44. Clement Faucheux - Parte 2

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Hervé le levantó una ceja, como si no creyera lo que estaba escuchando y le dijo:

—¿Irnos? ¡Loco! Estoy en el paraíso. De aquí no me voy. Alma, por favor, que este cuadriculado disfrute la fiesta también.

—Tú vete tranquilo, querido, yo me encargo —le respondió ella, guiñándole un ojo.

Se dio la vuelta hacia nosotros, y con la emoción pintada en la cara, nos siguió.

Me incliné hacia Solenne y le dije al oído que la dejaría sola un rato, para que pudiera introducir a Hervé bien con sus amigas, y yo pudiera ir a cumplir mi cita en la cocina, por lo que apenas encontramos a sus amigas, y comenzó a presentarlas con Hervé, le di una palmada en la espalda a él antes de retirarme, que estaba en un papel de seductor diferentísimo al que tenía normalmente, y se presentaba a las chicas como si lo hubiera hecho desde siempre.

Caminé hasta la cocina y me demoré en llegar más de lo pensado. La casa estaba atestada de gente. Al llegar, me encontré con que ya estábamos todos allí a excepción de Méderic y Simone.

—¿Qué pasó con el chico de la profecía? —me burlé— ¿Aún no encontró a su escritora?

—Señorito, ¿usted dónde dejó a su chica? Espero que tenga buenos candidatos para Elora también.

Elora junto a Alma se prendió en colores, pero no dijo nada.

—¡Estás guapa! —le gritó Aymé— ¡Ya verás que sales con novio esta noche!

Alma la abrazó y le sonrió.

—¡Mi florecita está muy guapa hoy!

—Yo sé que dije que quería conocer chicos, pero me dan nervios —dijo Elora casi en gritos por la música que sonaba por toda la casa.

—Yo te ayudo a ser valiente —le dijo Alma, emocionada de imaginar a Elora conociendo chicos—, tu tranquila. Mereces encontrar a tu Ezra —Ezra le sonrió y le dio un beso en la boca.

Aymé torció los ojos, exasperado, pero no dijo nada. Elora arrugó el ceño y se removió nerviosa, pero tampoco dijo nada, sin embargo, pude notar que estaba perdida en sus pensamientos, como si no nos hubiera dicho algo.

—¿Todo bien, Elora? —pregunté, haciéndola sobresaltarse.

—¿Ah? Eh, sí, sí. Sólo son nervios, supongo. Es mi primera fiesta.

—No estás sola, Elora, también es mi primera fiesta —dijo Ezra, tranquilizándola—, es más, si quieres no nos separaremos de ti en toda la noche.

Elora le sonrió, agradecida.

—De eso nada —intervino Aymé, a la vez que tomaba vasos de la mesa y comenzaba a servir cerveza para todos—, Elora y yo nos merecemos conocer dos hombres muy guapos que nos arranquen esta soltería de encima.

Elora se sonrojó y quedó del color de su pelo.

Yo me tensé.

Vi a Aymé de reojo a mi lado, concentrado en su cerveza, y no podía imaginarme verlo con alguien, me entraba una sensación de rabia que no sabía por qué nacía.

—Compórtate, Aymé —le pidió Ezra, sabiendo cómo solía comportarse él.

Aymé torció los ojos y empezó a pasarnos los vasos con cerveza a cada uno.

—De eso nada, hoy no me voy sin haber dado un beso al menos —declaró él, y yo sentí que el cuerpo se me volvía piedra—, y lo mismo será para ti, mi pelirroja querida —le dio a Elora su vaso con cerveza. Ella estaba colorada y nerviosa—, hoy te consigo un buen mozo. Estamos en Francia, la capital del beso, ¡Por favor! No seremos los únicos sin cita hoy.

Bitácora de Alma: KomorebiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora