46. Alma Noa Villa - Parte 1

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La fiesta había transcurrido sin problema alguno hasta el momento. En los momentos que Ezra y yo nos habíamos quedado solos nos habíamos encontrado con muchísima gente del Molière que me había saludado, y no paraban de ver a Ezra, empapándose de chismes; los entendía, ellos sólo me habían visto junto a Noah. También nos encontramos con gente del Victor Hugo, y uno que otro saludó a Ezra, pero no se detuvieron mucho. Sin embargo, no perdieron oportunidad para echarme un ojo encima, viendo cómo él me pasaba el brazo por el cuello, y entrelazaba su mano con la mía, y me besaba la frente, la cara, la coronilla o la boca; diría que no había visto expresiones tan sorprendidas como las de ellos.

Todo iba bien. Y a pesar de que era nuestra fiesta, había un montón de personas que ninguno conocía. Había gente de otros colegios, o, incluso, de sitios cercanos; ni idea. Una de esas personas desconocidas, era la que bailaba con Elora y la hacía sonreír.

Al darme cuenta de eso, dejé de pegarme a Ezra, y lo solté para verla, orgullosa y emocionada de verla así. Ezra me apretujó un poco entre sus brazos, igualmente sorprendido, y se quedó bailando conmigo de manera más suelta, cosa que pudiéramos ver mejor a Elora.

Cuando la canción acabó, ellos se quedaron mirándose, y vi que él empezaba a decirle algo. Elora estaba nerviosa, pero, muy diferente a como estaba con el chico que Ezra había sacado a correr de nuestra corta estancia en los sofás, noté que estaba emocionada y cómoda con él. Vi que ella le daba su celular y me emocioné aún más.

Giré mi mirada hacia el arco de la entrada, hacia el recibidor, al notar que algo pasaba allí. Vi a Clement pasar, a duras penas, cabezas atrás de la de Hervé y sus chicas, hecho una furia, sin fijarse muy bien quién estaba en su camino; eso generó una oleada de empujones que terminó afectando hasta a Elora. Giré a verla a ella rápidamente, para ver si estaba bien, y cuando me percaté de que así era, que estaba en brazos del chico y él la ponía sobre sus pies nuevamente, devolví la vista a Clement, que casi había llegado al otro extremo del salón, donde se detuvo de golpe. Halé el brazo de Ezra y le señalé con la boca el trozo de cabeza que sobresalía al final.

—Mira —dije—, es Clement.

Ezra ya lo había visto y tenía la vista clavada en él. Yo no alcanzaba a ver muy allá por mí misma estatura; no importaba qué tanto me parase en puntillas, no lo lograba. Sin embargo, Ezra sí y tenía la vista clavada en Clement, detenido cerca del otro lado de la sala.

—Está viendo a Aymé —narró Ezra sin despegar los ojos de él—. Aymé ha empezado a besar a alguien.

—¡Se van a pelear! —dije, alarmada.

Ezra me pegó más contra su pecho y me dio un beso en la coronilla.

—No creo —respondió—. Sinceramente, si fuera así, Clement ya le habría saltado encima. Además, él me lo prometió, me prometió que no le haría daño nunca más.

—¿Sí? ¿Cuándo? ¿Y entonces?

—Cuando se pelearon la primera vez, antes de ser amigos —me respondió—. Sinceramente, no sé qué sucederá, pero creo que Clement se está percatando de algo muy suyo-. Espera, se está moviendo de nuevo —volvió a narrar—. Agarró a Aymé del brazo y lo está arrastrando lejos del chico.

—¡Se van a pelear! ¡Vamos!

—No —me detuvo—. Dile intuición, pero, no me parece que eso sea lo que sucede —guardó silencio un segundo, fijándose en cada detalle—. Aymé intentó zafarse, pero no lo logró. Clement lo arrastró hasta el estudio... sip, se acaban de encerrar.

—¡Ay no! Debemos hacer algo —dije, preocupada—. Pero espera, Elora aún está allí.

Me giré a ver a Elora y vi que estaba terminando de intercambiar números con el chico que acababa de conocer. A pesar de lo que sucedía, no pude evitar sonreír, emocionada, y hacerle gestos de aprobación con las manos, completamente orgullosa de ella, de que hubiera tenido la valentía de conocer a alguien, bailar e intercambiar números; si no iba a salir con Méderic —porque estaba segura de que estaba enamorada de él también—, era bueno que se diera una oportunidad con otra persona.

Bitácora de Alma: KomorebiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora