¿A qué te refieres? —pregunto, sintiendo mis manos temblar en su agarre. Sé que Pearce nunca me lastimaría, pero está tan enojado.

—Te amo Peeta. Tú eres al que quiero, Peeta —dice, imitando mi voz.

—¿Estás bromeando? —Dejo salir una risa nerviosa. No puede hablar en serio; pero sé que así es.

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