18. Alma Noa Villa

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Desaparecí de mis amigos por cerca de 2 semanas tras ese domingo, deshecha por el dolor y los recuerdos.

Ese domingo en la casa de los Abadie me sirvió de distracción momentánea, pero una vez que acabó el día me volví a sentir miserable y humillada por todo lo que me había dicho el Walirü. Las ganas de soportar a la humanidad se me esfumaron de pronto, no quería tener que fingir una sonrisa o que prestaba atención a alguna conversación; todo se me revolvió adentro e incluso lo que no debió moverse hasta el viaje a Colombia, se alborotó.

Mi tiempo en soledad; tiempo para mí, eso era lo que me faltaba.

Pedí a mi madre que llamara a la casa de Elora y le diera un mensaje de mi parte, sabiendo que esa desazón con el mundo en general no se me iría pronto, porque Sami había llegado, y ni un buen Komorebi me aliviaría; debía estar sola, enfrentar mis demonios, plantarles cara, e igual que todos los años, ganarles la batalla cada vez más fácil tras hacerme más fuerte. No quería que Elora y Méderic pensaran mal de mí, de verdad quería ser su amiga, por lo que le pedí encarecidamente a mamá que sin decirle nada de mi estado, se disculpara en mi nombre y le dijera que aparecería con ellos después de que me sintiera mejor.

Como supuse, cuando Elora escuchó de mi madre que quería estar sola por unos días, insistió en ir a verme, completamente preocupada; por eso no quería decirle nada a ella, y de alguna manera habría preferido tratar todo con Méderic, pero supe también que ella se ofendería y le haría daño si no le hablaba a ella, por lo que aun cuando podía ser agotador, le pedí a mamá que la llamara a ella.

Mi madre, un poco cansada de su insistencia, le dijo que no quería ver a nadie por el momento, que debía aceptar mi decisión si era mi amiga, y antes de colgar, un poco arrepentida por la dureza de sus palabras le dijo:

—Algún día te contará todo, querida. Pero por ahora, discúlpala, esta es su manera de manejar sus recuerdos.

No podía ver a Elora, pero sabía perfectamente la expresión que tenía grabada en el rostro, y no pude más que sentir pena.

Supuse que Elora le diría a Méderic, quien, a su vez, le diría a Aymé, por lo que tuve la esperanza de que él lo comentara con Ezra, aunque, ciertamente, en ese momento, poco y nada me importaba la opinión de ellos; en ese momento sólo me importaba yo.

La cuestión era que siempre que tenía un desvío de tristeza por x o y razón, crecía en mi tal desdicha que debía aislarme, porque mi tristeza se convertía en recuerdos, y esos recuerdos me atenazaban con mordazas y yerras hasta obligarme a reflexionar y calmarme en la soledad que yo había aprendido a aceptar. Mis padres, tras años de lucha, habían aprendido que obligarme a salir de ese cascarón no era buena idea, y que entre más lucharan ellos con mi derecho y decisión de permanecer sola, más tardaría en recuperarme y en volver a ser yo. Odiaba hacerles sentir malos padres, pero ellos debían aceptar mis deseos, aceptar que ellos eran mis padres, pero no podían obligarme a nada, mucho menos a dejar de sufrir solo porque ellos así lo deseaban; era algo con lo que tenía que lidiar, sobre todo en octubre, en cada visita que hacía a Colombia, pero ese año se adelantó, y estando en el país equivocado.

El lunes, que era cuando terminábamos clases en el Molière, por supuesto, falté. Mamá llamó al colegio y se disculpó, alegando malestar de mi parte. Sin embargo, al ser entrega de notas, la profesora Davina aprovechó para solicitar a mi madre su visita para hablar sobre mi actitud en clase. Mamá y papá estaban tan preocupados por mi como siempre que entraba a ese estado, y lo último que querían era dejarme a solas, por lo que acordaron que papá iría a hablar con la profesora mientras mamá se quedaba conmigo en casa. No era que pudiera hacer mucho, porque, la verdad era que ni a mi cuarto les permitía entrar, pero al menos podía vigilar que no me hiciera daño o no me pasara nada extraordinario —que no fuera llorar y gritar como posesa de vez en vez—.

Bitácora de Alma: KomorebiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora