32. Aymé Couture -Parte 1

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Llegué corriendo con Clement a La Cream nuevamente, después de haber reñido a Clement por su mini ataque de furia... hombre, al chico se le iba la virilidad con tanta facilidad...

—Somos amigos, Clement —le dije, caminando a su lado hacia algún lugar, por alguna calle que no conocía bien, donde no había tantos carros o tanta gente, dejando que la caminata fuera la que le bajara la rabia—. Pero soy G-A-Y, carajo, y me encanta serlo, y me siento afortunado por ello. No será el primer chico con el que coquetee delante de ti. Es como tú, cuando en la fiesta estabas con aquella chica, esa morena... sé que era tu novia, o, como mínimo, tu amiga "especial" —enmarqué las comillas con mis manos. Se volteó a verme, acusador—. Sé que no es la primera chica con la que te veré así, porque así eres tú... pero yo no soy así... a mí no me gustan las mujeres —le recordé—, y no puedo ser más feliz con ello.

Se detuvo de golpe y se quedó viéndome a los ojos. Le mantuve la mirada.

No dijo nada de nada. Por más que esperé, y esperé... no me dijo nada.

—Si es demasiado para ti, mejor dejemos todo esto aquí —propuse—. Mi intención tampoco es molestarte o incomodarte. Nunca he querido eso para nadie; como te dije antes, yo no soy ese ser energúmeno y grosero que conoces. Yo sólo amo ser yo, y, la verdad es que no estoy dispuesto a dejar de ser yo por nadie.

Y era cierto. Por nadie. Amaba ser yo.

Entonces habló.

—Todo esto es nuevo para mí, Desviado... Agrh, Aymé, como sea.

La cara se me iluminó en una sonrisa.

—Sólo, dame tiempo —pidió—. Además, tus amigos son horribles.

Me eché a reír a carcajadas.

—No lo son, sólo que hoy estaba feo el ambiente —dije—. Además, déjeme felicitarlo, señorito, se ha portado muy bien hoy —lo felicité, sinceramente—. Logró no estallar en ataques de furia, como suele hacerlo.

Me torció los ojos, y echó a andar nuevamente.

—Eso es más por Ezra —me dijo después de un rato—, su malteada de grosella era perfecta, y su torta de zanahoria, aún más.

Palidecí. Me detuve de golpe y paré a Clement conmigo. Lo agarré del brazo y eché a correr en sentido contrario.

—¡Eh! Desviado, ¿qué pasó?

—¡Que no pagamos! —le respondí en gritos— ¡Que vamos a meter a Ezra en problemas!

—¡Ah, mierda!

Y así llegamos a donde Ezra nuevamente. Sabía que todos se habían ido, tras encontrarme a Alma y Noah andando calles atrás; pensé que no quedaba nadie allí, pero entonces vi a Méderic allí, sentado, transformado en un deshecho en la silla, con la mirada perdida, tan devastado y desolado como una cantera, y me preocupé.

—¡Méderic! —llamé. No reaccionó.

Miré a Clement de reojo.

—Ya te dije, son horribles —me dijo. Se giró hacia Méderic, exasperado—. ¡Eh! Perdido... astronauta... ¡eh, demente! —comenzó a decirle a Méderic.

Le sacudí los hombros, hasta que al fin volvió a la realidad.

—¿Qué te pasó, Méderic? —le pregunté.

Me veía con los ojos desorbitados, completamente trastornado, y en una súplica, me tomó de la camisa y me rogó.

—Déjame quedarme en tu casa, por favor.

Bitácora de Alma: KomorebiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora