43. Méderic Abadie - Parte 1

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Entre sábanas bailaban

y sus pieles rozaban.

La oscuridad los observaba,

sus pecados aumentaban,

con sigilo

sus alientos se escapaban,

y en aquella nube de desenfreno

se mezclaban.

La unidad fue relativa,

la privacidad

ínfima,

el deseo compartido,

el sueño uno más vívido.

Las explosiones

sucedieron,

los versos

nacieron.

Y luego, del ensueño,

con un parpadeo,

se vio disuelto.

Mér Abadie.

Escribí el mensaje en el grupo sabiendo que Alma enloquecería al leerlo. Ezra estaba a mi lado, leyendo lo que escribía, expectante, también. La respuesta llegó unos segundos después de parte de Elora.

¡Hecho! Alma se queda hoy en casa.

A Ezra se le dibujo una sonrisa inmensa en el rostro. Estaba enamorado de ella hasta en lo más profundo de sus cimientos.

No pude evitar sonreír al ver su reacción. Sin embargo, sabiendo como era él, supe que no la vería a menos de que pudiera comprobar por completo que Gauthier no aparecería ante él de nuevo y lo seguiría. Así que propuse algo.

—Bueno, ¿qué les parece si hoy nos repartimos y vamos unos a La Cream con Ezra, y otros nos quedamos en la casa con los chicos? Puedo hacer una ronda alrededor del café para comprobar que él no esté por ahí. Al fin y al cabo, ya lo reconozco bien.

—¡Eso! —dijo, Clement— Yo me quedo en casa con los chicos.

—Entonces yo ayudo a Méderic a hacer guardia —dijo Aymé—. En cuanto comprobemos que todo está bien, vuelvo a la casa contigo.

—¡Perfecto! —Exclamé yo.

—No, chicos, no —empezó a negarse Ezra—. No puedo pedirles esto.

Aymé torció los ojos.

—Ignórenlo, ¿sí?

—¡Eh! ¡Aymé! —se quejó Ezra.

Aymé, desde ese día en que escuchó que Ezra aceptaba su amor por Alma, evitaba verlo a los ojos por mucho tiempo, pero, por lo general, estaba soportándolo bien. A pesar de que Clement me envió el mensaje diciendo que todo estaba bien, le escribí luego, cuando ya estuve solo, para saber que así fuera. Obviamente nada estaba bien. Aymé estaba destrozado, aunque lo escondiera tan bien. Y el único de nosotros que no se había percatado de eso era Ezra. Entendía a Aymé; no sabía qué sería de mí el día en que Elora comenzara a salir con chicos.

—Ezra, ¿eres consciente de que podemos verte? A ver, date cuenta, te brillan los ojos de sólo pensar que la verás hoy —Aymé había cambiado mucho desde que estaba con Clement. Para bien, pero, al fin y al cabo, cambió. Entre esos cambios estaba el hecho de que era menos diplomático, menos suave con la manera en que hablaba.

Ezra se prendió en colores y no lo negó. Desvió la mirada. Por fortuna, porque pude notar que a Aymé se le retorcían los intestinos, y no podía más que usar todas sus fuerzas para no demostrar cuánto le dolía eso.

Bitácora de Alma: KomorebiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora