10. Alma Noa Villa

5 4 0
                                    

La ausencia de brillo. La vista al suelo. La irritación de la piel. El ceño fruncido. Esos ojos... sus ojos, reconocí sus ojos.

Méderic se fue y sentí que ese sábado estaba hechizado, repleto de magia, de sensaciones. Y allí estaba yo, en mi refugio, nuevamente con la cabeza hecha una locomotora, trabajando a todo vapor, convirtiéndome en una acosadora más, siguiendo al empleado de Elie a donde quiera que se moviera, incapaz de retirarle la mirada.

Sentada aún, observé al nuevo empleado de Elie queriendo unir los miles de trozos en los que parecía estar dividida su vida para poder entenderlo, ayudarle de la manera correcta, y poder quitarme del pecho el extraño aleteo que su apariencia me producía. Él no me había pedido ayuda, pero yo estaba completamente obsesionada con su existencia a esas alturas, y no podía parar de sentir interés hacia él, lo que era y lo que le pasaba.

Pensar en Ezra, inevitablemente, me hizo viajar a un pasado no tan lejano, y fue así como pensé entonces, mientras le veía, en Noah, aun cuando en nada se parecían o nada, absolutamente nada los relacionaba.

Con Noah nació un algo que no puede ser definido en una sola palabra, como sí sucede con el «noviazgo»; un algo que, por mucho que quise negar, fue mucho más que "nada", y qué al perderlo me hizo quedar inexorablemente, devastada. Lamentaba, a ratos, no haber reconocido ante él, que su esencia me encantaba, que su ser era el tipo que siempre había imaginado a mi lado, y qué él, en todo el sentido de la frase, superaba mis expectativas.

A veces me preguntaba por qué nunca fui capaz de notarlo, sí su apariencia, de por sí, sobresalía tanto, y por qué él sí fue capaz de notarme a mí, a alguien que, según sus palabras, era el «opuesto a su tipo de mujer». Nunca lo dije en voz alta frente a alguien, y mucho menos frente a él, pero él, en todo el conjunto que significaba su existencia, era el hombre con el que yo siempre me había imaginado; alguien que compartía el gusto por la ciencia, de corazón bueno, inteligente, amoroso; Noah era perfecto por donde se le viera.

Y por eso la pregunta interna cada vez carecía más de respuestas, y seguía siendo tan incógnita como al principio. Siempre me preguntaba por qué, a pesar de saber qué él era todo lo que creía buscar en una pareja, nunca fui capaz de verle entre el gentío, como si fuera el destino quien me guiara, como yo siempre había soñado que sería —o aprendido, a las malas—. Siempre me preguntaba qué tan diferente habría sido todo sí yo le hubiera dicho que de verdad le quería, o que por lo menos eso creía; no podía evitar imaginarme lo diferente que podría haber sido todo, sí ese algo que nació entre nosotros —que a su vez fue nada—, hubiera continuado y tal vez se hubiera formalizado. No lo aceptaba a viva voz, pero bastaron cuatro meses juntos para que yo comenzara a imaginar un futuro, cercano y lejano, junto a él. Y por eso su «adiós» fue tan difícil, porque justo cuando yo le aceptaba, tuve que guardarme los sentimientos, ponerlos bajo llave, olvidarme del futuro que había logrado imaginar, e intentar dar reversa a todo lo que estaba empezando a nacer.

Y Noah aparecía ahí, en medio de ese tiempo, en esa mesa, en esa cafetería, porque recordé lo mucho que me aseguré a mí misma, cuando él partió a tierras lejanas, que nadie nunca jamás me volvería a encantar de esa manera, que no había persona allí afuera que pudiera atraer a mi ánima con esa intensidad. Pero, la vida en un mes, ya me había dado dos cachetadas y me escupía encima mis afirmaciones.

Me pregunté entonces, por qué el remedo de hombre tras esa fortaleza de vitrinas atraía mi mirada con la intensidad de un imán, por qué, a diferencia de Noah, su existencia parecía llamarme incluso si yo no lo veía; por qué mis piernas parecían querer levantarse por cuenta propia y andar hasta el límite de su cercanía, para escuchar su voz, atendiéndome como si fuera una clienta más y ya; el todo era estar más cerca.

Bitácora de Alma: KomorebiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora